domingo, 20 de febrero de 2011

Low Cost Varela

Tienes el himno nacional.
Nosotros, el rocanrol.

Sucedió con el ascenso al poder de la oligarquía astromántica del Feisbúc. Los periódicos se entretenían de nuevo con el nonagésimo noveno aniversario del Veintitrés Efe, agencia de noticias impares y números primos, preguntándole a todos los novios del País dónde estaban entonces. Las fotos en blanco y negro se sucedían, como se sucedieron los acontecimientos y las copas de vino una a una, puesto que había que festejar por todo lo alto el hecho.

- ¿Qué hecho?- preguntaban las voces de discordia.

Las voces de discordia no se ponían de acuerdo, como siempre, por algo eran voces de discordia. Las voces de discordia aquella tarde habían salido de su caja de música, e inundaban las aceras y hasta los telediarios. Era fácil reconocerlas, sólo había que cerrar los ojos y dejarse llevar por los acentos de diversidad, la olla de culturas y las olas de revuelta que cubrían el trópico de Capricornio. Cuando miran hacia aquellos días heroicos los historiadores no se ponen de acuerdo en absoluto, tal fue la grandeza del hecho.

- Ya, pero, ¿qué hecho?- Las voces se alzaban. No había quién las detuviese.

Con el ascenso al poder de la oligarquía astromántica del Feisbúc las ciudades postinmobiliarias se quedaron silentes, con las persianas bajadas, como párpados de domingo febreriano por la tarde con lluvia. Las ciudades postinmobiliarias eran el reflejo de lo que habíamos sido, de las canciones que enviábamos a los festivales internacionales, de nuestra práctica médica intradeportiva, de las políticas internas de los partidos, los partidos internos de las políticas y hasta el bipartidismo de los partidos de liga profesional. Las ciudades postinmobiliarias surgieron como fragmentos asteroidales de los núcleos incandescentes, porque en el centro todo ardía. Nadie podía explicarselo, nadie creía posible una efervescencia tal y sin embargo ya había voces de alarma, pequeñas, susurrantes, que anunciaban el hecho.

- Pero bueno, ¿qué hecho?

Los cantautores rompían sus guitarras contra el suelo, las cachondas de rastas se alisaban el pelo y compraban vestidos en Inditex. Ante esta espiral de despropósitos la jerarquía eclesiástica se movilizó, y resultante de los vuelos con Rayaner el bisnieto del ex-presidente de la Conferencia Opuscopal Espanyola, se autoproclamó a sí mismo Low Cost Varela, tomando por la fuerza la Caja Mágica, donde se guardaban las reliquias de San José. Mourinho, el invicto. Los historiadores aquí sí se ponen de acuerdo en la existencia de cierto Círculo del Crepúsculo, que se reunía de botellón y puterío en la Casa de Campo.

- Vamos a ver- las voces de discordia están indignadas, se les nota.- Vamos a ver. Se te va de las manos. ¿Se van de putas o toman el poder en la Nación?

Pues la cuestión es que una cosa es subsecuente a la otra. Como todas las grandes gestas, empieza con un "No hay cojones". Dice la leyenda, no confirmada, que tras tener en su mano la tibia de San José, cual cetro de poder, Varela retó a Tejerizo, sobrino no-nato del golpista que la armó, a crear un evento en Feisbúc para congregar en la Plaza Mayor de Lugo a quinientos mil obreros. ¿Por qué Lugo? Nadie lo sabe. ¿Por qué obreros? Eso sí está bastante estudiado. Varela sabía que liberando las ciudades de obreros tendría acceso directo a todos los centros de producción ladrilleros, Mano de Midas que todo convertían en oro. De este modo, tendría el poder económico completo. Tejerizo, en su obstinación por responder al "No hay cojones" no se dio cuenta de que ponía el país en manos de su compañero de farras.

- Espera, esto va a mejor. ¿Entonces se hizo con el poder en el país por un "No hay cojones"?

Evidentemente, todo sucedió con la connivencia de la Oligarquía Astromántica del Feisbúc, que disfrutaba sabiendose medio y fin en sí mismo de una revolución silenciosa, y que obtuvo una interesante tajada de poder. Acordaron quedarse con todas las peluquerías por debajo del paralelo 41 y las royalties de todas las revistas del corazón, un bucle infinito que les catapultó al número uno de Forbes. Lo demás vino rodado. Los datos trucados del Estudio General de Medias resultaron favorables a Marie Claire, hundiendo a las grandes emisoras del país. Y siguieron los "No hay cojones". Que si cortar las autovías, cerrar las televisiones, deponer el Ejército, pintar de azul los semáforos, mandar a la Reina Madre Letizia a Venezuela.

- Y ¿cómo acaba?

Acaba como lo ves a día de hoy. Vivimos debajo de un paraguas de desinformación. Las ciudades dormitorio están abandonadas. Corrupción y dinero para unos pocos. Pan, circo, deportes y dopaje. Nos reiteramos en aniversarios una y otra vez, sin saber nunca la verdad, ni parece interesarnos. Nos tocamos y retocamos en el pasado. La juventud se mete en los bares, en todos los sentidos. La subsociedad minoritaria nos domina, la Iglesia sigue atada al Estado, o viceversa, y lo mejor de todo es que nos reimos por no llorar de este país de chiste, de charanga y pandereta que hace 80 años estará como dentro de otros 80, cuando esto suceda, y alguien mire, y espere que en 160 aniversarios más podamos reirnos sólo del Festival de la Canción, porque la música murió con Freddie Mercury y el de en medio de los Chichos.

viernes, 18 de febrero de 2011

Vueltas

Las cosas que me obsesionan me dan vueltas en la cama en habitaciones ajenas. Hoy es viernes por la mañana, apenas hemos dormido. Pienso robar alguna de las fotos que tienes colgadas por la pared, porque ya te has ido, y confías en los desconocidos que te follan. La culpa está dividida en dos, todo está dividido en dos. Los recuerdos de Jenna Jameson también.

Jenna Jameson ha estado en esta cama. Lo sé, lo huelo. Nunca podrían engañar a mi nariz de judío con deudas. Pero yo me he enamorado de Marilyn Monroe después de verla con ese vestido blanco ventilándose en las salidas de aire del metro. Podría pasarme horas enteras en el sofá viendo películas coloreadas y lo único que hago es salir a correr en círculos por la ciudad. La circunferencia se convierte así en la forma perfecta una vez más. Pero, ¿cómo saber si te estás alejando de todo? Si siempre era circular, siempre estaba ese retorno. Y ahora, un globo de gas con una gran fuga. Ahora la tierra va quedando cada vez más lejos. Oigo las voces apagadas, las caras se difuminan y las formas son relativas.

Hubo un tiempo, como tantos otros. En ese tiempo importaba todo y nada, pero ahora ya no es ese tiempo. Las cosas han cambiado por todas las ciudades, y miento, y sé que soy yo el que ha cambiado. Me veo en el espejo, me quito años con la barba. Me encierro en el Hospital a vivir trozos de otras personas, a desmenuzar existencias y meterlas en parafina. Tomo café otra vez, me corto el pelo, me calzo las botas y ya no toco la guitarra, si es que alguna vez la toqué. ¿Cómo ha quedado la tierra tras el terremoto? Nadie sale a ver si hay sol, nadie canta canciones de guerra. Me obsesionan las derrotas y las victorias. Quiero que hablen los demás y yo sólo escuchar, ponerle paredes de piedra a la casa, volver a sembrar el césped del jardín, fumarme un verano completo boca abajo en la piscina.

Vivo esperando momentos y me dejo llevar un poco, me dejo llevar porque siempre soñé con los ríos anchos de aguas tranquilas que me cubren hasta el cuello, y me arrastran. Corro dormido por ciudades desconocidas y despierto por calles que conozco, pero intuyo que ya no falta demasiado para el día que me siente a descansar. Sudado, frío, con el corazón en la boca. Con ganas de compartir y de ser egoísta con ese desayuno continental. He visto un apartamento para dos cerca de la muralla y no puedo permitirmelo. Si al menos me dieran dinero por quejarme, toda esta espiral sería ascendente.

Y ahora me voy a ir. Me voy a ir de aquí sin hacer la cama. Voy a robar una foto y me voy a ir. Si es verdad todo lo anterior, volveré. Si es sólo otra mentira más, al menos será parte de una buena historia, de modo que no te preocupes, Jenna, Marilyn, Norma, que, de una u otra forma, todo va a salir bien, porque siempre ha sido así, y aunque hubo un tiempo (pequeño, informe, desgastado) los tiempos son continuos, los tiempos no se acaban, los tiempos vuelven.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Caravanas de vida y muerte

Hace ya tres años, Arnau y yo asistíamos por puro vicio con cierta regularidad a las clases de Filosofía del Renacimiento que da el profesor José Luis Fuertes Herreros en la Facultad de Filosofía de Salamanca. Fuertes es un tipo que siempre me ha parecido excepcional, con una sonrisa eterna y un saber al mismo nivel.

En una de las clases mencionó una frase que dejé apuntada en un folio, con la esperanza de que algún día me sirviera. Hemos desterrado la muerte de nuestras ciudades. Hacía referencia al hecho de que habíamos dejado atrás la cotidianidad decimonónica e incluso de principios del s. XX con la que se convivía con la muerte. Guerras mundiales, epidemias, etc. Siempre me vienen a la mente esas imágenes parisinas con tonos blanco, negro y beige, carrozas negras y caras desfiguradas. Algo completamente natural y que sin embargo nos horroriza, nos hace girar la cara.

A día de hoy muy poca gente muere en casa. De hecho, no mucha gente ha visto un cadáver, y menos aún hemos visto morir a alguien. Una experiencia, sin duda, traumática para nosotros, algo que en nuestra concepción vitalista, alegre, ansiosa por experimentar sentidos, vicios y placeres nos choca frontalmente. Nos arranca las puertas de cuajo, agita nuestra bola de cristal con nieve, nos desestabiliza y nos afecta. ¿Cómo es posible morir, si hemos echado la muerte de las ciudades?

El miedo a morir es saludable: indica unas inequívocas ganas de seguir viviendo. Sin embargo muchas veces nos conduce al extremo contrario, al de la ignorancia o negacionismo de la muerte. Según la doctora Kübler-Ross, pionera en la organización de las fases del duelo (si bien hay teorías superadas posteriormente) esta negación es la primera de dichas fases. Pese a todo, a todas las teorías, a todas nuestras ganas, a la ciencia, a la poesía, nos morimos, y eso es lo único cierto. Algo que ni tú, ni yo, ni nadie, podemos evitar y que de una u otra forma acabaremos aceptando.

Pero, ¿qué hay del modo en que morimos?

Me matriculé de la asignatura de Cuidados Paliativos con la inquietud de conocer más acerca del enfermo terminal. De los desahuciados. De aquellos a los que la sociedad no les gira la espalda, pero tampoco les tiende la mano. ¿Recordais? Hemos desterrado la muerte de nuestras ciudades. Gente por la que la Medicina no puede hacer nada más que intentar mejorar su calidad de vida hasta el final, puesto que no tienen curación posible. Y el pensamiento que me viene a la mente es: ¿acaso es poco? ¿Acaso no es suficiente?

Paliar el dolor es un hecho increíble, un logro superior a la mejor de las técnicas quirúrgicas. Confortar al enfermo y a su familia, cuidadores principales que sufren en su carne y mente unos males diferentes al paciente, pero no por ello desdeñables.

Mi experiencia de prácticas ha consistido en acompañar durante unos días al único equipo de Paliativos que hay en Salamanca (150mil personas, aprox) Un equipo formado por dos médicos, una enfermera y un terapeuta ocupacional, que se desplaza en un coche de la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer) por toda la ciudad atendiendo varias rutas de enfermos. Enfermos que ya están en su casa porque en el Hospital nada más se puede hacer por ello. Y sin embargo pueden vivir incluso varios años, nada de terminales. ¿Por qué? Porque tenemos que entender que la Medicina Científica tiene sus límites, y que a veces tenemos que sanar otras facetas como el alma, si me permitís el término.

Una labor increíble y sin embargo, insuficiente. Porque nadie mira hacia aquí. Porque nadie apoya esto, ni con medios ni con personal. Porque la muerte nos asusta y preferimos la vida, aunque sea una vida a medias, con un ojo cerrado. Hemos desterrado la muerte de nuestras ciudades. Pero aún hay esperanza, aún hay caravanas de muerte y también de vida que van en un coche de la AECC intentando dar la mano a todo aquel que la necesite.

No hace falta volver al Renacimiento, pero la muerte y la vida, y el esfuerzo de cada día más gente, hacen que el mundo merezca la pena.

martes, 8 de febrero de 2011

El hombre de la camisa de cuadros

Acostumbrate a que todos hablen sin saber la verdad. Esa es la verdadera teoría de la relatividad, de nuestra relatividad, cada día seremos dos electrones impulsados a chocar y nuestra reacción en cadena es totalmente imprevisible. Ellos sólo verán la luz de la explosión, el juego de luz y sonidos. Señora, no me mire así, su hijo también se droga. Porque, y repito, vete acostumbrandote, esta es la única verdad a la que te vas a poder enfrentar, la de que hablen. Leerás en los periódicos tu nombre y el nombre de otros, verás caras saturadas en fotografías donde las miradas echan fuego y sin embargo, ¿qué más da? La cantante y el futbolista, el torero y la cupletista, la muerte entre las flores y el esplendor en la hierba, cada una de las palabras pesan, cada una de las notas, el hombre de la camisa de cuadros es el tipo más feliz de la tierra durante los minutos que el ser supremo Andy Warhol le ha concedido, y si no me quieres escuchar es porque ya estás gritando otras canciones de las que nadie va a acordarse en diez meses. Qué son las banderas y los colores, qué son los cafés hirvientes de barrio y los pinchos de tortilla fríos, qué son nuestros culos apretados en el asiento de atrás y nuestras mentes al volante. Tú simplemente deberías considerar que como partícula con masa propia, como cuanto, tienes derecho a iluminar la habitación durante un breve segundo, que tu estallido subatómico no moverá moles de materia y aún así tendrás que seguir siendo imprevisible, que parte de tu trayectoria está en tu mano y otra parte en libros que nunca vas a leer, pero sobre todo, por encima de todo, que al final tendrás que callarte, al principio tendrás que callarte, y dejar que sean otros los que hablen de ti, los que sueñen contigo, los que te conozcan y te ignoren, los que imaginen tu carga negativa, positiva o neutra y los que quieran meterte en una bomba. Con un poco de suerte terminarás cayendo en Palomares y podrás jubilarte a los 67 con derecho a playa.

lunes, 7 de febrero de 2011

- Doctor, creo que tengo un problema con las mujeres.
- Ah, ¿sí? ¿Cuál?
- Me gustan.