Iba a escribirlo en plan de triste. De jodido. Como asumiendo que esta mediodía me he echado a llorar encima de un plato de alubias con arroz [boys-don't-cry]. Y de pronto me he preguntado que si iba a servir para algo. Si me iba a solucionar la vida, si mi adolescencia retardada se iba a ir a menos, si mi niña no se iba a ir, y mi chica no me iba a dar la patada. La verdad que no. Así que ataco donde funciona.
Wake me up when september ends. No la tocaron. Me llevé más hostias que en la vida, y a la segunda canción estaba sudando como un pollo, pero salí en éxtasis del Palacio de los Deportes después de berrear como una nenaza con Billie Joe. San Bernardo 107, 11.7 tiene las mejores vistas de todo Madrid, o eso me parece. Y el Penta no está en declive, ni en auge. Sólo está. Y Paz mola, siempre mola, después de todo este tiempo.
Luego llegaron los días de vino y rosas [robadas]. Las novatadas a dos, los secuestros indiscriminados a peluches y torturas con agua fría, sin ánimo de hacer confesar. Las sorpresas, que como se descubre al final del guión pueden ser agradables o no serlo.
Y se fue, se fue el septiembre más largo que hemos tenido, que empieza con un examen a deshoras, que se retuerce como una serpiente entre aquí y allá, entre arriba y abajo. Y ha estado bien. Ahora viene todo lo demás, todo lo que ya conocemos, y lo que no también.
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