martes, 31 de mayo de 2011

La amarga lucha del pepino

Españoles todos.

En estos días oscuros en que esos hijos de nibelungos y encarnizados enemigos de la raza hispana prohíben la venta del Pepino Español y censuran nuestra política vacacional,por pura envidia, y por parecerles todos bajitos, morenos y bigotudos, yo os llamo a la más profunda indignación. A la insurrección.

Abajo los perroflautas de las plazas públicas, enviemoslos en buques mercantes al puerto de Hamburgo con cargas letales de hortalizas contaminadas por bacterias fecales. No puede haber mayor honor para ellos que este servicio a la madre patria.

Hundamos los medios de prensa y propaganda judeo-masónico-socialistas que, infiltrados en nuestra sociedad, tratan de minarnos la moral con titulares equívocos e insultantes tales que "La atleta Elena Espeso declara no haber comido pepino" o bien "La bacteria E.Coli se pasa al lado oscuro". Sólo tratan de boicotear la moral de nuestro pueblo por medio de la mofa, befa y escarnio.

¿Y qué decir de semejante teutona que comanda la tropa aria, la Chancillera Merkel? Poco se puede añadir a su política de evidente destrozo, cuyo único objetivo clarividente es la conquista del territorio mallorquín que otrora Jaime I hizo nuestro por la gracia de Dios. Es reseñable el hecho de que la señorita Ángela no ha probado pepino español, pues de haber sido así no habría querido otro sabor ni amargor, como han hecho muchas de sus compatriotas felizmente destinadas en suelo ibérico, que dan fe de la afamada calidad de nuestros pepinos.

Así pues, españoles, españolas, yo os llamo al consumo del Pepino Español y de las vacaciones veraniegas, habida cuenta del contrastado éxito de ambos, y de que la enorme calidad y magnitud de ambos productos hace que quien prueba, ya no quiere otro.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Indignaos


Supongo que los estais oyendo. Nos tienen miedo. Hemos callado tanto tiempo, tanto tiempo. Esta voz que surge ahora del pueblo no entiende de ideologías, ni de edades, ni de razas. Es la voz universal, la que tan pocas veces se escucha. Es la emoción que siento mientras escribo esto. La de mis ya antiguos 16 años, que ahora es real, es demócrata, es coherente, es más calmada pero aún es ardiente. Supongo que los oís. Nos tienen miedo, porque estamos indignados y conocen sus pecados, sus errores, saben que nosotros, el pueblo, somos sus jueces, y que esto tiene que cambiar. Que esto va a cambiar. Hemos salido a la calle, porque la calle es nuestra, y no vamos a dejar que nos la roben de nuevo. Indignaos, pero no con ira y violencia. Indignaos con la fuerza pacífica de la ola que tiene que barrer la basura de la playa. De esa misma playa que, no os engañeis, siempre ha estado debajo de los adoquines.

domingo, 15 de mayo de 2011

DSK y el sexo.



DSK pidió una puta a su servicio de confianza. Al mismo prefijo de siempre, al mismo número de siempre. A DSK le gusta mucho que se la chupen. Le gusta hacer el enchufe. Le gusta pegar unas buenas hostias antes de correrse, por eso DSK no quería una cualquiera, por eso DSK, que puede permitirselo, quiere lo mejor. Lo quiere todo. Y lo quiere ya. Porque lo puede todo. Y lo puede ya. DSK pidió una puta, y esperó desnudo en su suite de 3000 dólares. La puerta se abrió. Qué cojonudo, iba vestida de camarera. DSK se puso cachondo en el acto. Lo quería ya, lo podía ya. Así es el dinero, así es el poder. Te pone cachondo. Pero el poder con una puta disfrazada de camarera es aún mejor. Así que la agarró, la agarró y empezó. Y ella se resistió. DSK estaba a punto de reventar de placer. Iba a correrse sin tener ni siquiera que meterla. Le traen una puta vestida de camarera que encima se le resiste. Vamos a tener que subirle el sueldo a los de la agencia. Se lo han currado, joder. DSK pasa al ataque en la habitación. Y ella se resiste. Oh, dios. DSK pasa al ataque en el baño. Eres una chica muy muy mala, ¿sabes? Eres muy mala, pero monsieur DSK te va a enseñar cómo respetar a un tipo con honores de jefe de estado. Monsieur DSK te va a enseñar que los franceses son todos ahijados del Marqués de Sade. Te voy a encerrar en el baño. Pero ella se va, se acaba yendo con el delantal medio arrancado. Se va, y monsieur DSK se queda en la habitación, y la erección se va bajando. Y se sienta en la cama, y piensa que no tiene inmunidad diplomática, pero que el aeropuerto JFK no está tan lejos. DSK se sube a un avión que le devuelva a París,aún asumiendo que el Euro está al alza, donde ya se conoce de sobra la cara de todas las putas, y no volverá a confundir a ninguna con una camarera de hotel que pueda denunciarle por agresión sexual.

Demasiado tarde (I)

Las lágrimas eran de risa
el cansancio era de placer.
(Los Suaves)
I.

Algún día sabrás cómo llegué aquí. Sabrás la historia de cada herida, de cada cicatriz, de cómo aprendí a leer los hombros en braille. La línea del tiempo, de este tiempo lluvioso pero sublime. De cómo hemos cambiado a cada paso, a cada bache. De todo lo que he callado y lo que he gritado. La historia natural de cada error y el espejo del triunfo. El peso de cada decisión. La libreta que ya he escrito con lo que he aprendido y todos los libros que aún me quedan por memorizar, que se agolpan en la estantería aún envueltos. Esta es una historia que no sé si es triste, pero que al menos es cierta. Yo no sé cómo llegué aquí, pero estoy dispuesto a inventarme una buena historia si te quedas a escuchar. Las mentiras como sinónimo de cada silencio, las cartas sin respuesta de la asociación de vecinos, las hierbas que invadieron la finca y las flores que crecen cada año sin tener que regarlas. No ha habido ninguna casualidad. Los números y el azar no forman parte de este juego.

Todo empieza con un viaje de vuelta en tren de Lisboa. El padre de Lefrère había muerto y yo era el encargado de llevar los papeles en mi maleta. Si pudiera nombrarte cada sentimiento que me surgía al mirar por la ventana del vagón. Pero no quiero hacer eso. Quiero hablar de los papeles que nunca leí. Ferreira se quedó en el andén de Santa Apolonia, sabiendo que quizá no nos veríamos más. No movió un músculo. Yo tampoco. Habíamos cambiado nuestros regalos de Reyes, habíamos tomado café viendo el mar, había comprado pasteis de Belém para llevar de vuelta. ¿Volvería a ver a Ferreira? Quise pensar que sí, mientras cruzábamos los ríos y los puentes, los campos y los pueblos blancos con eucaliptos. Poco a poco se hacía de noche. Nunca leí los papeles, ¿para qué? Eran suyos, no era mi derecho. Seguro que había muchos nombres y mucho dinero. Pero ese no era mi trabajo.

Entonces vino la llamada. Y con la llamada la bola de acero en el estómago. El sudor más frío que jamás he sentido. Los pelos como escarpias, y todo lo que había sabido o creído saber hasta entonces, perdía sentido, todo se cayó al suelo. La misión cambiaba de rumbo, pero yo estaba encerrado en aquel tren durante unas cuantas horas más.