jueves, 30 de abril de 2009

El mundo está loco, loco, loco

Los medios avisan de la pandemia. Las calles de México DF están vacías, pero al mismo tiempo las autopistas españolas son arterias a punto del embolismo. Nadie te ha contado que en Zimbabue muere gente de una epidemia de cólera. Nadie ha mirado la marca de las mascarillas que se agotan en las farmacias, y las autoridades decretan el estado de pánico con un gesto tan simple como retirar de las farmacias el Tamiflu. Por ahí se oyen cosas, los telediarios no informan, se limitan a poner una serie de impactantes imágenes en cadena, para provocar tu escalofrío, para llevarte a un mundo irreal de miedo en el que lo mejor será quedarte en tu casa disfrutando del puente consumiendo vía telefónica, porque además se comenta que hay crisis. Crisis que se va destapando cortina tras cortina de humo, crisis que va atenazando las gargantas que ahora parece ser que van a atenazar la gripe porcina y los atascos en el puente. Los políticos figuran en televisión de la misma forma que dicen que Lope de Vega escribía cada mañana una obra de teatro y se estrenaba esa noche. Algún día se pasarán a torear a las óperas de Bizet. En la calle hay droga, hay Logse y hay coches tuning, hay motivos para la preocupación haya donde mires.

Pero cierras los ojos, y dices: joder, el mundo está loco, loco, loco. Y deberías, como mínimo reirte.

Tinta de verano

y la tinta desaparece entre
el papel cuadriculado
escondiendole la cara al norte
al norte de una tarde que

como miles más
se escapa al oeste
desde que el mundo es mundo
desde que alguien dividió los
cuadrantes cardinales
y trazó las fronteras
que ahora desaparecen también
entre estos cuadros, engullidos
por la tinta

tragados por mis palabras capaces
de volar por encima de muros y ventanas
que se cierran por placer
pero que terminan siendo el
final de los sueños
de las vidas
de las tardes que,
como yo hoy,
se escapan al oeste.

Un año ya

Hoy hace un año publiqué por primera vez en este blog. Las cosas no han cambiado mucho por aquí desde entonces. Quizá no tenga mucho que decir, o quizá lo tenga que decir todo aún. Muchas gracias al grupo de internautas y amigos que me leeis, por vuestras palabras de vez en cuando, o vuestros comentarios.
Seguiremos en la brecha, con el permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide.

domingo, 26 de abril de 2009

Claveles para un 25 de abril

Nací a treinta kilómetros en línea recta de esa frontera, pero visité Lisboa en el vientre de mi madre, en un verano de 1988 donde pegaba el calor, catorce años después de la revolución. Una revolución de un día de abril en el que un ejército harto de una guerra ultramarina por unas colonias donde moría gente sin remedio, le da el poder al pueblo después de casi cincuenta años.

Nací a treinta kilómetros de esa frontera como podía haber nacido al otro lado, por eso nunca me quejo, nunca me siento superior, y sí que me siento agradecido. Agradecido a ese arroz de grano fino y sabor ácido, a ese bacalhau com batatas. Agradecido a alguna camiseta de marcas falsas, a algún chándal brillante y a muchas deportivas baratas de mi infancia.

Lisboa en el vientre de mi madre. Mis primeras vacaciones en Aveiro, mi primer recuerdo ese faro de Barra. Mi entrada en la adolescencia en Oporto, mi última locura de ella también allí. Portugal es verano, es sueño, es sol y es huída hacia el atardecer, Portugal me llama y me ata, como describen los tenistas que la raqueta es parte de su brazo, igual lo es la patria portuguesa de mi tierra, por eso la siento como mía. O me siento como suyo.

Porque es un pueblo humilde pero sincero, con esa sonrisa en la boca, con esa picardía de marinero y mano ruda de labrador. Con esos acordes de Amalia Rodrigues como único e infalible himno, con un Opel Corsa blanco o un Audi A3 Sportback en vías rápidas o autopistas de pago, yo me quedo contigo, Portugal.

Porque, entre otras cosas, un día de abril de 1974 sacaste los tanques para liberar al pueblo, en lugar de para esclavizarlo. Y luego hay quien se pregunta que por qué claveles para una revolución...

viernes, 24 de abril de 2009

Caminar cuesta arriba


A mi equipo se le han puesto las cosas de cruz, con el viento de proa, y con toda esa clase de metáforas deportivo-periodísticas que el Marca puede utilizar para decir que las cosas van mal. Mi equipo está ahí, luchando por ascender, como suelo hacer yo, que siempre voy una división por debajo de todo lo bueno, o al menos siempre por detrás. Mi equipo va, como Bukowski, luchando a la contra y por eso merecen como poco respeto. Tengo amigas en ese equipo, tengo conocidas, incluso tengo gente que me mira mal pero que me cae bien. Tengo ilusión y fe en ese equipo, porque en esta vida dicen que vale la pena al menos con tener una pasión, y es triste no tenerla, de hecho.

Este sábado se juegan un año entero de pasta, entrenamientos, ánimos y demás familia de cosas que te ponen la responsabilidad sobre los hombros. Además, se la juegan fuera de casa, donde escuecen las cosquillas, contra el coco del grupo. Se la juegan sin nosotros, pero nunca solas. Nosotros, yo, y los que han estado ahí todo el tiempo (Derte, Robus) creemos, no hemos dejado de hacerlo. Las cosas están jodidas, pero nunca es imposible.

Podrán perder, o ganar. Pero no van a rendirse nunca. La motivación viene y se va, el éxito es efímero, desde luego y además es mal compañero de camino. Yo sé que no van a fallar. Carla, Dánae, Aitana, todas. Compartimos el mismo sueño, y a lo mejor compartimos la misma decepción. Porque esto es un juego a cara o cruz.

domingo, 19 de abril de 2009

Grandes éxitos

Llega un día que echas la vista atrás. Y luego dices aún me queda mucho por hacer. Incluso te sorprendes.

jueves, 16 de abril de 2009

Love lies bleeding

Le dije "de acuerdo, pero déjame que te compre una rosa" y me respondió que no era lo habitual. "Ya, pero yo no soy habitual ni tú tampoco lo eres", mientras me vestía, mirando por la ventana.
- A veces pasa,- me dijo, e hice el silencio- que llegas y piensas que todo ha cambiado. Pero te equivocas, porque tdo sigue igual.
- ¿Entonces...?
- Quien ha cambiado eres tú, ¿no te habías dado cuenta?
No, no me había dado cuenta, cómo me iba a dar cuenta de nada si estaba en calzoncillos sentado encima de la cama, y ella estaba a punto de largarse.
- De acuerdo- claudiqué por segunda vez-, pero no puedes irte así como así. Me niego. Porque nunca antes he tenido a nadie como tú por aquí, ¿sabes? Vale, quizá tengas razón - me derrumbaba poco a poco- y yo habré cambiado, pero esto no estaba así antes, eres tú la que lo ha cambiado de arriba abajo. El orden que necesitaba.
- Me idealizas. Sólo hice mi trabajo.
Cómo me jodía cuando se menospreciaba de esa forma. Nunca me consideré un tipo duro, no podía soltarlas como Bogart o agarrarlas como Tony Curtis, pero mis estúpidos modales de caballero me sobraban para saber que no era así, que no sólo hizo su trabajo, para mí (al menos para mí) era algo más.
- No fue sólo tu trabajo. otras llegaron, lo hicieron y se fueron, frías y malencaradas. Ni una palabra. No quisieron ni siquiera uno de mis cigarrillos. "Estoy de servicio", decían, como si dirigiesen el tráfico o persiguieran a delincuentes, y se iban. yo me quedaba igual de solo que antes, igual que me ves ahora. Así que puede que te moleste, pero voy a bajar y te voy a comprar una rosa.

Comprendo que visto desde fuera el gesto pareciera burdo, incluso desesperado. Pero, para mí, era sólo eso, un gesto, nada más. Ella lo hizo bien, y yo sé que no era ninguna de esas que espera una palmada en la espalda al acabar, de las que buscan un reconocimiento por [simplemente] hacer su vida.
La dejé en la habitación, riéndose de mí, y bajé a la calle que empezaba a despertar a las 10 de la mañana con esa luz que tiene esta ciudad de piedra amarilla y calles mojadas. Tras varios intentos, alguien me recomendó una floristería en la calle tal.
- Hola, buenos días. Quería una rosa roja, una sola.
La florista se sonrió, con esa cara maternal de quien ve a un adolescente enamorado por primera vez, y me dijo, casi con ternura:
- La quieres mucho, ¿verdad?
Ante lo cual puse mi peor cara de perros, pero no sin educación le respondí.
- No he llegado a conocerla del todo. Pero sólo sé que de las cuatro limpiadoras que me han hecho la habitación en lo que llevo de semana en esa mierda de hostal, es la única que aparte de enseñarle la mopa al suelo, al menos me ha vaciado el cenicero.

lunes, 13 de abril de 2009

Semana Santa en Zamora

Este año, cómo evitarlo, me vine a ver el traslado. Jueves 2 de abril. Me dolía demasiado el recuerdo del año pasado, en mi habitación de Salamanca esperando e imaginandome cómo sería la vida sin mí a sólo 60 km, en mi ciudad, en mi casa. Así que empecé caminando despacio, muy despacio, por esta ciudad, con mi padre y una cámara de fotos, que es como se deberían hacer siempre las cosas.

No entiendo por qué lo llaman Viernes de Dolores, si es siempre tan dulce, frío pero dulce. Pasas la mañana en casa, la tarde la vas dorando al sol de poniente que ya llega hasta las 9, y la noche entre faroles y estameñas. Me dejé caer [como todo, con mi padre y una cámara] por el casco antiguo a escuchar sermones y padrenuestros, segundo plano de esta celebración que poco a poco trasciende lo religioso y se mete en el ámbito de lo social más de lleno.

El fin de semana tiene poca historia; cuando eres niño te vuelcas más, está más a tu alcance, el domingo de Ramos luces tu palma y tus zapatos nuevos por las calles con la recién llegada primavera que se estrena, y que te estrena. De mayor, salvo sacar a tus hijos o sobrinos, se va apagando esa ilusión. El lunes empieza la guerra, la de los excombatientes, la de la cera sobre las capas de raso, y cantar a coro de hombres que la muerte no es el final, mientras caes por tercera vez.

De niño ese era mi comienzo de la Semana Santa, mientras mi hermano ruflaba por y para nosotros, esa era toda la ilusión que me movía, verle a él. Ahora, es también él el que me mueve, pero de otra forma, aunque la ilusión nunca ha cambiado. El martes santo viene y se queda, año tras año. Con nuestros viacrucis, el de rezar y el de quedarse de rodillas.

Porque después, el miércoles, fue para quedarse en silencio, con resaca y con amigos, con los nervios que cada vez me atenazaban un poco más arriba de la boca del estómago, yo viví la Semana Santa, pero en mi cabeza daban vueltas imágenes del Prendimiento, de todos mis fallos, de mis debilidades. Así que me escapé a las seis de la mañana al Castillo a poner mi vida en orden con mucho frío, pero con necesidad. El miércoles tras el Silencio viene la austeridad castellana [como adjetivo, no como situación geopolítica] pintando de negro las peñas de Santa Marta, balcón atestado hacia el Duero, que nunca dice nada, pero que marca el comienzo y el final de la Semana.

Y el Jueves llegó, así con mayúscula. El Ruavieja calló los gritos de mi estómago, y el resto se fueron en la primera levantada desde el Museo. Luego, el éxtasis y el dolor se iban mezclando poco a poco, la madera se iba clavando un poco más sobre los hombros. Pero viene la Plaza Mayor, y viene la entrada al Museo, de vuelta, y allí estamos treinta y dos machos llorando abrazados, y maricón el último, porque hay sentimientos hasta debajo del más bestia de todos.

Luego vino la calma, las conversaciones de hombre a hombre a la luz de la luna, la lluvia y el diluvio universal, vino el final y el principio, me escapé como siempre que intento ser un poco más feliz, y eso fue todo. Cuando regresé, la ciudad barría y desmontaba el escenario, la gente volvía a sus casas con sonrisas y melancolía, porque, ya lo dijo el tío Freddie, el espectáculo debe continuar. Aunque vaya a tardar en ello unos trescientos cincuenta días, sabremos esperar.

miércoles, 8 de abril de 2009

Memoria de un joven airado

La cuestión no es
que pierdas el norte o el sur
porque lo sabes, no los has perdido
simplemente quedan más lejos de lo que puedes alcanzar;
entonces llega un día en el que tu madre habla
de que la decepcionas, ahí sí,
llega un día en el que crees tener el protagonismo
y no eres más que otra cara en una foto
que va a arder, en cámaras sin memoria
pero nadie te lo va a borrar de la tuya;
llega ese día, y tienes amigos que dicen serlo
pero los llamas y nunca están, y
pones camas comidas bebidas y si hicieran falta pondrías putas
pero al final de la noche estás de nuevo sólo
y no duermen ni en tu casa
y tú pasas la caraja en los jardines del Castillo cagando
después de desatar las vallas.
Hay quien habla de cambiar de vida, pero no surte efecto
o dejar de beber, pero está jodido
o del cuarto arco del puente, pero no hay huevos.
De modo y manera que lo que haces y hago
es seguir a nuestra bola,
rompiendo lo que todo el mundo espera.

jueves, 2 de abril de 2009

Pongame lo mismo

- Qué va a ser, jefe.
- ¿Tienen unos de esos...cómo se llama...?
- ¿Un qué?
- Sí, hombre, un...mire, es una cosa que usted bebe y se convierte en lo que quiere.
-¿¿Qué??
- Que sí, se lo juro, no le miento. Que se lo he visto tomar a una señora antes. Que la señora esta ahí, pidió uno de esos, y salió del bar riéndose. Que parecía que le había hecho efecto, vamos.
- Ah, ya. Pues mire, no nos quedan, el último se lo ha tomado ese señor de la esquina.
- ¡No me joda! ¿Y le quedan Fantas de naranja?
- ¿Fantas de naranja? ¿Pero usted no quería un mejunje mágico?
- Sí, joder, pero usted acaba de decirme que no le quedan.
- Ya, hombre, pero tenemos un Cardhu 12 años que le hace un efecto parecido, más o menos por el mismo precio.
- Mire, yo quiero una Fanta de naranja, y no me maree más.
- Pero eso no le va a hacer efecto. Ninguno, seguro. Ayer un chaval estuvo aquí, le pago cuatro a su chica, y salieron sin más.
- Bueno, pero ya sabe, esta juventud, como son. Pongame una Fanta de naranja, y olvídese del resto.
- Lo que hay que ver. ¿ Y si tuviera cianuro, lo pediría usted?
- Bueno, la verdad, si me fuera tan bien como veo que le ha ido a esa señora de antes, seguramente sí. Es que una vez hice lo que me dio la gana y me miraron mal, ahora me aseguro de copiar solamente tácticas que funcionen.

Plano de Zamora para incautos

Con un lápiz en la mano empecé a trazar todas las calles que nunca he caminado , y entonces miré a la cuadrícula que adornaba el folio en blanco con trazos grises e inseguros que se cruzaban formando una red de plata. Me recliné en la silla, y puse las palmas de las manos hacia el cielo, hacia el techo, qué sé yo, y vi que la red de mis antebrazos, azul sobre blanco, era tan parecida a la anterior que puse el folio encima y me coloqué a contraluz de la tarde de abril. Se llenó la habitación de mi reflejo en rojo, de mi sombra en verde pálido, arcoiris infinito con el sol en la espalda.

Nunca tengo a mano una cámara para inmortalizar lo efímero, que es bello a la vez por el hecho de serlo y por la circunstancia de ser efímero. Así somos los hombres, nos gusta todo lo que es semejante a nosotros porque odiamos y aceptamos que nosotros también podemos ser bellos y efímeros, que la eternidad no se hizo para nosotros;nuestro es el momento que vamos acumulando en papel fotográfico y nunca tendremos tiempo de degustarlo. Y yo, sin cámara, miré de frente al sol para quemarme las retinas con el momento fugaz de mis venas azules y mis trazos grises, de todas las calles que nunca hemos caminado juntos y toda la sangre que nunca he olido, así que sólo puedo soñarme llegando a la aurícula derecha, sólo me veo llegando a la plaza en cualquier tarde de lluvia de esas sin canciones; ahora pasarán mis letras a la eternidad, y el plano junto con mis venas serán aviso para caminantes que se hagan dueños de esta ciudad de la que nunca he escapado.

2001

Mi padre, y Kubrick, tenían razón. Puedes viajar por el espacio bailando el Danubio Azul. HAL 9000 es un hijo de puta electrónico. Y cuando todo se haya terminado, un poco más allá, siempre habrá algo, aunque vuelva a ser el comienzo, porque así habló Zaratustra.

Sabes, amigo, puedes dudar de que la Nasa llegara en el 69 a la Luna, o de que vuelva a hacerlo alguna vez en la historia, sí, puedes dudarlo. Pero cuando te sientas, cuando vuelves a poner esa película en una pantalla de plasma, cuando alrededor desaparece todo, de lo que nunca más vuelves a dudar es de que para ser un genio, aparte de cojones y dinero, tienes que reinventar el mundo con una cámara, y soñar.

Creo que eso es lo que distingue a los genios del mortal común. Que sueñan, como todos, pero sólo ellos se atreven a plasmarlo.