sábado, 28 de febrero de 2009

Disco del mes: Kamikaces enamorados


Mi propósito de estudiarme un disco al mes casi no llega a buen término, por razones de diversa índole. Pero venga, ahora que igual me ponen a currar en un podcast para Radio Upsa y que pincharé alguna noche en el Lado Oscuro, haré que entiendo de música.

Disco: Kamikaces enamorados
Artista: Quique González
Año: 2003
Quique González sí que es un grande. Y si no le quereis reconocer su trabajo porque canta como si estuviera estreñido o desganado, me la trae al fresco. Un tipo que rompe un contrato con discográfica, que se la monta casi casi él solito (Varsovia!!records junto a Carlos raya), y que produce un par de discos así antes de cansarse, merece al menos un reconocimiento.

El primero de estos discos que Quique hace Peleando a la contra, basándose en el recopilatorio homónimo de Bukowski, es el susodicho Kamikaces enamorados. Un disco parco, sencillo, intimista. Sin batería, sin más hostias que las guitarras acústicas y pianos, un disco suave pero a pelo. Con canciones lentas, algunas instrumentales, de las que llegan hasta el fondo. Un disco para escuchar en tardes tristes, un disco para recordar, un disco a paso lento pero seguro.

Kamikaces enamorados, una balada del imposible, abre el telón. Canciones para recordar la infancia madrileña (Palomas en la Quinta, Calles de Madrid), las instrumentales intimistas con la guitarra Slide de Carlos Raya (Nana, Siesta en la frontera...).

Disco para oir sin prisa, sin expectativas, sabiendo a lo que te enfrentas, y a que, digan lo que digan, Don Enrique González es un grande.

viernes, 27 de febrero de 2009

El Punk no ha muerto


Saliste de una nube de porros
y me comiste los morros


Un ultra del Xerez, su novia y otra amiga punkarra nos arrinconan a Sir Kronen y a mí en la Bodeguilla. Cánticos de fútbol, cerveza, puta Cádiz [oé]. La punki enana me pilla por banda y empieza a contarme todas las veces que le han pegado palizas los cerdos, y que si en el instituto la marginan. Y a mí qué me cuentas, si yo sólo he venido aquí para hablar de mi libro. Entonces a la novia del ultra se le muere por teléfono la madre de una amiga. Entonces al ultra se le ocurre decir: joder, la gente no tiene otro momento para morirse. Entonces la punki se empieza a liar un cigarro. Entonces el ultra decide divertirse liándonos. Entonces ya no tengo amigos, estoy rodeado de ijoputas algunos me quieren partir tres costillas porque se han quedado con mi cara, algunos sólo deciden reirse a mi costa. Y venga, no veo por qué no, si le molas y te mola, no te vayas a quedar con las ganas. Y venga, que el chico parece buena gente, aunque tenga esos rizos y no una cresta teñida. Y si no le parto las piernas que me he quedado con su cara. Que no, hombre, ríete. A todo esto, yo sonreía y repetía sin problema como si me hubiese vuelto mononeuronal. Llegado cierto momento de la noche el cabreo del ultra fue en aumento, nos separó de la manada y nos incitó a la conservación salvaje de la especie. O sea, a que nos follásemos. Nos junto con portentosa fuerza las cabezas, ante lo cual yo dejé hacer, y ella opuso cierta resistencia. Vaya, resulta que no soy suficientemente pintas para la punki. Y que busca algo serio, qué cosas tiene la vida. Y el ultra diciendole que una noche es una noche. Y yo diciendo que joder, anda que no hay noches ni ciudades desde Jerez hasta aquí. El resto fue una huida descarada, una persecución constante y cierta demencia por Herreros, entre los encuentros afortunados, las alusiones antinazis y ganas de repartir hostias. Acabamos comentando la jugada meando en un callejón sin ser cazados por los municipales. Y es que el punk habrá muerto, pero no se le ha olvidado. Y en esta ciudad son estrechas hasta las liberales.
¿Te sabes aquella de Non servium?

Radiofórmulas

Ahora voy a ser uno de ellos, porque puede ser tres dos o uno, y tú y yo lo sabíamos, escribo los guiones en hojas cuadriculadas, me toca aprenderme mariconadas, preguntarle a Nacho cien veces en el Vagalume "quién coño es este que canta", o hacer lo propio con Carla y Teresa, tendré que escuchar todo lo que me pase David G. por el messenger, sus americanadas, a lo mejor hasta tengo que escuchar a LODVG sin que me salga urticaria, hacer como que entiendo de esto. Fíjate si será grave la cosa que igual me hago de la UPSA, para variar. Y, de acuerdo, quizá nunca oiga mi voz en las ondas, quizá no llegaré más allá del podcast. Ponerle de nuevo la banda sonora de nuestras vidas, aunque no tenga un nuestras. Entonces, sólo entonces será cuando tenga que ponerme los Pioneer de 30 euros que me he clavado, dejar la calle y subirme a la cabina del Lado Oscuro a marcar un par o tres temas de los que de verdad me pongan. Y reirme, reirme mucho, como hace tiempo que no hago, puede ser que Ángel Álvarez esté con el Vuelo 605 en algún lado, surcando el cielo, y yo haré un programa entero sobre Alan Parsons, y dejaré descansar en paz a tanta gente que las cosas quizá entonces tengan sentido.

sábado, 21 de febrero de 2009

Alunizaje

Dicen que está jodida la crisis, que se hunde el mundo, y me entran ganas de agarrar el Land Rover y preparar un alunizaje en la primera que pille con buen escaparate, a reventar de cristales la noche, y luego blanquear dinero de diamantes en partidas ilegales en semisótanos de humo oscuro flotando sobre nuestras cabezas, me dan ganas con los jodida que está la cosa de empezar a pintarlo todo como si fuera una película en dos dimensiones, o hablar con las botellas, como el policía de Chungking Express, desdibujarlo todo como los árboles que dibuja Báez Mezquita que me hipnotizan los sábados por la mañana, aprender de una vez a tocar[te] la guitarra y vámonos de esta habitación al espacio exterior que Enrique da conciertos en Nueva York para Rock&Gol y el público sigue enloqueciendo, mientras yo me hago cada vez más cuerdo con cada vez más cuerdas a la espalda, que no se liberan hasta que no se cansan, entonces qué coño hacemos con esta crisis, si es que es una crisis y no una especulación, porque, sabes, a mí la crisis en el fondo ni me va ni me viene, vivo cojonudamente mi vida acomodada siendo un sumidero de euros para mis progenitores, y mi padre, ahí lo tienes, al borde del ataque de ansiedad en su sucursal, donde nunca sufrirá un alunizaje por estar en una calle peatonal, pero ahí está, leyendo webs que auguran el fin de la economía, y tiene pensamientos del final, y al comienzo lo único que hacemos es temer, y temer, esto no puede ser así, si en realidad supieramos todo lo que ellos saben, quién son ellos, dicen por ahí, sí, joder, esos que han hecho la crisis, esos que nos quieren hundir para elevarse sobre nuestras ruinas, y yo te digo nena, y a ti te sienta raro, pues imagínate el día que te diga todas las verdades, entre ellas la de que no tengo un Land Rover para alunizar y que por tanto vamos a tener que afrontar la crisis con una mano delante y otra detrás.

El Jaque Pastor

En cuanto te largas del instituto la enseñanza deja de ser algo en lo que se preocupan por ti para convertirse en algo en lo que incluso te despreocupas. Quizá por eso llama más aún la atención cuando algo o alguien va un poco más allá.
Él tenía la voz aguda y ese acento del Puerto de Mazarrón que el vino [y el whisky] le habían gastado un poco, que el tabaco le había oscurecido. Las mejillas siempre coloradas, incluso olía de lejos a veces si te fijabas. Le gustaban los días de sol, los chistes verdes inteligentes, y las niñas bonitas. Era un jodido grande, que se fue un día de noviembre que llovía en Salamanca. Bueno, en realidad se fue un día de febrero, poco antes del examen [prueba voluntaria autoevaluativa de respuesta unipersonal, como decía él], nos dejó el regalo a cambio de una hemorragia cerebral. Luego dicen que volvió a andar, y luego se acabó. Habría apostado alto q que si se iba alguna vez [porque era inmortal, incluso con su tos de ultratumba] se lo llevaría un buen whiskazo doble. O un Ducados sin filtro, que se largaría a por alguna chica diciéndole que era catedrático de universidad, sacando su sonrisa pícara, su arte de señor.
Él era el parasimpático cefálico, con sus chapas en la bata blanca [Yellow Submarine], la sonrisa abierta y el sentido del humor hasta en los exámenes orales, donde te preguntaba tu procedencia, y te daba oportunidades que a otros muchos cabrones les habrían resultado insultantes. Nunca le habría puesto la edad que rezaba su esquela. Le echaba muchos más, quizá por lo arrugado que estaba. Me enteré después de acabar de que era cuñado de uno de los amigos de mi padre, así que nunca tuvimos oportunidad de hablar al respecto. De todos modos, de lo que siempre quise hablarle fue de los Beatles.
Porque él tenía los huevos, y tenía los detalles. Y he olvidado casi todo lo que aprendí, pero no olvidaré cuando comenzó la Anatomía del corazón con un corte de "Amanece que no es poco". Y la foto que nos hicimos juntos a la puerta de la facultad, emulando al club de los Poetas Muertos, que será de lo poco que conservemos de aquí a treinta años.
No creo que con todo esto os lo podais imaginar demasiado bien. Yo no aspiro a imaginarlo bien, sólo aspiro a que no sea olvidado rápido, porque nunca le dedicarán un aula ni una placa, como a esos supuestamente grandes por escribir manuales que sólo sirven de pisapapeles. A él, de cualquier forma, se la habría soplado toda esa parafernalia estúpida. Porque esos otros son la clase de tipos que no van a tener que afrontar un jaque mate en esta partida, y a Pastor se le fueron todas las fichas demasiado rápido.
De tirárselas a las tías. Así se van los grandes.

viernes, 20 de febrero de 2009

Rocknrolla

"La gente pregunta: ¿qué es un rocknrolla?[...]
Es mucho más que eso, amigo mío; a todos nos gusta la buena vida.
A unos el dinero, a otros las drogas, a otros el sexo, el glamour o la fama.
Pero un rocknrolla es diferente. ¿Por qué?
Porque un auténtico rocknrolla quiere el pack completo"

La última película de Guy Ritchie te lleva a ese mundo que quieres pero que tú, como yo, marica aburguesado, te conformas con ver desde el sillón de tu casa, mientras ahí fuera están el sexo drogas y rock and roll, pero dices envidiarlo. ¿Lo envidias de verdad? ¿Lo deseas? Adelante, coge una pipa, coge una guitarra y vete a los barrios llenos de mierda, a pasarlas putas, a recibir palizas, halagos y sobornos.
Luego compras entradas para conciertos en tercera fila, coreas canciones. Te pasas las noches hasta que amanece en bares, te metes lo que sea, y sacas lo que puedas. Si tienes suerte, acabarás con los calzoncillos en los pies en cualquier cama que no sea la tuya y con Trichomonas vaginalis , y con un poco de suerte a la mañana siguiente ni te acordarás. Pero no, no serás un rocknrolla. Ni siquiera serás otro hijo de Satanás, generación beat, Hank, llámalo x. Qué fácil querer ser, qué fácil hablar, qué fácil envidiar. Lo difícil es empezar, ser, creer más en ti que en nadie, lo difícil es equivocarte y hacerlo mejor la próxima. Lo difícil es ser un rocknrolla, chaval, ni tú ni yo hemos nacido para esto.

sábado, 14 de febrero de 2009

Si tú te vas

Porque me sigo pasando por el forro los días comerciales. Porque me sigo acordando del rock'n roll cuando Dios era Dios y tenía pelo.


Si tu te vas - Platero y tu

viernes, 13 de febrero de 2009

Cerca(dos)

Ellos eran dos líneas que se alejaban y se acercaban irremediablemente, de una forma divertida de ver. Verdaderamente, sólo conocía a la mitad de ella, así que todo lo que llegué a saber era un cuarto de la historia. Pero me interesaba, como todo lo que no conozco.

Él tenía la cabeza enmarañada, por dentro y por fuera. Él se daba al caos, pero vivía dentro de un orden no establecido, no escrito. Le faltaban raíces, y le sobraban ramas, así que supongo que más de una y más de dos veces el viento casi le tira, pero era duro, disparaba al centro y no solía fallar.

Ella también se enmarañaba la cabeza, pero en otro orden, otro sentido, otro color. Miraba el mundo desde arriba, sin pretenderlo, no la juzgueis sin conocerla. Caminaba por ciudades que no son la suya de noche, pisaba en rojo y soñaba de Cádiz, nunca la vi fuera de hora sin una copa en la mano.

Él se las jugaba, aunque siempre pareció seguro sobre sus pies. Pero tenía ese hilo, esa cuerda floja, que nadie más veía, y le gustaba, claro que sí, le gustaba jugársela. Sobre todo con ella. Ella, tantos nombres, tantas caras, ella. Camiseta blanca, un ojo pintado, Kubrick, y luego se chutaba con Bowie.

Ella también se las jugaba, pero cada vez menos. Cada vez menos, y no porque no quisiera, porque luchó, lo vi, lo vimos todos, pero se iba callando. Entonces se sentaba y veía la vida en verde, pasar. Ella de vez en cuando lloraba, cuando los lunes iban mal y no se acababan, o eso cuentan, yo no la vi nunca.

Pero vine a aquí a hablar de ellos. Ellos, atados encima de las sábanas sin cuerdas, sin ropa, sin sábanas. Ellos, a los lados de un teléfono gastando los viernes por la noche en que no estaban juntos, pero tampoco se separaban. Cenaban, bebían, follaban. Tenían sus momentos. Ellos no eran descriptibles de modo geométrico, porque se alejaban entre senos y tangentes de modo que no repetían sus funciones periódicamente, sino que se encontraban casi por azar, si cabe el azar en este zulo de ciudad.

Él tenía un escudo para dormir, y a veces se le olvidaba puesto al despertarse, y paseaba las calles y las barras de bar sin más que esa sonrisa de delincuente juvenil, sin carnet y coches caros a más velocidad de la permitida. No es que estuviera fuera de la ley, no lo pretendía así, creo que simplemente vivía su vida.

Ella tenía muchos caminos y ningún nudo atado definitivamente, a veces se compadecía y otras era fuerte. Podía ser divertida mano a mano, bebía y vivía como la que más, y la que menos le importaba. Siempre tuvo algo de celos, de lo que fuera suyo, y de lo que quería que así fuera.

En el fondo, de toda esta historia que una vez escuché, lo que me queda claro es que había un "él" y una "ella", pero nunca llegué a saber bien si había un "ellos".

jueves, 12 de febrero de 2009

De ventanas, ratones y águilas.

Hubo una vez, cuando tuve todo [fue una sola tarde, creedme] que creí que podría parar el tiempo y mirar por la ventana como si fuese la mejor última tarde del mundo, y luego nunca vendría ese atardecer en el que nos decimos adiós, hasta la vista, nos encontraremos en el cielo o en el próximo garito que visites a las 5 antes de irte para casa. No, no era eso. Yo iba a contar lo de la vez que lo tuve todo. En mi mano, en mi propia mano, como cuando eres un ratón y te cuelas en un almacén de parmesano, y oyes a todos los gatos ahí fuera maullando, y piensas, que se jodan, ellos tienen una gran cola para mover, y unos ojos brillantes, y yo he estado siempre arrastrandome entre la mierda, las alcantarillas, saliendo en las noches de verano y escondiendome de los barrenderos y del ayuntamiento por las mañanas, eso es todo lo que he sido, y aquí me tienes. Viendo aquella tarde como inacabada, como si de verdad sintiera que era bueno, no va sobre si puedes distinguir el cielo del infierno, va de si alguna vez has estado allí, si tienes amigos o no. De si eres como un águila, zarpas afiladas para agarrarte al último trozo de carne que te lancen, pico dorado y mirada penetrante que domina el juego desde arriba, desde el palo alto, eso es, la pintura es tuya y nada de lo que digan o hagan cambiará el sentido de la ecuación, y mientras tanto yo no paraba de acordarme de la tarde aquella en que lo tuve todo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Rocket man

When you've got nothing to lose


you lose nothing at all







Arnau dice que hay una curiosa nostalgia, la que se siente por lo que no se ha vivido. Yo me quedo con la que se siente por haber pasado por lugares, personas y momentos, y haberte llevado un poco de cada uno. Hay días que me los pasaría enteros viendo fotos.

martes, 10 de febrero de 2009

Cosas que me traje de Estambul



I.No hay fila 13 en los aviones
para no herir sensibilidades
por eso arrancaron de cuajo la pintura
de los Boeing de la AA.
Hay retretes automáticos en Estambul
con grifos para limpiarte el culo
hay partes inacabadas para todo
y hay quien lo da todo por acabado.
Desde la fila 18 me refleja el sol
en el ala, y me ciega
porque hay quien va a Palestina
sólo para aprender
y se duerme después en el vuelo
de vuelta.


II. Es digno negociar la actitud para comprar unos pendientes de plata, incluso podría ser digno negociar unos pendientes de plata, pero hay hambre en las calles, hay niños que piden y venden pañuelos de papel [y su mejor sonrisa] por una sola lira, y entonces piensas qué cojones más dará una sola lira por unos pendientes de plata.

III. Tienen un Starbucks ante el cual
los turistas se detienen , como hipnotizados
[por el hecho de que]
venden todo eso que ya tienes
en tu propia casa, en tu propio país
y sin embargo estás ahí, haciendo cola
para un McTurco mientras
las patatas las fríen con la misma mierda
que en cualquier kebap callejero
pero un poco más caro.

IV. Pensé una noche, borracho, mientras bajaba a los baños de un bar [en el que los turcos nos dejaron poner heavy a patadas, cantar con ellos y gritar que liberen Palestina] que tengo 20 años, y allí estaba, en Turquía, con mis amigos, cantando rock'n roll y riéndonos. Luego, otra noche, borracho, pensé: tengo 20 años, y aquí estoy, en la playa, conmigo y mis circunstancias, corriendo hacia las olas sin mucha idea de si me voy a hundir o me va a llevar la marea hasta Algeciras. Después venían las mañanas de resaca, las ganas de que se acabara el mundo, el miedo de estar solo, y entonces pensaba que tengo 20 años, y tengo Turquía en los ojos, bajo los pies, y en el hígado.

V. Hay miles de Renault Megane como el de mi padre por las calles de Istanbul, las piedras están desgastadas, los tranvías son modernos y las fachadas y las monedas son viejas. Los vendedores hablan de su mundo, las voces, los colores, los olores te entran por los oidos, la nariz y los ojos hasta llenarte de la ciudad que sigue viviendo el eterno sueño de no superar jamás 1940, como si las historias de espías siguieran teniendo sitio en un baño turco, como si un camarero se te acerca y te pregunta dónde conseguiste el palestino que llevas puesto, como si un joyero te regala un colgante de plata alegando la honestidad de sus ancestros. Mi abuela habría tenido un lugar de excepción en ese Istanbul donde sobrevuela cinco veces al día la voz de los muecines llamando a la oración desde altavoces acoplados a los cientos de minaretes de la ciudad. Es una ciudad mucho más viva que cualquier ciudad de esas que se denominan cosmopolitas solo por tener lugares cool de fiesta y tiendas caras. Y es que allí lo que está viva es la gente de cada día. Los que te sonríen y los que te ponen malas caras. Me llevo cosas de Istanbul, y algo me dejo en Estambul, seguro. Mínimo unas 300 liras. Té, café, bazares, coranes, libros, coches, gente, caos. Asia a un lado, al otro Europa.