sábado, 31 de octubre de 2009

Loser se escribe con Ñ

Ella son setecientos treinta días después.

Supongo que queda bonito decir que ella personifica la metáfora de lo que es la ilusión para mí. Desapareció, y sin embargo resulta que nunca llego a irse. Que sin decirlo preguntamos cada mes el uno por el otro. Y cuando nos vemos, hablamos de música, ¿cómo no?.

Ella está más delgada de lo que la recordaba, dice que yo estoy más grande y fuerte, y aún así creo que ninguno de los dos hemos cambiado lo suficiente como para estar diferentes. Qué vida ésta, que te junta y te separa como quiere. Yo siempre fui el cobarde, el que sin pretenderlo huía de la ciudad cuando ella llegaba, el que nunca iba. Anoche me tocaba asumir mi papel, dejar de ser la estatua de sal para dar un salto mortal; anoche según las crónicas me tocaba ser valiente. De acuerdo, quizá no era un salto mortal, sólo se trataba de un paso, pero siempre fui pésimo con las perspectivas.

Ella está más delgada de lo que la recordaba, pensé otra vez cuando la abracé. Y me seguía impresionando su sonrisa en rojo, muy rojo. Ella es el estereotipo, y al mismo tiempo está muy por encima de eso, de cualquier topicazo, porque si hubiera muchas más así, esta mierda de sitio sería bastante mejor. No voy a entrar en palabras vanas que cuenten sus principios, sus ideales, su honestidad; no os engañeis: tiene todo eso, y le sobra; de hecho podría pasarme horas hablando de que a veces la admiro. Pero a mí me importa por ser quien es, no por ser como es.

Ella son setecientos días después. Ella es lo que la ilusión debería ser en la vida de cualquiera.

Yo, iluso, y un poco más grande y fuerte que la última vez, no había pensado nunca que dos personas significasen tanto por separado, y que sin embargo por eso mismo no pudiesen llegar a ser uno.

Aunque en realidad quiero decir también que siempre pensé que un “sí” no iba a ser nada fácil, pero tampoco se me había ocurrido que un “no”, con esa sonrisa en rojo, con ese marco en negro, fuese a ser tan difícil. Anoche, no dejeis que os engañen, no fui valiente; de haberlo sido la habría besado, y no habría tenido que volver a esperar otros setecientos treinta días.

Yo no sé lo que es esta vida, no tengo ni puta idea de lo que se esconde detrás de cada nuevo recodo, no entiendo nada de si hay o no hay un destino ahí, de si hay una entidad inmanente y trascendental que juega con nosotros, o si simplemente somos nosotros los que caminamos a nuestro ritmo.

Sólo sé que me aburre que cada historia de todas las que escribo acaba con la escena en la que de espaldas me voy caminando contra fondo negro y naranja al amanecer, y todo queda fundido a negro. Y luego salen los créditos, porque la palabra “fin” no me gusta para una película tan heavy como esta.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cigarrito




voy a parar en el camino/y en lo que dura un cigarrito/voy a pensar en estos años/todo lo que ha pasado



cantar sabiendo lo que dices/es tarde para arrepentirse/pensar a veces que no hay nada/que son sólo cicatrices

y lo que otros piensen/quizá no me interese/hoy quiero ver tus ojos para tocar más fuerte

domingo, 25 de octubre de 2009

Teoría del desamor para una Grimaldi

Para M.S.J.Grimaldi, que me debe un beso en los morros

Como toda teoría, no se convertirá en ley hasta que no haya sido refutada, y puede que se acerque a la realidad tanto como se acerca La Razón al periodismo objetivo, o puede que sea otro ejemplo más de un subjetivismo exagerado por el hecho de la soledad, la desidia y el aburrimiento de otro otoño más en gris.

Bien, empezaremos la teoría exponiendo que los principios básicos de un perfecto desamor han de ser al menos dos sujetos del sexo opuesto. Aquí es donde irrumpió con fuerza la corriente actual-positivista, completando con que pueden ser un mínimo de dos personas, y del mismo u opuesto sexo. Esto se ha corroborado con la oscura llegada del siglo XXI, entre calentamiento global, y enfriamiento de barras.

Teniendo los sujetos anteriormente descritos, suponemos entre ellos una relación interpersonal de carácter íntimo. He aquí que la amplitud de esta relación puede ser muy discutible, porque puede ser fría como el polo (de limón) o caliente como una cama redonda, puede ser cercana como un sms cada tres horas o lejana como Tombuctú en llamadas a cobro revertido. Pero para que la teoría siga adelante, al menos esta relación debe existir.

Aquí viene la condición sine quae none para el desamor. El amor. Y el amor merece una tesis doctoral aparte que por el bien del lector paciente y entregado publicaremos en cómodos plazos de aquí a febrero de 2027. El amor. Sin embargo, este amor puede ser recíproco o no serlo.

Los más puristas se tiran de los pelos en este punto. Pues unos consideran que es necesario que ambas partes compartan el sentimiento, y sin embargo recientes estudios en en New England Journal of Medicine hacen pensar en que la balanza está desequilibrada en un altísimo porcentaje de los casos, y eso no impide el desamor.

Desamor es ese sentimiento de asco, barriga revuelta, resaca constante (los expertos no se ponen de acuerdo en el por qué) cielo gris y demás sentimientos que popularmente se conocen como: "mariconadas". Mariconadas, que vienen acompañadas por frases de condolencia de familiares de primer grado, amigos, e incluso buitres. "Paciencia, tío, paciencia". "Te mereces algo mejor". "Si cuando menos buscas es cuando va a aparecer". Canciones de millones de artistas que parecen identificarse a la perfección con todos y cada uno de los sentimientos. Películas de final agridulce. Libros que en otras ocasiones seguirían criando malvas en los estantes de la biblioteca.

La verdad es que esta teoría sobre el desamor no sabe demasiado bien a dónde lleva. La cuestión en la que todos los estudiosos del tema confluyen es que es un mal necesario, como pasar la gripe, o el sarampión, y que sin embargo no deja huella inmunológica para siguientes infecciones o recidivas, sea cual sea la fuerza de voluntad del/de los sujeto/s.

Al final, lo único que queda por hacer es encomendarte a la entidad teológica o trascendental que guíe tus pasos, para que pase lo que pase, o llegue cuando llegue, el fin del mundo te pille bailando.

sábado, 24 de octubre de 2009

La difícil compañía del quizás

[Leido en "Micrófono Abierto" el lunes 19/10/2009, con risas generalizadas, ovación cerrada, y petición de dos orejas y el rabo del artista, que huyó a tiempo para evitar su circuncisión]

"La difícil compañía del quizás" sería un título mucho más ecléctico, difuso y socialmente aceptable que si empezara con un "Todas putas", que es lo que me enseñó el grande de mi abuelo, que abrazó su lápida con 89 años y una faria después de comer. Ya no quedan hombres con ese carisma, nadie compra el ABC ni escucha Radio Vaticano para oír el rosario de Juan XXIII a las diecisiete quince.
Y mi tío dice que soy un rebelde porque de vez en cuando le rebato mientras él sienta cátedra en la sobremesa dominguera. Pues eso. Dominguero él, dominguero yo, que de rebelde no tengo ni la corbata ni el capital, porque el marxismo para mí es un camarote y un par de huevos duros. Y no, no son los de mi abuelo.
Y es que mi abuelo era un putero. Pero con clase. No era un putero como esos turistas alemanes que en plenas Ramblas llegan al orgasmo y a la gonorrea al mismo tiempo. Ni siquiera putero de ir con la C15 a la capital comarcal sin limpiarse el barro de las botas, de las manos y del prepucio. Mi abuelo era un clasista, porque si algo aprendí del marxismo aparte de que disculpe señor que no me levante, fue que la lucha de clases es el motor del avance social, de modo, que quizás el semen de mi abuelo fue durante unos 40 años gasolina 98 octanos para el desarrollo social de ciertos barrios céntricos de la capital zamorana. Y mi abuela encantada, porque aparte de clasista, siempre fue limpio y puntual, y no dejaba nada en el plato.
Lamento a menudo, en la tierna e íntima soledad de mi habitación estudiantil y la siniestra compañía de mi diestra, no haber aprendido mucho más del prohombre que mi abuelo fue. Que injusto, coño, ¿por qué yo tengo que ser rebelde por suspender tres y levantarme contra la aristocrática figura de mi tío el apicultor, a la par que médico, y mi abuelo, enamorado del Ponche Soto, la tertulia del café, las putas y los toros, es respetable?. Bueno, lo fue. Y en veintidos comidas navideñas que compartimos no se llegó a oir un sólo comentario jocoso correlativo al gusto taurino y el putero.
El estofado de ternera de mi abuela, eso sí, siempre fue de 10, aunque algunas noches todavía me entra la tos pensando en los polvorones y el vino quina Santa Catalina. Ay, el vino quina Santa Catalina. Me gusta imaginarme la cara de mis familiares de primer grado los lunes, martes, miércoles y jueves con barra libre a cuatro euros. Bueno, en realidad me gusta imaginarme ahorrándome treinta de esos euros y siguiendo los pasos de mi abuelo, si es que los pasos de mi abuelo estuvieron alguna vez lejos de la sífilis y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. EPOC, para mis compañeros de Medicina. Vaya tela, la que se dejó en burdeles y Tabacalera Española, que mi abuelo, eso sí, siempre fue muy patrio, y luchó por los nacionales, y contó sus exageradas historias de rigor sin rigor.
Me falta fumar, follar e ir a la guerra para ser mi propio abuelo, un hombre respetable donde los haya, un santo, dice mi abuela mientras que pone otro plato de estofado de ternera, porque, hijo, no me comes nada, y te me vas a quedar en los huesos.
Cosas de la sífilis, abuela.

viernes, 23 de octubre de 2009


la niña sabe leer, lee mis entradas como quien compra el periódico, y a veces después me pregunta, la niña sabe hacer su vida, y sabe de aritmética, sabe que dos es dos, y es más que uno solo, la niña sabe lo que hace aunque no juegue demasiado bien al póker, porque a veces es muy niña y a veces muy mujer, la niña mide todo y a veces se le escapa de las manos, la niña hace su vida y se preocupa por la de otros.

yo sé escribir cosas que suenan bien o mal, cosas que alegran o hacen daño, yo sé controlar las consecuencias, sobre todo las que me afectan en primer o segundo grado, yo vivo mi vida y hay quien dice que no me preocupo por la de los demás, y en realidad a veces vivo vidas ajenas, qué divertido es esto cuando se trata de adivinar la forma en la que yo voy a perder.

una de mis metáforas preferidas es aquella gilipollez de que la ciudad se llenó de ti y de mí, pero no de nosotros, y puede que ahora sepas, como ya han ido sabiendo otras antes, que soy una especie de Steven Seagal al que se las van dando de una en una pero aguanta hasta el final de la peli, pega un tiro, y se da la vuelta, y luego todo el camino es hacia adelante.

Me pone Isinbayeva



Me pone Isinbayeva, ¿la has visto? Con su vestido gris perla, con ese recogido de princesa que tiene, con ese torso de pectorales de gimnasio que se entrelazan como una cremallera a la altura del esternón y un trapecio que desfigura sus femeninos hombros convirtiendola en una figura andrógina, alta, cuadrada, con relleno en el escote para realzar unos pechos que las hormonas de tantos años han hecho pequeños y ovalados. Me pone Isinbayeva, cómo sonríe, cómo le lanza los besos al público del teatro Campoamor, me ponen esos dos ojos de hielo, cómo desliza las uves, cómo arrastra y desgasta las cés con sus labios, no puedo resistirlo cuando le dice que sí al presentador de deportes del telediario de la uno, cuando se da la vuelta y enseña todos los músculos de su espalda en ese vestido para top-model, que ella lleva a trompicones por la alfombra roja de la realeza, que baja a la tierra, dios, cómo me pone Isinbayeva.

martes, 20 de octubre de 2009

La lluvia o el principio de indeterminación de Heisenberg

Una vez, nena, te conté que el principio de indeterminación de Heisenberg era el culpable de que tú y yo nos hubiéramos encontrado, pero te engañe, cómo no hacerlo con esos ojos que te proclamaban perdiz y a mí cartucho, yo te mentí, y no lo niego, porque en realidad el principio de indeterminación del tal Heisenberg lo que dice es que si corro más para llegar a la hora contigo en esta tarde con la que está cayendo me voy a calar más de la cuenta.

No, no me pongas esos ojos. Asúmelo. Yo lo asumí. Es fácil, si lo piensas. Piénsalo, atrévete. La lluvia cae en vertical, más o menos. Supongamos un día de viento cero. Porque mi padre decía que llueve cuando el viento se para, siempre me acuerdo, me acuerdo sobre todo cuando el viento sopla tan fuerte que me vuelve del revés el paraguas con sus varillas y su tela y toda esa clase de artificios que tan adorable hacían a Mary Poppins. Bueno, que la lluvia cae en vertical. Y tú caminas, caminas como Homo Sapiens que eres, caminas erguida, erguida tú, erguido yo, eso nos diferencia entre nosotros, y lo otro nos diferencia del Australopithecus. Si la lluvia cae en vertical y nosotros caminamos perpendiculares al suelo, o sea, verticales, apenas nos cruzaremos, ¿no?

Bien, pues ahora planteate que me pongo a correr en medio de la lluvia. Mi trayectoria se vuelve paralela al suelo y perpendicular a los varios millones de proyectiles que caen, que me van a alcanzar sin remisión y sin capucha. Ahí entra el principio del bueno de Heisenberg. Que nunca sabes dónde va a caer la gota, así que las probabilidades de que te caiga encima son mucho menores si caminas tranquilamente que si te pones a correr como toda esa panda de estúpidos.

Vale, de acuerdo. Que lo siento. He llegado un cuarto de hora tarde, como de costumbre. Pero no tengo capucha, comprendeme, y ya te he mentido mucho, y ya me he calado, y ya está la ciudad llena de gilipollas que se han puesto a correr en cuanto han visto cuatro gotas.

Ídolos con pies de barro

Me tembló el pulso, y la voz, pero nos echamos unas risas. El ínclito Balcells, el sonoro Sudón, Su-don, Kronen, Jack, Mane; somos tirillas de medio pelo en una lona de micrófono abierto con las luces de frente, me tembló el pulso y la voz, pero nos echamos unas risas. A la infausta memoria del bueno de mi abuelo Eladio, qué cosas tiene la vida, él nunca dijo "todas putas", sólo se encargó de hacer saber que con buen pito bien se jode. Y lo de anoche era un buen pito.

Cuando nos quedamos solos, somos ídolos con pies de barro. Hay una ella para cada uno, y cada uno tenemos una excusa, cada uno tenemos un club de fans que lo escribe en cuartillas, y cada uno tenemos un comité de enemigos oficial y una organización de contraespionaje, y la gente se viene, se ríe, se va, y nos quedamos solos en un banco, y somos ídolos con pies de barro, y ya sabes, colega, esta mañana está lloviendo de cojones.

Cuando acaba esta pequeña función empieza el buen teatro. Mi madre, por teléfono, me avisa de que coja paraguas, y entonces yo constato el hecho de que debí haberlo comprado en vez de pillarme un par de copas. Hoy nadie ha despedido a la televisión digital como merece. Apagándola.

domingo, 18 de octubre de 2009

Al loro

Ya lo decía el president, que no estamos tan mal. Aunque sin embargo esto no deja de ser otra prórroga más en el infinito fin de semana de la honestidad brutal y las dudas, cómo quiere la gente que no descanse a lo largo de la semana si esto es como lo que hacía Siteg Larsson. Sólo que mi best-seller no da ni para 50 páginas. Pero lo leo todas las noches un rato, y me acabo quedando sopa.

sábado, 17 de octubre de 2009

Mertesacker


Esta noche se me ha aparecido en sueños. Y me reí con él, porque le dije aquella tan gorda.

- "Ay, Salinas!! ¿Qué dirías si tu hija se fuera con un tío que se llama Mertesacker?"

Esta noche se me ha aparecido en sueños, entre cunninlingus a Loles León y sus apretadísimas tetas, entre nazis que volaban camiones y demás sueños oscurantistas, ahí llegó Andrés. Y yo le suelto la de Mertesacker, porque es como te voy a recordar, como te quiero recordar, Montes, con tus jodidas gafas, tu pajarita, tu camisa. Hablando de basket, con Trecet y con Daimiel, en videojuegos y en el Plus a deshoras. Pudriendote en partidos contra la droga de sábados de invierno en la LFP, o mundiales. Narrando triunfos y derrotas nacionales, saludando y despidiéndote como siempre quisiste que fuera este juego, como siempre quisiste que fuera la vida.

Un poco menos maravillosa ahora que nos faltas.

viernes, 16 de octubre de 2009

Bodies

Pero es que al final sólo es eso, cuerpos dando vueltas en torno a cualquier farola, al final sólo es el frío con más fuerza, yo tomo café y leche y llevo pitillos azules de homosexual convencido mientras trato de convencerme de que no, que esto es lo bueno, que no se me encoge del todo el corazón ni tengo tanta prisa por dejar atrás ni por llegar al siguiente nivel. Pero es que al final somos sólo eso, cuerpos dando vueltas en cualquier esquina, porque en todas las esquinas somos y estamos los mismos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Del lado del diablo

Él siempre estuvo del lado del diablo, cómo no estarlo con el llanto de esa niña en el salón por encima de los 89 dB que recomienda la Unión Europea, que entiende de todo eso y mucho más, que pone y quita tanto orden. Del lado del diablo, sí señor, usted que tanto ha visto, usted que ha estado tantas veces a ambos lados de la barra, podrá ver qué fácil es saltar por encima de la encimera, que para eso está arriba, qué fácil es cambiar, qué fácil es. De lado del diablo, porque una vez estuvo del lado de Dios. O Dios estuvo de su lado, ya no lo recuerda. Dios y él estuvieron en el mismo lado, mascando el mismo tabaco, que les daba nicotina pero no cáncer de pulmón, con ventajas como esta uno debe ser muy tonto para dejar escapar las oportunidades, o eso dicen en los mejores anuncios del Corte Inglés. Luego Dios dejó de dar noticias, anunciaron en la película de Díaz-Yanes. Y él, que no creía en las películas españolas pero se tragaba cualquier tráiler, lo vio, y se hizo ateo. Como ella aquella vez, ella también se hizo atea después de la pregunta. Cómo no hacerse, si para la gripe A no hubo más remedio en aquel inframundo que dejarlo todo de lado y echarse a andar con el carrito de alambre hacia otro barrio de mejor estofa, de color más gris y menos sucio. Una vez todo estuvo limpio, hasta ella y su conciencia, pero las lluvias con las que octubre recibió al monte, lo embarraron todo y se le olvidó el nombre de la alegría, de la calle en la que tenía el garaje, y del perro con el que solían salir a dar sus entretenidos y proletarios paseos. Se hizo atea el día que decidió que esta sociedad prefiere limpiar las mierdas de sus perros y enviar a sus padres a residencias pagadas en las que los medican y les ponen los pañales que ellos tuvieron de pequeños, para que no se les irrite el culo y no les salgan escaras ni úlceras por presión. Presión fiscal sobre la herencia.

Ellos una vez estuvieron del lado de Dios, si es que Dios tuvo un lado, porque decían que era ubicuo. En ese caso, nunca habrán abandonado su lado, pero de todas las formas están lejos de lo que eran cuando eran niños, y mucho más cerca de lo que serán cuando se estén pudriendo en otra residencia con pañales.

sábado, 10 de octubre de 2009

Todas putas

Pero entonces te fuiste, te cortaste el pelo debajo de la almohada y yo sigo aquí oyendo canciones de otras con voces cálidas para el oído pero frías de cojones para el resto de mi mente, que vive en una tormenta de humo de tabajo ajeno, porque yo la chupo de año en año, y no me lo acabo de tragar. El humo. Los cuentos, tampoco.
soy un tipo listo y ahora estoy aquí
Salí por la puerta de atrás de un par de salas, no reconozco que odio que no me aplaudan cuando termino, mi ego necesita esa inyección, y ahora que sé como se absorbe bien para evitar el peor síndrome de abstinencia, limito las palabras poco a poco, como mi amigo el mudo, el que siempre está ahí al acecho. Yo soy de los que no necesita a nadie más para prepararla, por eso salí por la puerta de atrás de un par de salas. Y con los pies por delante.
tengo curro fijo y un gran porvenir
Ella eran todas, y todas eran putas, es de lo que aprendí en el pueblo, en los futbolines, en la universidad, en los portales de luz naranja, en el supermercado, en el café, en el ordenador, en los libros, en las tertulias, en los botellones, en las terrazas y en las bibliotecas. Lo aprendí de mis dos abuelos queenpazdescansen, de mi hermano elquesefollóatodas, de mi padre elbuentipoquelosabetodosobrelavida, de mis amigos losquenuncatevanadejartirado, de los colegas quetienenunbuenconsejoparatodo, de los profesores quevivenunavidasintachadesabiduría.
yo no sé quién me engañó, sólo quiero rocanrol
Ahora vivo en un tercero interior, mi ratón, o mi hámster, o lo que quiera que sea ese roedor que me come el pan de ayer, ocupa por derecho propio el bajo de todos los sillones con cagadas minúsculas que son como una gymkana para llegar al armario donde guardo fotos. Allí he dejado kilo y medio de queso: grana padano, parmesano, tetilla, roquefort, garcía baquero, kraft, mama louise, emmental, semental. Y lo único que quiero es que cuando vuelva después de este mes y medio en ese armario haya otro kilo y medio de mierda de ratón a cambio de haberse comido todo el queso y todas las fotos.
si te cuento la verdad, me entran ganas de llorar

jueves, 8 de octubre de 2009

Una habitación en verde

Tengo una habitación en verde. Estore verde, edredón verde, póster de Pink Floyd, dos de los Beatles, mi flexo, mi armario, un espejo, la radio para despertarme. Una ventana a un patio interior de un subnormal, varias cachondas y vecinas de domingo y radio patio.

Pero ella se fue. Y eso es algo que no me acaba de quedar claro, y mira que le hemos dado vueltas. Cada rincón de la casa la echa de menos cada segundo. Mi madre me pregunta por teléfono que cómo lo llevo, y yo le digo que bien, que asumiendo.

Sólo te lo diré una vez, porque no va a hacer falta más, más que nada, porque no vas a venir, y lo sabemos.

Vuelve.

Curiosa reflexión a la luz de un yogur y un flexo

Te aseguro que todo lo demás es un poco banal, o sea, que me sobra todo lo que viene después, con lo que estaba aprendiendo en estas fotos, las caras que estaba acumulando en mi memoria, el odio que estaba pegando a esas facciones deliberadas y distraidas, el mundo sigue dando vueltas ahí fuera, prescindiendo de lo que digas, lo que pienses o lo que hagas, incluso de lo que pienses decir o lo que pienses hacer.

Tanto desgarro en el pecho, y ninguno entre las piernas, qué putada. Como lo de vivir solo, es algo que no me acaba de hacer a la idea, ni me hace la idea ni me la hago yo, ni tengo quien me las haga, son los restos de este algo que va pasando, llámalo tiempo o llámalo aburrimiento vital, llámalo pajas o llámalo karma, cada cual es muy suyo. Me dedico al contraespionaje industrial, vendo máquinas para robar lo que se sucede por las mentes, incluso por la mía, paso las horas encerrado al aire libre y después me fumo parches de nicotina para calmar mi tranquilidad vital.

Y qué quieres que te diga, la verdad, si esto es más largo de lo previsto pues no te lo metas por ahí, trata de arrancarlo como si fuera una pierna con fascitis necrosante, si no tuvieras anestesia, pero si en el fondo trataras de salvarme la vida. Que es lo que me hago yo noche tras noche. Y después me levanto y vuelvo a empezar.

domingo, 4 de octubre de 2009

Otoño nuclear


Cuando en la década de los 60 todo mundo se puso a vaticinar el fin del mundo hablaron del invierno nuclear, provocado por cabezas atómicas que cubrirían de un intenso humo negro la atmósfera evitando que los rayos del sol llegaran a la superficie, además de otros millones de catastróficos fenómenos, como las lluvias ácidas y las radiaciones con tremendos efectos mutantes que cabiarían para siempre la faz de nuestro planeta.

Pero nadie se paró a pensar nunca en este otoño que se está llevando antes de tiempo las hojas, que nos cierra las puertas a un verano y nos abre los ojos a todo lo que queda detrás del hasta luego, que ha erosionado los lugares por donde solíamos jugar, y toda la esperanza que tenemos es este búnker de hormigón armado con agua para 9 meses.

Al final habrá que reinventar todo lo que conocemos para sobrevivir, nos veremos a nosotros mismos entre calles derruidas y coches oxidados, desterrados del polvo y de la luz, escapando de fantasmas que no hacen ningún ruido, y sentados esperando algún barril metálico de petróleo en el que encender las manos. Y esperar a que se (nos) cure el otoño nuclear.

sábado, 3 de octubre de 2009

Última hora. Desmantelado el comando Videmala

Ana hoy hace 18 años. Bueno, Ana lleva haciendo 18 años unos cuantos días. Bueno, si hacer 18 años es sinónimo de madurar a base de golpes, Ana lleva unos cuantos días haciendo 18 años. Pero pongamos que la efeméride es hoy, ¿vale? Venga, seguimos. Entonces tiene 18 ya. Joder, cómo se nos va el tiempo. Y yo aquí escribiendo cosas, cuando ya le he escrito bastantes gilipolleces. Y lo que es peor, le he dicho muchas más. Ana sabe de sobra que ella habla mucho, pero que ya hablo tanto y más. Cuando me deja. Y cuando no, no es que me calle. El que se calla es David. Yo escribo. David, el bueno de David. Durante dos días fuimos a la vez tres y uno. Pero nuestro piso franco se fue al garete, y ahí la tienes. Ana siempre ha querido salvar el mundo. Porque en algún momento de su vida o bien se tragó a una niña, o bien se secuestró a sí misma con 7 años, y se dejó ahí dentro. Entonces la oyes hablar como tal, como si esos 7 años fueran para siempre. Y claro, quiere salvar al mundo. Yo le digo que sí, coño, que salvar al mundo no es ir de bata blanca por ahí, pero para quitarle definitivamente los mitos me la llevo a ginecología. En fin. Que Ana tiene 18 años. Y eso es algo que no se puede volver atrás. Hay tantas cosas en esta vida que no pueden volver atrás. Como irse o venirse. Como quedarse. Ella se queda aquí, en este pueblo que no es nuestro pueblo. Porque en nuestro pueblo, el de verdad, podríamos pasarnos toda la vida. Pero ella quiere que no nos quedemos con un rebaño de ovejas, siendo otros fiesteros más que van por la comarca de Mayo a Octubre. Que eso es de perdedores. Y ella tiene que salvar el mundo. Yo tengo mis metafísicas teorías de que salvar el mundo empieza por salvarte a ti mismo, pero como eso aún no lo he comprobado, no deja de ser una teoría. Ella quiere salvar al mundo. Y tiene 18 años.

viernes, 2 de octubre de 2009

Golpe de estado

Me pondré en pie después de toda esta guerra, después de esta estúpida transición en la que estamos metidos, silenciando todos los movimientos, todas las operaciones, a pesar de que conocemos a los contactos, a los espías y los contraespías. Me pondré en pie después y quizá no alce la voz, porque no soy de esa clase de valientes ni llevo los galones necesarios encima de los hombros. Estos juegos en la sombra nos divierten, y lo sabemos, pero llegará un día en que tengamos que salir al medio de los focos a dar la cara, cuando no valgan arrepentimientos ni vueltas atrás. Tomaremos el poder, recurriendo a la fuerza si fuera necesario, aunque espero que no haya que derramar ni una gota [de sudor] en este affaire que nos mantenemos. Pero paciencia, paciencia. No ha llegado el momento de sacar los tanques a la calle, ni mucho menos de desenvainar, por ahora es el momento de permanecer silentes detrás de la frontera, en actitud hostil, jugando a la desinformación y que los diarios publiquen en primera plana noticias al respecto de cualquier otro conflicto desarmado que tenga lugar en escenarios alejados de nuestras calles. Luego vendrán los tiempos duros, o los buenos tiempos, pero por hoy propongo que se sienten, coño, y que disfruten de la función que representamos. Y a lo mejor al final hasta firmamos pactos encima de algún capó. O en el asiento de atrás.

jueves, 1 de octubre de 2009

Wake me up when september ends

Iba a escribirlo en plan de triste. De jodido. Como asumiendo que esta mediodía me he echado a llorar encima de un plato de alubias con arroz [boys-don't-cry]. Y de pronto me he preguntado que si iba a servir para algo. Si me iba a solucionar la vida, si mi adolescencia retardada se iba a ir a menos, si mi niña no se iba a ir, y mi chica no me iba a dar la patada. La verdad que no. Así que ataco donde funciona.

Wake me up when september ends. No la tocaron. Me llevé más hostias que en la vida, y a la segunda canción estaba sudando como un pollo, pero salí en éxtasis del Palacio de los Deportes después de berrear como una nenaza con Billie Joe. San Bernardo 107, 11.7 tiene las mejores vistas de todo Madrid, o eso me parece. Y el Penta no está en declive, ni en auge. Sólo está. Y Paz mola, siempre mola, después de todo este tiempo.

Luego llegaron los días de vino y rosas [robadas]. Las novatadas a dos, los secuestros indiscriminados a peluches y torturas con agua fría, sin ánimo de hacer confesar. Las sorpresas, que como se descubre al final del guión pueden ser agradables o no serlo.

Y se fue, se fue el septiembre más largo que hemos tenido, que empieza con un examen a deshoras, que se retuerce como una serpiente entre aquí y allá, entre arriba y abajo. Y ha estado bien. Ahora viene todo lo demás, todo lo que ya conocemos, y lo que no también.