sábado, 21 de febrero de 2009

El Jaque Pastor

En cuanto te largas del instituto la enseñanza deja de ser algo en lo que se preocupan por ti para convertirse en algo en lo que incluso te despreocupas. Quizá por eso llama más aún la atención cuando algo o alguien va un poco más allá.
Él tenía la voz aguda y ese acento del Puerto de Mazarrón que el vino [y el whisky] le habían gastado un poco, que el tabaco le había oscurecido. Las mejillas siempre coloradas, incluso olía de lejos a veces si te fijabas. Le gustaban los días de sol, los chistes verdes inteligentes, y las niñas bonitas. Era un jodido grande, que se fue un día de noviembre que llovía en Salamanca. Bueno, en realidad se fue un día de febrero, poco antes del examen [prueba voluntaria autoevaluativa de respuesta unipersonal, como decía él], nos dejó el regalo a cambio de una hemorragia cerebral. Luego dicen que volvió a andar, y luego se acabó. Habría apostado alto q que si se iba alguna vez [porque era inmortal, incluso con su tos de ultratumba] se lo llevaría un buen whiskazo doble. O un Ducados sin filtro, que se largaría a por alguna chica diciéndole que era catedrático de universidad, sacando su sonrisa pícara, su arte de señor.
Él era el parasimpático cefálico, con sus chapas en la bata blanca [Yellow Submarine], la sonrisa abierta y el sentido del humor hasta en los exámenes orales, donde te preguntaba tu procedencia, y te daba oportunidades que a otros muchos cabrones les habrían resultado insultantes. Nunca le habría puesto la edad que rezaba su esquela. Le echaba muchos más, quizá por lo arrugado que estaba. Me enteré después de acabar de que era cuñado de uno de los amigos de mi padre, así que nunca tuvimos oportunidad de hablar al respecto. De todos modos, de lo que siempre quise hablarle fue de los Beatles.
Porque él tenía los huevos, y tenía los detalles. Y he olvidado casi todo lo que aprendí, pero no olvidaré cuando comenzó la Anatomía del corazón con un corte de "Amanece que no es poco". Y la foto que nos hicimos juntos a la puerta de la facultad, emulando al club de los Poetas Muertos, que será de lo poco que conservemos de aquí a treinta años.
No creo que con todo esto os lo podais imaginar demasiado bien. Yo no aspiro a imaginarlo bien, sólo aspiro a que no sea olvidado rápido, porque nunca le dedicarán un aula ni una placa, como a esos supuestamente grandes por escribir manuales que sólo sirven de pisapapeles. A él, de cualquier forma, se la habría soplado toda esa parafernalia estúpida. Porque esos otros son la clase de tipos que no van a tener que afrontar un jaque mate en esta partida, y a Pastor se le fueron todas las fichas demasiado rápido.
De tirárselas a las tías. Así se van los grandes.

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