lunes, 30 de abril de 2012

El mar.

Que yo vivo enamorado de la chica de la mirada triste en los abriles, igual que las lluvias, igual que las tormentas que huyen de nosotros porque somos demasiado eléctricos, igual que los ríos que nos bañan los pies y siempre se acaban yendo, que yo vivo enamorado de la ausencia porque nunca he sabido lo que es tener ni que me tengan, que yo soy un poco el viento y mucho las piedras, que yo vivo en el frío de la primavera que no nos pertenece jamás, porque no nos pertenece nada de lo que somos ni tenemos. No nos pertenece el amargo del chocolate ni el dulce de las manzanas, no nos pertenece esta carne ni los huesos que la circunscriben por el interior, no como tus huesos esdrújulos que se salen gritando por la piel de tu espalda, que me gritan a través de la piel de tu espalda, y me dicen que me escape, pero yo no me quiero escapar, y por eso duermo de frente a ti y no detrás, no quiero escuchar ni tener que dar la razón aunque todo el mundo lo supo desde siempre, y bien es cierto que eres tan grande que no me cabes en un bolsillo, por eso no podría llevarte a los atardeceres que he tenido que ver sin ti, pero eres tan pequeña que a veces se me olvida en qué estantería te he dejado. Que yo vivo enamorado de tu sexo que me recibe despacio y deprisa, que a veces me expulsa de tu cama, que a veces me lleva al techo y otras me obliga a dormir en el suelo, vivo enamorado de tus mil caras y tu único nombre, de todos los colores, de todas las estaciones, de los trenes que nos alejan, de los sueños que se pronuncian antes de nacer, del miedo que nos crece dentro del estómago cuando al mirarnos nos reconocemos como mortales, nos palpamos los fallos tatuados en la piel, nos hurgamos en las heridas hasta hacernos estallar y cuando estallamos todo es calma, todo son palabras, todas las palabras no sirven para nada, igual que las lluvias, igual que las tormentas, igual que las noches en las que todo es silencio, y dentro de nosotros silencio, silencio de ti, de tu mirada triste y de todas las veces que no llegamos a existir, que son, han sido y serán eternas, al contrario que nosotros, que somos silencio y por eso nos romperemos al pronunciarnos, pero mientras te desharé a ti,a  tus huesos como polvo de estrellas por mi nariz y mis labios y mis dedos y la arena que se mete entre mis dedos, bañados en arena pero nunca en el mar porque el mar nos sigue esperando.

martes, 17 de abril de 2012

Titanic 2012

        A vosotros, que os la pone dura una bandera de colores, pero que seguís teniendo la ropa interior de color carne. A vosotros, que os inventaríais letras de sangre y destrucción para un himno pero sólo agarraríais la escopeta para cazar codornices. A vosotros, que os desentendeis de las letras y los libros de la calle pero recurrís a volúmenes polvorientos para defender vuestros soliloquios. A vosotros, os ofende la idea de que el pueblo se deje oír en la calle y que eyaculais sin erección ante la sola idea de la propiedad privada. A vosotros, cuyas justificaciones se apoyan en lo trascendente y lo que no es de Este Mundo pero os horroriza pensar que os quiten vuestro dinero, tan material y tan verde. A vosotros, portadores del estandarte de La Verdad Absoluta y honorables creadores de Lo Blanco y lo Negro, que no soportais la desaparición de las diferencias y la pérdida de la Razón. A vosotros, que gritais porque os han robado YPF pero os callareis hasta extenuar vuestras gargantas con el silencio ante el robo de vuestros derechos. Del futuro de vuestros hijos, abuelos,padres y hermanos. De vuestro trabajo. De vuestro país, porque según decís es vuestro, no es mío, mi sangre no ha caído ni caerá sobre esta tierra y si he de irme, me iré. A vosotros, que levantais la rabia y después afirmais la paz, escondiendo la mano. A vosotros, que jamás habeis roto un plato y llegasteis arriba siendo los primeros de la clase y los últimos en abandonar el despacho.

       A vosotros, que jamás habríais abandonado el Titanic, en realidad os imagino agarrados a una puerta que flota entre los trozos de iceberg contra el que se destrozó el barco, silbando melodías de Shostakovitch, con los dedos de los pies congelados, listos para ser amputados y pensando que en realidad no fue ninguna equivación fletar este crucero y comprar los billetes porque así, al menos, entrareis en la Historia diciendo que no es vuestra la responsabilidad de que alguien hubiera puesto ahí ese trozo de hielo contra el que chocamos todos mientras nosotros dormíamos y vosotros bailabais un vals.

lunes, 16 de abril de 2012

miércoles, 4 de abril de 2012


[...] A veces uno busca lejos lo que tiene bien cerca. Es una cosa que nos sucede a menudo a los astronautas. [...]

Eduardo  Mendoza, Sin noticias de Gurb

martes, 3 de abril de 2012

La ciudad del alma

Zamora.
Todos llevamos dentro una ciudad
que nos alienta y nos acusa;
La ciudad del alma
(Claudio Rodríguez)

A veces me palpita la ciudad como queriendo salirse de mi pecho. La ciudad me hace tanto ruido que algunas noches no consigo dormirme y pienso en piedras y árboles que se dan la mano. En otras ocasiones la ciudad es sangre que me sube a la cabeza y soy absolutamente incapaz de concentrarme en nada más. La ciudad son los pelos del antebrazo erizados del frío y todo el sudor del verano. Llevar la ciudad dentro exige dominio de las situaciones, pero cuando no estoyse traduce en nostalgia y descontrol. Es por eso que siempre, aunque llegue a evitarlo de forma consciente, acabo volviendo. La ciudad que vive en mí tiene, a su vez, una vida propia y contra eso sí que no puedo luchar.

 El mundo se hace pequeño más allá de los límites de Zamora. Me he paseado por los miradores periféricos buscando al atardecer una panorámica de cualquier otra parte para poner en mi casa y nunca me sale la foto tan bonita como para compararse al recuerdo idolatrado.

 De una u otra forma las calles me han visto igual que yo a ellas. Hemos cambiado y al tiempo somos los mismos. Querríamos partir de cero pero nos hemos atado, tenemos la vida que hemos merecido, pero no siempre la que nos gustaría. Y a pesar de todo aquí estamos, un año más, en la acera. Como hemos hecho desde que el mundo tiene sentido, porque los libros dicen que tiene sentido. Como hemos hecho desde que llueve, como hemos hecho desde que estas piedras se apoyan una sobre la otra, como hemos hecho desde que la primera luna llena de primavera nos reúne alrededor de las velas y bajo las estameñas, porque hiela. 

Nos unen, por lo tanto, la ciudad y la tradición. Nos une todo aquello que nunca sabremos cómo expresar. Porque lo vivimos, lo vivimos incluso si es a base de tópicos, de sonidos, olores e imágenes que repetimos mil veces a lo largo del año, y con ellos intentamos engañarnos, engañar a nuestros sentidos, pero al final nunca lo conseguimos. La ciudad que nos palpita dentro necesita de este tiempo, necesita de esta semana tanto como nosotros, porque en realidad la ciudad somos nosotros, y nosotros somos la ciudad, extraña simbiosis que nos esclaviza a ambos.

Nos esclaviza a un pasado del que no podemos renegar, porque es la base raíz de lo que vivimos. Los huesos de los que fueron debajo de las losas que pisamos. Nos esclaviza a un futuro porque no hay demasiados caminos entre los que elegir y siempre está ese constante recelo al cambio escrito a fuego en nuestra genética zamorana. Nos esclaviza a un presente de horas bajas y cielos de tormenta en el que estamos sin paraguas.

 Y, sin embargo, somos libres. Somos libres hasta el punto de tener miedo de la libertad. Somos libres como zamoranos porque en nuestra Semana Santa se encuentran todos los detalles que hemos escogido para reconfortarnos el alma, sin que nadie nos obligara, porque lo hemos vivido, bebido, oído y aprendido. Cuándo nos daremos cuenta en realidad de que no estamos atados. De que se puede seguir adelante, a un futuro que nos espera ansioso, sin tener que darle la espalda al pasado que nos ha dado todo lo que tenemos. De que se puede cambiar si se respeta la esencia. Cuándo nos daremos cuenta de que, en una ciudad que nos necesita tanto como nosotros a ella, el miedo a la libertad y al cambio es el que nos obstaculiza el presente.

 A veces la ciudad me palpita dentro del pecho, me palpita con un poco de rabia, y ya no sé si soy yo, o es ella, o somos ambos. A veces estoy lejos y me siento cerca, y, a sabiendas de que algún día pasará, nunca querría sentir un Viernes Santo lejos de Zamora. O que es Zamora, quiero creer, la que no querría que yo faltase un Viernes Santo. A veces la ciudad me palpita dentro del pecho, y es rabia, pero también es de alegría, alegría que no nos falta, el impulso necesario que, sin saberlo, ya tenemos dentro y que sólo nos exige ser un poco más valientes de lo que ya somos. Que Zamora y su Semana Santa no es sin nosotros, pero nosotros no somos nada sin ellas.

(Publicado en la Revista Barandales 2012)