La noche que mataron a JFK nos besábamos como adolescentes detrás de la hamburguesería. La culpa de todo esto es de los comunistas, decía padre cenando, y yo pensaba en ti y en las aventuras de Batman. Batman, de haber querido, habría salvado a JFK, pero estoy seguro de que Lee Harvey Oswald estaba compinchado con el murciélago.
En Tender Little Ear ningún chico tenía televisión en color pero todos teníamos una escopeta de aire comprimido, por eso pasamos meses enteros reconstruyendo el crimen. A pesar de que llegó el invierno comíamos helados mientras intercambiábamos los papeles. Una vez uno era el conductor, y la siguiente podía ser perfectamente Jackie Kennedy.
Todo fue bien hasta que Jim no disparó con aire a la cabeza de Sammy. Disparó con un perdigón de 3 milímetros que le entró por un ojo y se le quedó alojado en el esfenoides, según el informe del forense. Aguantó un mes y medio en coma, luego palmó. Apenas teníamos 15 años. La policía nos fue llamando de uno en uno. Todos contamos la única versión de los hechos que nos sabíamos. Los cientos de veces que habíamos repetido la escena de Dallas. Que siempre salía bien, porque nada podía ir mal. Que ninguno nos habíamos enterado de que la escopeta de Jim estaba cargada.
Nos separaron y nos cambiaron de instituto, algunos incluso se fueron del pueblo. Jamás volví a ver a ninguno de ellos. A Jim incluso lo tuvieron unos meses en un sucio reformatorio. Me enteré cuando leí años después su caso en un periódico local de Colorado, muy lejos de Tender Little Ear. Había matado a una mujer con una escopeta recortada. En su pueblo decían que era un tipo correoso, que no le gustaba perder y con ella había perdido algo. Yo imaginaba al Jim que conocí. Al que nos trampeaba con cromos de béisbol y nos robaba la bicicleta. Lo recordaba y todo tenía más sentido.
No pienso que la gente sea mala, nena, no lo pienso. Si no, no podría seguir adelante. Durante años había pensado que un chaval de 15 años no podía matar a otro por puro placer. Siempre creí que fue un accidente, incluso había olvidado todos los detalles de JFK. Nunca pensé que Batman en realidad estaba de vacaciones y desde Bahamas no pudo salvar ni al presidente ni a Sammy. Cuando leí aquel periódico supe que no había sido casual. Que Jim, como Lee Harvey Oswald, no pretendía evitar que el presidente leyese el discurso en el que anunciaba vida extraterrestre.
Hay quien opina que el tiempo actúa por nosotros si lo dejamos. Sin embargo, lo único que actúa es la lógica de algunos hijos de puta que aprietan el gatillo. Su historia se repite si les dejan. Oswald lo haría una y otra vez. Batman lo haría una y otra vez. Yo no sé lo que haría una y otra vez. Quizá me equivoco, como siempre, quizá lo que yo hago es equivocarme mientras otros cometen crímenes. Esta noche he vuelto a pensar en Jim y Sammy, pero por favor, hazme un hueco en la cama, me siento muy solo cuando odio a la gente que mata y a la que muere sin dejar más huella que un descapotable negro en Dallas.
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