lunes, 31 de octubre de 2011

Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio

Crecí leyendo los cómics de Tintín que mis padres le habían regalado a mi hermano. Por eso ya estaban viejos, usados, casi deshechos. Por eso ahora tienen aún más encanto, porque no recuerdo cuántas veces habré leído cada tomo. Llevaba meses esperando esta película que, además, es la primera que he visto en 3D. Y he de reconocer que no estoy defraudado en absoluto. Que podemos estar de acuerdo en que Spielberg empieza a chochear y se gusta dando vueltas sobre sí mismo, que podemos estar de acuerdo en los indudables paralelismos entre Indiana Jones y el intrépido reportero belga del Petit Vingtième.

Pero es que la vuelta de tuerca la otorga el genial Peter Jackson que, para mí, está muy por encima de otros cerebros cinematográficos de la década en cuanto a innovación se refiere. La tecnología de Jackson y el savoir faire de Spielberg hacen un cóctel explosivo con un guión que aprovecha bien las tramas originales de Hergé atreviéndose a mezclar varios libros y personajes fuera de lugar. Aunque yo, como purista, le quitaría todos los añadidos del final. Uno, que se acaba volviendo conservador.

En resumen, "Las aventuras de Tintín: el Secreto del Unicornio" me parece una película de aceptable consistencia y fácil consumo, que exige rebajar el nivel de crítica para, simplemente, disfrutar del espectáculo visual de fuegos artificiales, que sabe sacar lo mejor del cómic para entretener y que como aficionado, no me ha defraudado en absoluto.

Si no he entendido mal, en la secuela se intercambiarán los papeles, y será Spielberg el productor mientras que Jackson dirigirá...y eso aún será más interesante de ver. Por mi parte, ya estoy esperando desde ayer.

domingo, 30 de octubre de 2011

el hombre, el mito (IV)

[...] Me tengo que aguantar las ganas de reír a carcajadas, sobre todo porque estoy en un cementerio. Pero me reiría, colega, me reiría hoy por todas las veces que se han reído de mí. Pero recuerdo, estoy en un cementerio. Johnny, cuando suene esa lápida y los obreros pongan silicona en las juntas, nadie se acordará de ti. ¿Acaso te acordarás tú? Ahora que tengo en la mano la victoria y sé que es efímera, la disfruto. Me los imagino a todos, por separado, Johnny, esta noche, en sus pisos, con la luz encendida y la calefacción apagada, pensando en todo lo que han perdido en una sola guerra. Pero, ¿sabes? Otros ya hemos perdido, otros ya hemos pasado por ello. Yo te perdí a ti, en cuanto pongan esa lápida y cierren con silicona para que tus colegas vengamos en noviembre a traerte flores y tabaco de liar. Me reiría a carcajadas, pero no me sale porque es un cementerio y tu novia me miraría muy mal. Sé que te reirías conmigo, Johnny, si pudieras ver que con todo lo que perdimos, al final, o al menos hoy, hemos ganado. Mañana, ya veremos. [...]

brumario

Escúchame. Quiero explicarte la niebla. La niebla como un romance peleón que te deja una resaca de sábado y sofá, bajar la basura con chándal y saludar a los viejos del piso de abajo que van a asar castañas en una lata de conservas agujereada. La tarde tomando café americano en el hotel de enfrente mientras el camarero escucha su propia música, querer copas y no poder pagar ni las pastas de té. La niebla es en realidad todo lo que hay detrás, la cortina de la ducha detrás de la que te intuyo desnuda, pero me hace feliz eso, sólo intuirte empapada por completo; así está la ciudad: la intuyo congelada por completo mientras no la veo y camino a por churros siendo mi padre hace tantos años, siendo mi padre ahora, cambiando todas las fiestas por una sola botella de vino y alrededor estamos sólo los de siempre, los que fuimos, lo que quedamos, mirando detrás de la niebla, porque, escúchame, querría explicarte la niebla, cómo la niebla es todo lo que no ves, es el futuro y lo que no tienes, o quizá lo tienes ya pero no puedes verlo porque estás detrás de la cortina de la ducha, porque la ciudad está congelada. Quiero explicarte la niebla, pero no creo que lo vayas a entender. La niebla es la adolescencia esperando a que después de comer se despejara el cielo, la niebla de este sitio en realidad no es de aquí, me la traje yo del pueblo para podertela explicar, y que la vieras o no vieras nada más.

viernes, 28 de octubre de 2011

Escorpio

But, who needs time?
(Panic!at the disco)

Pensaba en ti pensando en las autovías, en cuando a las dos de la madrugada se vacían y nadie las mira, entonces ¿qué harán las autovías? Las hamburguesas olían en el asiento de atrás mientras se podrían despacio, así sucede con todo lo que se abandona en vez de ser tirado a la basura. Miro por la ventana pensando en otras (cosas) que son mucho más simples. Llueve, es otoño, todo funciona despacio. La ciudad funciona despacio, mi cabeza funciona despacio. El pescado se descongela despacio en el fregadero. ¿Qué hará el pescado, cuando nadie lo mira? Los trozos de hielo se van cayendo uno tras otro. Luego me siento junto a un amigo en el cuarto de baño. Su pierna sangra, con un trozo de carne arrancado, y yo limpio y curo la herida. Veo su cara retorcerse y le hablo de ti para ver si puedo encoger la cara de dolor igual que hace él. Él se marea de dolor y yo le envidio igual que las autovías a los caminos, porque cuando el agua cae los arrastra, los deshace, y eso los transforma, mientras que el asfalto permanece inalterable. La tarde sigue adelante, tú fumas Lucky y ya no vas a las bibliotecas, ¿cómo voy a encontrarte? Los bares, las calles, los parques públicos son demasiado pequeños para no vernos, sabía que después de verte en aquella esquina te besaría. Te besé y no fue en aquella esquina. Cerramos el círculo pero me odiaste por cerrar la boca, por esconder la lengua, por no ser quien esperabas que fuera. Yo elegí las fichas, el tablero, yo elegí el premio y el castigo, yo porque soy Escorpio, y los Escorpio somos así en las autovías y en las cocinas, rodamos entre la multitud, nos escondemos debajo de las piedras en el día a día y si el aguijón funciona, matamos, y si no funciona, nos lo clavaremos nosotros mismos en un pequeño anillo de fuego.

jueves, 27 de octubre de 2011

ser valiente no es sólo cuestión de suerte

  

"no saben que han cambiado las cosas
no saben que han llegado
la libertad
y la democracia
a este país"

y todo lo que aún queda por hacer

lunes, 24 de octubre de 2011

Andar por casa

A nuestro paso por las ciudades seremos flores atadas con celofán a las farolas coronando pasos de peatones, y jirones de niebla que corren por encima del agua cuando cruzamos el río para ir a trabajar, sólo eso, homenajes efímeros a héroes anónimos. Candados en los puentes, graffitis en las paredes, folletos semanales de publicidad en los buzones. El precio de lo cotidiano es el que te marca la piel, la que huele a lejía después de limpiar el cuarto de baño, el calor instantáneo de los radiadores eléctricos, el tacto húmedo de las toallas cuando otros se han duchado, los hilos de sangre en pañuelos de papel y el moho de las naranjas. Somos rostros en la masa que nunca luchan por sobresalir de la cartilla sanitaria, lo dicen las salas de espera en los centros de salud. No nos va a matar el tabaco, sino los martes de lluvia a los que tendremos que sobrevivir mirando por la ventana del cuarto de estar, pero, en cierto modo, para las generaciones que no nos ganaremos la eternidad en un campo de batalla, la eternidad de la monotonía será al mismo tiempo cielo e infierno.

domingo, 23 de octubre de 2011

Sirte

/la noche se esta cayendo y con ella cae el tiempo/la noche no sirvió de nada/ Cuando cruzamos el desierto nadie me avisó de la guerra y el Suzuki se caía, pero de noche encendíamos fuego y contabamos historias de liberación, cantábamos canciones de liberación. Una mañana llegamos a un oasis, yo pensaba en el agua como deseo, la antítesis de la arena, pero allí no había nadie, quedaba gasolina en barriles oxidados del Afrika Korps. /no one learned from your mistakes/ we let our prophets go to waste/ Había entrado demasiado polvo en la toma de aire elevada, y estábamos allí parados a nuestra propia sombra. Muy poco tiempo teníamos, muy poco tiempo nos hacía falta, quién necesita tiempo. Nunca tuve un kalashnikov ni una kefia. Nunca estuve en Afghanistán. Tenía el estómago en la garganta, nos callábamos. /elle a du faire toutes les guerres/ de la vie, de l'amour aussi/ Los tiros se aproximaban por el noroeste, a la sombra de nuestra sombra no hacía frío ni tampoco calor, aquello era el desierto y nadie nos avisó de la guerra, pero habíamos perdido. Las civilizaciones antiguas se hundieron entre piedras y se cubrieron con varios estratos, quién encontrará las balas que no hemos tenido para salvarnos. /and my eyes don't recognize you no more/ for reasons unknown/ La tumba del dictador y el monolito de la Place de la Concorde apuntan al cielo, y en el cielo no hay nada, no hay nubes, no hay más que la náusea porque somos aquí extranjeros, nadie tendrá piedad de los bereberes albinos, mientras me mareo y quiero vomitar tú no me miras, tú estás soñando con escupir y con un kalashnikov, sueñas con el cielo y yo con arena, qué diremos cuando lleguen. /tiembla como si fuera la primera vez/ como si fueras a largarte después/ Sus camisas abiertas, nuestros monos verdes, sus pieles sucias, nuestras uñas negras, sus barbas de revolución, nuestras nucas empapadas, sus sandalias, nuestras botas. Todos juntos y un abrazo que ya no será. Has girado la cara, he perdido la guerra. Para mí el coche, el fusil, el tesoro nunca encontrado, para ti las presas abiertas, incluso los sueños. La tumba y el monolito, pero en el cielo no hay nada. Suenan disparos muy cerca. He perdido, ya no puedo preguntarme si luché bien, corre y salvate. /i sentiu l'eternitat al vostre davant/

Super Pippo

Nadie debería morir. Nadie debería morir con 24 años. Nadie debería morir haciendo lo que le gusta, o quizá sí, todos deberíamos morir haciendo lo que nos gusta. Decía Miller que lo más bonito que te puede suceder es morir en medio de un orgasmo, y sin embargo está ahí, es la muerte, entras en la trayectoria y nadie te puede salvar, la sonrisa no es ya una sonrisa, y el pelo de payaso no amortigua, cuando todo se acaba en segundos y nadie debería morir, nadie debería morir con 24 años, nadie debería morir haciendo lo que le gusta, opine lo que opine Miller. Descansa en paz, Marco Simoncelli.

sábado, 22 de octubre de 2011

Alcaraván

Diga'm quantas cops t'has sentit sola enmig del  món
sense trobar el teu lloc
(Sopa de  Cabra)

Tú sabrás que eres tú, porque lo sabrás, sabrás cómo nunca seremos felices y siempre lo estaremos siendo, sabrás que me he metido todas estas bolsas de ketchup en la pechera para sangrar al primer disparo y que te rías, te reconocerás vestida en blanco y negro salvando al mundo pero sin salvarte a ti, ni yo tampoco te voy a salvar, ni me salvaremos, porque antes de conocernos ya caminabamos en esta ruta de una sola dirección que no tiene por qué ser la muerte y aún así no es menos terrible, todo lo que hagamos será tan divertido como siniestro, igual que mirar al sol y entrecerrar los ojos adivinando la sombra que está un par de pasos más lejos, te verás encajada en el silencio como yo en las palabras, serán las antípodas o el peor pueblo que hayas visto, y será o no será, pero siempre seremos mientras queden días como hoy que me recuerden por qué fuiste tú y ninguna otra.

jueves, 20 de octubre de 2011

el hombre, el mito (III)

[...] Johnny miró a aquel hijo de puta que le estaba vendiendo un televisor. Lo miró y con un golpe seco puso un taco con 5.000 pavos en billetes pequeños encima de la mesa. Lo siguió mirando. El hijo de puta sacó una botella de champán barato y una cubitera, hizo una llamada de teléfono, cerró la puerta de la tienda con dos vueltas de llave. Estuvo a punto de arrodillarse y chuparsela. Johnny estaba asqueado. Cualquier cosa se podía conseguir con dinero. Lo difícil era conseguir el dinero. Johnny, sin ir más lejos, había tenido que romper tres piernas por aquel taco de billetes. Johnny se preguntaba si valdría la pena romper otra pierna más por un televisor en color. [...]

miércoles, 19 de octubre de 2011

Las afueras

No importa dónde hayamos nacido ni dónde vivamos, porque cada uno de nosotros somos los suburbios, los tenemos dentro como construcciones repetidas hasta el infinito, todas nuestras calles se parecen y por las noches dan miedo si no están iluminadas, cruzamos de acera para evitar lo que tememos y apenas llegan líneas de autobuses. Pese a todo, siempre queda algún descampado donde, de verano en verano, alguien prende fuego y entonces vienen los bomberos y salimos en las noticias, es entonces cuando parece que existimos realmente, justo cuando alguien se acuerda de nosotros.

martes, 18 de octubre de 2011

No sentir los hostales

He said: "Pete, we cannot undo the things we've done"
(B. Springsteen)


Hubo un tiempo como cualquier otro, salvo que era el tiempo de la culpa y tú y yo ya no vivíamos juntos. Yo vivía en hostales donde una meretriz servía sopa a las nueve de la noche. El televisor apagado y los huéspedes hablaban de todo, o no hablaban, y daba lo mismo. La prostituta engolaba la voz y apretaba los pechos contra nuestras cabezas cuando nos servía la sopa, pero yo pensaba en ti, pensaba en el tiempo de la culpa. Los huéspedes cambiaban, y los hostales cambiaban. Incluso cambiaban las putas, pero yo no cambiaba.

En la sopa de letras yo escribía tu nombre y el mío en frases copulativas que nunca ibas a leer, pero que nos acercaban. Allí jamás hubo signos de puntuación, salvo que se hubieran quedado en la olla pegados fideos como guiones y granos de arroz que fueran comas. Los trozos de carne liofilizada hacían las veces de párrafos en los que te hablaba de tragedia y los huesos de pollo eran puñales para lanzarnos por debajo de la mesa. Un día la prostituta que regentaba el hostal Maria Antonieta me descubrió y montó en cólera. Aquel era un hostal decente, allí nadie escribía sobre sexo con la sopa. Allí había sexo sucio por un precio limpio. 

Pasé una semana más en el hostal María Antonieta. No salí de la habitación en ningún momento. No baje a ingerir la sopa bajo la atenta mirada de aquel engendro que una vez pudo haber sido una mujer. Al séptimo día ella llamó a la puerta de la habitación. Respondí con voz cavernosa, después de no haber dicho una palabra en tanto tiempo. Adelante. Ella pasó, disfrazada para la ocasión con un corsé rojo. Sus pechos rebosaban las débiles paredes almidonadas y los cordones de la prenda. Me dijo: soy María Antonieta, y este es mi hostal, y por qué no has bajado a comer la sopa. Los demás pensaban que estabas muerto, pero yo sabía que no lo estabas, te miraba por un agujero que hago en la pared de cada habitación y te veía vivir. Soy María Antonieta, este es mi hostal, hazme el amor. 

Reprimí el vómito y la carcajada, las ganas de irme y quedarme y cortarme las venas. María Antonieta empezaba a desatarse el corsé y sus pechos eran ánforas romanas que llevaban doscientos mil años de herrumbre en el fondo del Adriático. Le dije: detente, María Antonieta, si es que te llamas así, detente y escucha mi triste historia. Le hablé de ti mientras me arrullaba contra ella. Por eso no querías comer la sopa, decía, por eso jugabas con los granos y las cucharas. Le conté todo sobre ti como si te hablase a ti. 

Yo sabía que ella no me entendería si le hablaba del tiempo de la culpa. Los tiempos estaban ordenados en el cajón cronológicamente, por tamaños, fechas y abreviaturas. A veces entraba a verlos. El tiempo del comienzo, el del final, el de los cines y los parques, el de no sentir las avenidas, el de las sartenes sucias. Le hablé de ti a aquella mujer travestida. Ella decía que no llorase, que los hombres no deben hacerlo. Me llamó maricón y quise tocarte otra vez, por eso la toqué a ella. 

La toqué a ella. Eso fue un error, porque ya no hubo marcha atrás. No se detuvo hasta que no me ató, me deshizo, me hundió. Yo cerraba los ojos y pensaba en tu cara. Tu cara perfectamente ordenada en el tiempo y el espacio. Pensaba en ti y en la culpa, en la casa que ya no compartíamos, en todas las letras que quedaron por pagar del coche. Mientras los ciento cincuenta kilos de Maria Antonieta subían y bajaban sobre mí pensaba en la mañana que me enseñaste el Gernika y me hablaste de la guerra. Todas las guerras se parecen. 

María Antonieta había perdido el sentido cuando llegó al orgasmo. Los franceses llaman a eso la petite mort. Pero ella no se movía. Se había desmayado encima de mí. Ciento cincuenta kilos de grasa sobre mis apenas sesenta y cinco. No puedo moverme. Sus senos ya no son ánforas, son dos icebergs que me aplastan la cara. Ahora sé que voy a ir de aquí sin verte de nuevo. Estoy boca arriba como cuando te tenía a ti, diosa, encima y nos reíamos de la vida. La muerte en forma de prostituta se ríe de mí. Me insta a despedirme. Estoy aquí tumbado, diosa, tumbado me voy a quedar, ya no siento los pies ni siento las piernas ni siento mi corazón fibrilarse, ni sentiré los hostales apagarse, no volveré a escribir frases copulativas como cuando me echaste de tu casa por una ventana. Cuando me echaste por la ventana, cuando volamos por la ventana. Y ahora ya no lo siento.

lunes, 17 de octubre de 2011

la imposibilidad de otra isla

Ya ves, soy un  loco y son más de las 3
(Love of Lesbian)

Me dijo que había creado una isla, y me reí en su cara. Una isla no se puede crear, una isla está o no está, pero no puedes hacerla aparecer ni desaparecer. Entonces se puso seria y me habló del atolón de Bikini y de las bombas de hidrógeno. Entonces se puso seria y echó azúcar al café hasta que una montaña empapada surgió del fondo de la taza.
- ¿Ves? He creado una isla. Sólo para ti- y ahora sí se estaba riendo.
- De acuerdo. Puede que hayas creado una isla para mí, pero es débil, mira cómo la derrite el líquido. Se va a desmoronar, incluso se diluirá y desaparecerá. Demuéstrame que esta isla es posible.

 Abrió el periódico. La isla volcánica del Hierro se resquebrajaba a base de terremotos, y de pronto, del fondo del mar había comenzado a surgir una nueva base a partir del magma que se solidificaba al contacto con el agua. Eso no sólo significaba que el Hierro no desaparecería, sino que surgiría otra nueva isla, una isla posible.
- Eso lo he hecho también yo.
- ¿Para mí? Creí que querías que nos fuésemos a La Habana, no a Canarias.

 Volvió a torcer el gesto. Eres idiota, me dijo de nuevo, me dijo que yo nunca entendería que la tierra tiembla debajo de nuestros pies, me acusó de ignorar todos los terremotos que provocaba deliberadamente, me escupió que debería pensar en todo el azufre que ahora poblaba el fondo marino, de los tesoros subacuáticos que se habían perdido, de la muerte de especies. Me acusó de ignorar la violencia que todos sus actos engendraban para atraparme, y yo sólo escuchaba. Comprendí entonces la imposibilidad de otra isla, de cómo fui yo el primero que negué la existencia de nuevos puertos. Cómo interrumpí la entrada al puerto y arrastré con mareas la arena de las playas, pisé las barreras de coral y ni siquiera me fijé de qué color eran. Entendí con mirarla que todos los acantilados caían al agua de nuevo y yo sería responsable único de los daños en las costas cercanas.

Me dijo que había creado una isla, y yo empecé a creerla, nunca tarde, pero empecé a creerla, y asumí que no era factible terminar un café anegado de azúcar del mismo modo que todo lo que no puede ser es tremendamente dulce pero inacabable, había espolón que podíamos compartir hasta que fuera imposible, pero que detrás vendrá turistas a las islas que habíamos creado que dirán “qué bellas son” y harán fotografías que nos conviertan en eternos para las memorias digitales y los discos duros que serán el epitafio de la modernidad.

Dónde estaremos enterrados y quiénes irán a visitarnos, piensan los peces que ingirieron demasiado azufre. Cuáles serán las fotos que nos recuerden, y quién apretará el botón que nos elimine para siempre, pensamos tú y yo que a día de hoy aún tenemos una isla.

domingo, 16 de octubre de 2011

Shine a light

I.
Corría el año 1939. Los maquis se echan al monte. La guerra de guerrillas ya no es posible como lo fuera antaño contra las huestes napoleónicas. Ahora los maquis buscan arbustos debajo de los que pasar cuarenta inviernos consecutivos sin tener una hoguera. La mayoría van cayendo, uno tras otro. El pueblo habla, pero el hambre y el frío también lo hacen, y muchos tienen que bajar, volver. Les espera la cárcel, el paseo, o una alacena debajo de la escalera. En las casas sí hay fuego, se acercan calientan las manos. Después, con el paso de las décadas recordarán el monte como símbolo de una guerra que nunca fue guerra, recordarán los arbustos, y las lumbres que nunca encendieron por miedo a que la columna de humo los delatase. Recuerdan la oscuridad, y a muchos les ciega el sol al salir del agujero, pero, incluso derrotados, siempre terminan buscando la luz.

II.
Yo solía llevar un mechero en la camisa, que iba cambiando con cierta frecuencia, para ofrecer fuego a las mujeres en los bares, y así poder saltar ese abismo que yo siempre me imaginaba entre nosotros.Terminé acumulando mecheros en un cajón, mecheros de colores a los que le ponía nombre, fecha, lugar. Nunca nadie me pidió fuego, salvo contadas ocasiones en las que, por supuesto, ya no llevaba encima los mecheros. Luego me sucedió una noche que compré un paquete de tabaco a pesar de que no fumo ni he fumado ni fumaré para compartir con una mujer que tampoco fuma. Esa vez no tenía mechero, tenía el fuego dentro.

III.
Dicen los científicos que el magma se acerca a la superficie, que el riesgo de explosión va siendo cada vez mayor. La opinión pública se divide entre quien jamás ha visto un volcán, quien se seduce por el color naranja de la lava que fluye  despacio, río dentro del río, y aquellos que temen el azufre, que tienen miedo de la masa de ceniza que se eleve hacia el cielo, columna mesiánica.

IV.
El doctor tiene una linterna camuflada bajo la forma de un bolígrafo en un bolsillo de su bata. El doctor explora las narices, bocas y orejas de la gente en la consulta, pero al doctor le fascina iluminar los ojos buscando pupilas mióticas y midriáticas, anisocóricas, reflejos de Marcus-Gunn. El doctor no mira el color de los ojos, sólo si se desvían, sólo si son perfectos. El doctor una vez vio una pupila que no era redonda, era un pupila en forma de estrella. ¿Cómo se verá a través de esa pupila, pensó el doctor? Recortó una cartulina, y vio que era indiferente, que el paso de la luz no dependía de la forma del orificio. Pero no se volvió a olvidar de la pupila en forma de estrella.

V.
La ciudad ilumina en naranja, pero de pequeños en el pueblo nos tumbábamos en la oscuridad de agosto a ver caer estrellas fugaces, y nos asustaban porque pensabamos que caían cerca, pero nunca caían. También nos quedábamos despiertos las noches de tormenta en que se cortaba la electricidad, y con velas se contaban los cuentos, pero no había miedo, porque estábamos juntos, eramos niños. A los niños nos asustaban las ciudades y las farolas que se extienden hasta el infinito, no el cielo negro.

VI.
/here comes the sun/and i say/it's all right/ desde la calle hemos iluminado al mundo que no cree en nosotros, y yo tampoco creo ya en la luz, pero fuimos bellos por un momento, durante una semana las aceras fueron nuestras, y los filósofos y las ideas y las amas de casa mezcladas con economistas. A mí la luz se me ha ido apagando, pero confío en que aún queda algo por hacer. Ven, salgamos al Sol.

viernes, 14 de octubre de 2011

bombón

Así fue como todo se paró de nuevo, el relámpago en la noche, las seis de la mañana y la cocina siempre está encendida para alumbrar el pasillo, los dos lados de la mesa son equivalentes como es equivalente el tamaño de las manos y el silencio que no es silencio porque sonríes y eso hace estruendo contra la pared, sonríes y eso rompe platos contra el suelo, sonríes y eso nos llena de sangre los pies y las sábanas, pero queda el momento congelado en que todo se detiene de nuevo aunque ya no sean las seis de la mañana sino el mediodía, y afuera el sol y los vecinos, la ropa tendida contra la pintura blanca, las persianas que se abren y la radio con los magacines locales, se gasta la tarde y te secuestraré secuestrándome; todo se para porque sonríes, todo se mueve porque sonríes, me ato la garganta porque sonríes y me hago budista porque sonríes, te cuento constelaciones en la espalda porque sonríes, te follo porque sonríes y te dejo de follar porque sigues sonriendo, porque alguien pregunta por mí en el portal; llegaremos lejos y a ninguna parte, y ahora no estás y busco huracanes en las noticias para saber de tu paso por el mundo como una noche que se detuvo, un relámpago, los dos lados de una mesa con mantel, leche y miel, lo cotidiano, y sonríes porque vale millones y entonces sonrío sabiendo por qué, porque de vez en cuando hay un tsunami y yo sé que habrás sido tú, bombón, y entonces, entonces sonrío aunque te hayas ido.

miércoles, 12 de octubre de 2011

tú no lo sabes

es la ignorancia atrevida, y yo lo asumo, asumo con gracia el papel de malo de muchas películas, la serie B se sigue alimentando de hombrecillos como yo, es la ignorancia atrevida, y sinceramente tú no lo sabes, de todas las cosas que te podría contar antes de atarte a la cama, de lo que te podría hacer con cada uno de esos meses que, como lunares, te pueblan la cara y yo te miro porque lo asumo, asumo lo atrevida que es la ignorancia que nos separa, asumo que lo casual es trabajable y que todo lo previsible acaba explotando, de modo que me voy a sentar a esperarte en el barro, manchado hasta arriba para que sólo veas defectos y debilidad al llegar, para que esperes que sigo siendo el mismo de una sola noche, para que todas tus previsiones te sitúen por encima, me sitúen en el mismo punto en que nos cruzamos la última vez, yo borracho e indigno y tú diosa inalcanzable de mitologías del castigo; es la ignorancia atrevida y yo lo asumo, que no tengo ni idea de dónde estamos ahora, de dónde vamos a estar mañana, de si por fin me quedaré a tus pies o entre tus piernas

sábado, 8 de octubre de 2011

ba-lon-ces-to

Vereis, si yo supiera de baloncesto os hablaría de algo interesante, pero lo único cierto que sé es que en menos de una semana mi Caja Rural Tintos de Toro empieza su andadura en Liga Femenina 1, con sólo 17 años de historia, y habiendo logrado gestas como vencer a unas Supercampeonas de Europa (Perfumerías Avenida, de Salamanca) Yo os intentaría convencer de algo tópico en el deporte, de la fe, de la pasión, de lo que querais, pero lo único cierto que sé de baloncesto es que no entiende de palabras, ni siquiera de imágenes, pero sí de algún que otro sentimiento. El amor, el odio, la derrota y la victoria.


Todas las historias empiezan con "erase una vez", pero lo importante es seguirlas escribiendo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Puedes besar a la momia

A la entrada, como es buena costumbre, los clásicos enanos eunucoides semidesnudos repartían rayas de cocaína en bandejas de alpaca pulida recién traídas del Palacio de Monterrey (SA) que se reservaban para grandes ocasiones y orgías ducales. En la barra libre previa a la capilla, chupitos de Cucal a disposición de los apenas cuarenta invitados reunidos con sus mejores galas para la irrepetible ocasión. Fran Rivera y Cayetano torearon a placer los cuernos de la novia y tras la corrida del consorte, sortearon entre los asistentes las dos orejas y el rabo del afortunado, considerando el sacerdote que ofició el enlace que d. Alfonso no tendría nunca más necesidad de tales apéndices. Su Majestad excusó por burofax tanto la asistencia al acto como el derecho de pernada que le correspone, y el tataranieto tercero de Goya pintó con una Canon EOS 7D Mk III los retratos correspondientes para el teleportal "Hola!.com" Tras un emotivo salto de la reja, los populares componentes del folclórico grupo "Siempre Asín" no pudieron resistir tanta emoción y pidieron a voces la cabeza del arzobispo, la devolución de las tierras a los campesinos y terminaron con una versión grunge de la conocida "Salve rociera". Las hordas agolpadas a las puertas del Palacio de Dueñas (SE), todas en la cola del Inem, vitorearon los nombres de los contrayentes a cambio de una media hogaza de pan y una manzana verde por cabeza que repartieron mano a mano los reporteros de Telecinque y Mátame, con tremendas erecciones y exclusivas millonarias, a lo que la Duquesa, ebria de gozo, tras lanzar su ramo de flores de estramonio al viento, se marcó un apoplético y espasmódico movimiento de "olé ahí tus cojones". En la intimidad de la noche, con el colgajo sanguinoliento del ahora Duque consorte de Alba yendo de mano en mano, y cobijados por la oscuridad de los interminables pasillos, se oyeron voces susurrantes entre los eunucos que terminaban con las rayas por su cuenta y riesgo:
- "Ha triunfado el amor"