lunes, 31 de diciembre de 2012

Querido 2012

Querido 2012:

Yo no creía en estas cosas. No creía en la gente cuyo correo acababa en dos cifras recordando un año de su vida. No creía en la Generación del 27 ni tampoco en el Mundial 94. Yo no creía en los números hasta que te conocí, 2012.

Y ahora que te conozco intentaré amarte de la mejor forma: dejándote escapar. Porque es la libertad la que hace grande al amor. Y yo te he vivido y te he besado. Te la he metido hasta el fondo y he dejado que te cueles por todos mis poros, querido 2012. He cumplido los sueños más elevados que tenía, y algunos de los más oscuros.

He llegado a algunas de mis cumbres humanas, personales, académicas. He estado en todos los lugares que he querido, he sido muy libre y me he tenido a mí mismo para compartirme. La vida que le damos a los demás es la que realmente vivimos, y por eso este 2012 ha sido grande, porque lo he vivido con los demás y no sólo conmigo. Porque ha tenido 6 meses de salvaje felicidad y otros 6 de abnegada entrega, ha sido la mezcla perfecta entre lo que un hombre quiere hacer y lo que un hombre debe hacer. El tándem que conduce hacia adelante. He sabido llorar y reír, he bebido y vivido hasta extenuarme. Me he aburrido y me he esforzado.

Te echaré de menos, pero volveremos a encontrarnos en algún lugar. En libros pequeños y ocultos, en los sueños que siempre quedarán guardados como hojas secas, nos veremos las caras cuando alguien abra una botella, o cuando ella me bese con el sabor de aquella primavera en la que fui el Rey de Mundo o del otoño en el que fui una hoja al viento.

Querido 2012, nunca te estaré lo suficientemente agradecido por que me hayas pasado por encima, por que me hayas dejado huella. Cerraré la puerta despacio en cuanto te eches a dormir, me iré en silencio y sin mirar atrás, porque en la próxima habitación hay otros 365 días que tengo que gastar hasta reducir a cenizas que perfumen la vida. Y la vida es maravillosa, volveré para contartelo.

lunes, 17 de diciembre de 2012

El fin del mundo

Entonces
(en ese entonces, que ya no habrá más entonces)
acontecerá el fin del mundo
y diremos:
"Tuvimos un entonces, tuvimos un principio
y ahora no tenemos más que el final
que es esta lluvia negra,
porque fueron negros nuestros zapatos;
que es este cielo gris,
porque gris es el hormigón que habitamos;
que es este fuego rojo,
como todos los postres que compartimos;
que es este río azul,
como azules las mañanas escapadas."

Entonces
(en ese entonces,que será el último entonces)
cuando acontezca el fin del mundo,
nosotros, unidos, diremos:
"Qué vendrá después, qué tendremos;
tendremos ya la eternidad para recordar
que una vez nos creímos eternos
abrazados bajo ese árbol,
inquietos en una fotografía detenida
mientras a lo lejos se ponía el Sol"

Entonces
(en ese entonces, que acabará en los labios)
nos reiremos del fin del mundo,
cantaremos:
"Nuestro reino no es de este mundo,
nuestros entonces son partituras,
somos únicos siendo iguales,
porque en cada rincón de este globo
que ahora se resquebraja
(azules las mañanas, detenidas las fotografías)
alguien como nosotros cierra los ojos, y en el siguiente entonces
los abre de nuevo
y el mundo vuelve a empezar."

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Fukushima, mon amour

La noche que yo quiero contigo no conoce de estrellas más que la tremenda explosión de helio y sirope, la antimateria alrededor del agujero negro. Llevas la bomba atómica en las entrañas, no de hormigón ni de agua hirviente, sino del breve hilo con el que nos tejes porque yo no sé coser y ya me habría perdido a pesar del brillo de mi pijama, ya me habría perdido, minotáurico, sin el cable de hierro que me echas a la mano y en ocasiones al cuello. La noche que yo quiero contigo revienta en mil colores sin violencia, revienta en silencio y a puro grito, para que nadie salga volando de este bosque, para que el nórdico que nos cubre (testigo de un círculo y de un tiempo polares) cubra también el presente pero no el pasado ni el futuro. El pasado fue central nuclear, cuadriculado e inaccesible protegiendo el núcleo donde, inestables habitan las partículas elementales en las que nada sucede sin control, mientras las olas rompen contra la pared los días de tormenta y sopla la brisa calmada cuando hace sol. El futuro será electrón, de carga negativa e infinitesimal. El presente es un bosón, impredecible, que dota de masa a todos los cuerpos con los que contacta. Así, son posibles nuestros abrazos y no son sólo de aire, así es posible que me esquives los besos y las manos y no sólo gires en órbitas elípticas en el vacío.

 La noche que yo quiero contigo no se parece en nada a todas las anteriores y a la vez es angustiosamente similar, porque es fría y carente de verano intrínseco, es de un invierno sublime de esos que invitan a una reacción en cadena, de esos que no aceptan la fusión fría y necesitan que se libere toda la energía, que la entropía nos deje derribados por los rincones de la habitación, que se hagan visibles los corpúsculos y choquen, indómitos de la ciencia, siempre súbditos del quizás pero no de la certeza, certeza que nos repele como si compartiésemos carga y nos lanza hacia el infinito, hacia otros núcleos diferentes, isótopos, representando el elemento que podríamos ser, similares, pero almacenados en extremos lejanos de la tabla, y siempre esperando algo imposible: que un protón salte de hacia un orbital superior y, deshaciendo la calma preestablecida, barramos a millones de grados los edificios del centro de la ciudad y esta colina desprotegida, se despierte el huracán nuclear y aunque al apagar la hoguera sólo quede ruinas, en las retinas de quien mirase se grabe a fuego el brillo inalcanzable que conseguiremos.