jueves, 12 de febrero de 2009

De ventanas, ratones y águilas.

Hubo una vez, cuando tuve todo [fue una sola tarde, creedme] que creí que podría parar el tiempo y mirar por la ventana como si fuese la mejor última tarde del mundo, y luego nunca vendría ese atardecer en el que nos decimos adiós, hasta la vista, nos encontraremos en el cielo o en el próximo garito que visites a las 5 antes de irte para casa. No, no era eso. Yo iba a contar lo de la vez que lo tuve todo. En mi mano, en mi propia mano, como cuando eres un ratón y te cuelas en un almacén de parmesano, y oyes a todos los gatos ahí fuera maullando, y piensas, que se jodan, ellos tienen una gran cola para mover, y unos ojos brillantes, y yo he estado siempre arrastrandome entre la mierda, las alcantarillas, saliendo en las noches de verano y escondiendome de los barrenderos y del ayuntamiento por las mañanas, eso es todo lo que he sido, y aquí me tienes. Viendo aquella tarde como inacabada, como si de verdad sintiera que era bueno, no va sobre si puedes distinguir el cielo del infierno, va de si alguna vez has estado allí, si tienes amigos o no. De si eres como un águila, zarpas afiladas para agarrarte al último trozo de carne que te lancen, pico dorado y mirada penetrante que domina el juego desde arriba, desde el palo alto, eso es, la pintura es tuya y nada de lo que digan o hagan cambiará el sentido de la ecuación, y mientras tanto yo no paraba de acordarme de la tarde aquella en que lo tuve todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bufffffffff...genial.Si este texto hubiera estado escrito en porteño, hubiera jurado que es de Cortazar.Enhorabuena.