lunes, 22 de noviembre de 2010

Un miticérrimo legado que es La Polla


Todo mundo se reía cuando se hablaba de La Polla Rojiblanca, peña gastronómica y futbolera del Zamora CF.

Y sí, esta peña ha visto fútbol y ha bebido cerveza como los que más. Posiblemente los que más. Sin embargo, La Polla se acerca a su décimo aniversario, y sucede que su legado cultural va aumentando. El foro que se ha convertido en el ágora casi oficial del Zamora CF, a falta de otro lugar, unificando a todos los usuarios cibernéticos del deporte zamorano.

El semanario JuAs (que en paz descanse, en el cual tuve la oportunidad de participar gracias al gran Manuel Á. Blanco, alias Shion), y del cual bebe gran parte de su inspiración el semanario "El Tren del Gol", dirigido por Rubén Bartolomé, alias, Derteano. Incluso unos premios Polla del Deporte Zamorano, que tuvieron dos etílicas y entretenidas ediciones en 2008 y 2009

El mediometraje "De Cacabelos al Camp Nou: una historia rojiblanca", el anuncio de abonados para la campaña 2008-2009 del Fútbol Sala Zamora, que culminó en ascenso a División de Honor, los cortometrajes de Mario y Pablo Crespo ("Odio" y "Sin título") bajo la denominación de LPR Productions.

Y después la producción literaria de David Refoyo, alias Clifor (25 centímetros, ediciones DVD, 2010) y ahora del propio Mario Crespo (LS6, de Bohodón ediciones, 2010), los artículos de Roberto Félix Fuentes en diferentes medios de Semana Santa, sus diferentes blogs, el blog de Derteano y el mío propio, si bien soy de la última hornada ,casi sin relación con el núcleo duro y original.

Todo este legado cultural es muy digno de mención, al calor de la publicación del libro de Mario, es más, me parece dignísimo, puesto que, salvo contadas excepciones, siempre se asocia el sentimiento futbolero con unos valores alejados de la cultura. De la Cultura, así con mayúsculas, y la Polla Rojiblanca, en una ciudad pequeña como es mi Zamora, nuestra Zamora, ha sabido sacar lo mejor de cada uno de nosotros, y lo que es más importante, compartirlo. Por eso, ahora quiero compartirlo una vez más.

Ahora, os toca juzgar a vosotros. Cerveza, fútbol, cultura, y una panda de genios irrepetibles a los que les debo mucho, y espero pagar con creces.

Web de la Polla Rojiblanca, con enlace al foro:
http://www.lapollarojiblanca.com/

Sección del semanario JuAs:
http://lapollarojiblanca.com/juas.html

Semanario "El Tren del Gol"

http://www.eltrendelgol.com/

Mediometraje "De Cacabelos al Camp Nou, una historia rojiblanca" (parte 1 y enlace a posteriores)



Cortometrajes de Mario y Pablo Crespo:

Sin título (2009)


Odio (2008)


Campaña de abonados Fútbol Sala Zamora (2008)


25 centímetros, de David Refoyo (DVD Ediciones, 2010)


LS6, de Mario Crespo (Bohodón Ediciones, 2010)


Blog de Mario Crespo:
http://mariocrespo.blogspot.com/

Blog de David Refoyo, Clifor:
http://perdicioncity.blogspot.com/

Blog de Rubén Bartolomé, Derteano:
www.kronania.es

Blog de Roberto Félix, Mítico RF:
http://corriamitico.wordpress.com/

sábado, 20 de noviembre de 2010

Marlowe sigue vivo, me lo dijo un amigo (Parte XIII)

Enlace a partes anteriores

13. "Que la chupen. Que la chupen, que la sigan chupando."

Lo admito. El puzzle se me iba de las manos. Por eso esperaba el viernes como se espera el cruasán a la plancha por la mañana, con el estómago vacío y la boca sabiendo a sueño y babas recalentadas. La épica no es para tíos normales. Yo cuando salí de casa quería dinero y vidas fáciles. Mujeres cada semana, limpiezas dentales dos veces al año. Cuando acabamos con la Central, ya sólo quería un bar que no oliese a mierda. Dos años después, quiero una cama que no se me clave en la espalda. Las cosas cambian, y nunca a mejor.

Cuantas más vueltas le daba, más se me revolvía la barriga. Tengo un doctorado en vómitos, pero ahora no podía echar ni bilis. El suelo del apartamento me odia. Supongo que el casero y las vecinas viejas también. En el espejo salía mejor que en persona. En el espejo era otra persona. Fue entonces cuando lo vi todo mucho más claro. La séptima náusea me hizo vomitar algo que no recordaba haber comido. Empezaba a sentirme bien.

Después de que el cabrón de Alfie cantara, confirmé que tirandome el farol con Rose Black y con Mickey había acertado. Una jugada a favor. Si había al menos dos pollos que querían matarme, había acertado. Dos jugadas a favor. Si dos y dos son cuatro, Joe Lucarno, alias el puto gordo, alias Joe el Gerente, no estaba muerto. Dos y dos son cinco.

En mi pueblo, los muertos no caminan. En mi pueblo, los muertos no sacan su Alfa Romeo del depósito. Pero esto no era mi pueblo, como descubrí la primera tarde. Hemos llegado a un callejón sin salida, y no puedo matar ningún madero para hacer una escalera. El viernes vamos a estar en el Art's Mickey, Rose, Anna la viuda y yo. Baile de máscaras. Mickey se lo huele, y lo tengo a mi favor. Rose ni de coña lo sabe, pero quizá me apoye también. ¿Anna? Ni puta idea. Le conviene la muerte de Joe. Más que a nadie. Joe debía pasta, pero nadie va a por una viuda. Ella heredó un poco de tranquilidad, y un hijo estúpido. Si supiera que su marido está vivo, no pasearía por la calle con calma y gafas.

No fumo y se hace de noche otra vez. Cae otra vez. No fumo. Si lo hiciera, sería una estampa cojonuda. Tampoco tengo una cámara de fotos, ni hay música. Se me ocurren canciones que quedaría bien aquí y ahora. Aquí y ahora, como si todo fuera tan fácil, como si los muertos no caminasen, o los vivos no fueran una pandilla de bastardos en un baile de máscaras. Yo no sé bailar, peguémonos de hostias mañana.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ardores de agosto

A Guasimara.

La noche de San Juan arde la ciudad, todo mundo debería saberlo, todo dios debería salir a los balcones a guardar silencio, a ver la noche bicolor, la noche siempre es bicolor, pero no siempre tiene humo y fuego como en San Juan. Todo mundo debería saberlo, pero la ciudad estaba vacía, y los suburbios estallaban. Conocí a Guasimara en un lugar común, en otro lugar común, uno de tantos lugares comunes.

Te pareces a alguien. Todo el mundo se parece a alguien. Esta historia habla de todo el mundo y de dos personas en particular. Cada uno tenemos un doble en algún lugar, te contaba mientras detrás me tocabas el cuello y abajo la ciudad ardía, y dentro yo también ardía, y ardíamos, pero sin arder, sin llama y sin fuego y sin ciudad.

Luego nos encontramos en su cama. Yo roto en el pecho y tú rota entre las piernas, tanto que acabamos por descosernos. Fuera arde la ciudad, no lo oyes. Una ventana al amanecer, al amanecer una cama. Vi amanecer y luego, mucho más tarde, vimos amanecer. Podría hablarte de los mecanismos de la memoria, pero nunca escuché nada al respecto, nunca aprendí nada de olvidar, aunque quizá sí lo aprendí pero puede ser que no me acuerde. No se me olvida.

El calor de una ciudad que días después seguía abrasada, y en nuestra espalda estaba estancado el lago que podría apagarlo todo, por eso no nos dábamos la vuelta, y jugábamos al cíclope, y desayunábamos en el balcón al amanecer de las 11 de la mañana. Los lugares comunes, las caras comunes, las historias comunes, y nosotros dos encerrados en alguna parte a la que mucho después nunca he intentado volver por si ya no está, para no pensar más que en un tiempo nada común de una felicidad nada común.

La noche de San Juan arde la ciudad; nadie se ha preguntado qué se hace con las brasas que quedan después. Guasimara y yo las pisamos hasta hacernos ampollas. Ahora que el verano ya se ha ido, confío en el retorno de una primavera, y de un verano, siempre de un verano, siempre de una noche de hogueras. Nadie se ha preguntado de qué están hechas las hogueras, qué se quema en ellas. A lo mejor se queman las preguntas, a lo mejor las respuestas son ceniza. Nosotros ardimos, el resto es historia.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Más vino y mujeres

“La española cuando besa, besa de verdad
y por eso te infecciona con cualquier enfermedad”
(Anónimo, retrete Fac. Medicina)

Ya nadie baila pasodobles, y con ello muere algo de nosotros mismos. Todo queda más lejos, se apagan las estrellas, Manolo Escobar se pudre en una residencia de ancianos lamentándose por su carro, del mismo modo que se lamentarían los poligoneros si les robasen el Seat León. Con el pasodoble que ya nadie baila, en las bodas es más jodido pillar con las primas de la novia, es casi imposible conseguir en las verbenas de los pueblos que ninguna de las apuestas campesinas repare en nuestro aguerrido baile tribal, en nuestra indirecta y carnal oferta de un prometedor futuro y un vientre colmado. Qué más dará que ya nadie vaya a los toros en minifalda, si las cachondas de veinte años donde van es a las bibliotecas y allí la música más bailada es el reggaeton de los amantes, donde Julio Romero de Torres es sólo un recuerdo desterrado a las enciclopedias, y las rejas floridas quedan para mear.

Ya nadie baila pasodobles. Brilla el desencanto en las calles de nuestro país. Se puede respirar en el aire acondicionado, en nuestras manos a distancia es palpable este pesimismo natural que se asociaba de forma ineludible al Atlético de Madrid cada lunes de derbi, ese gen natural en el ADN de todos los nacidos al sur de los Pirineos y norte de Torremolinos. Ya nadie baila pasodobles.

La creciente ola de españolía en el mundo universal, ese que se extiende más allá de las fronteras de Zamora y Mordor, la protagonizan esos muchachotes con el escudo patrio sobre su pecho, y atrás queda esa figura de macho estereotípico con el palillo en la boca, el sol y sombra en la mano y el cagüendiós en la punta de la lengua. Las tertulias sobre toros, fútbol y mujeres están en el ocaso de este imperio donde vuelve a no ponerse el sol.

Sin embargo, engañados están todos aquellos que creen que con eso conocen España, por cuanto piensan que nuestra esencia es la del balón, el juego limpio y los genes de belleza casi aria de Piqué y Llorente. Nuestra esencia, de la que reniegan estos ídolos, la esencia que quieren tapar es la del whisky DYC, producto nacional como pocos, la del Seat 600, el bocata de tortilla de patatas, los Ducados Negros, la Derbi y la Bultaco, el clavel en la boca. Pero, ¿cómo va nadie a bailar pasodobles si ellos no lo hacen?

Y claro, todo es mucho más complicado desde entonces. Porque vosotros no lo sabéis pero, sin un pasodoble, ninguno de nosotros estaríamos aquí. Fue con un pasodoble con el que mi abuelo conquistó a mi abuela, con el que Franco conquistó Ceuta, con el que Isabel la Católica conquistó Granada, y con el que Viriato cazó una cierva. El pasodoble va unido a la historia natural de nuestro territorio desde que el hombre de Atapuerca acertó a agradecer a sus deidades la existencia del vino y las mujeres, que por algo son regalo del Señor.

Nadie es consciente de la pérdida que supone para toda nuestra intrahistoria el destierro de los valores preconizados por la copla, rupestre expresión de la emancipación femenina, si ahora la Jurado está a dos metros bajo tierra, cómo nos va a amar, cómo nos va a amar la Pantoja si llora que llora por los rincones de Alcalá Meco. El Fary, Concha Piquer, Rocío Dúrcal, todos se han ido, y nosotros aquí caminando en penumbra. Las cenizas a las cenizas.

Uno a uno caen los mitos, los ídolos con pies de barro, y mi abuela, ahora viuda, se consuela con el doctor Torreiglesias que a través de la pantalla le receta cosas para la tensión, y el salón lo preside una foto donde baila agarrada con mi abuelo, presumiblemente un pasodoble. Ya nadie baila, pero todos siguen subidos al carro pidiendo más vino y más mujeres, y seguro que en su vil hipocresía y negación, son los primeros que se aferran a la amistad cuando al abrirse el Séptimo Sello suenen las primeras notas de Paquito el Chocolatero.

Titi-titi....

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Tren del Gol



En la vida hablan de trenes que pasan. En mi tierra, Zamora, el ferrocarril está en franca decadencia. Supongo que no es una metáfora decir que por aquí ya han pasado muchos trenes que hemos dejado marchar. Dicen los viejos que hay trenes que no vuelven. Yo no soy aquí el más viejo ni el más joven, pero he visto trenes desde Domez, desde Manzanal, desde Videmala...he visto incluso trenes a Murcia.

Cuando el Zamora CF jugaba en el estadio Ramiro Ledesma, al lado del río Duero y de la vía del ferrocarril, contaba la leyenda que cuando salía el tren de la Ruta de la Plata y pasaba al lado del estadio, los equipos rivales se desconcentraban y el Zamora marcaba, lo que le valió al expreso el apelativo miticérrimo de "El Tren del Gol". Una oportunidad que sólo pasa una vez en todo el partido.

En la vida hablan de trenes que pasan, y nunca sabes cuál es ese tren que sólo tiene una parada. Nunca puedes saber en el instante en que te quedas en el andén si vas a arrepentirte. Miento. Sabes que no puedes arrepentirte. Que tienes que ser consecuente con tus aciertos y sacar cada Martes Santo un Viacrucis por los errores, para quemarlos como otros queman en las hogueras los malos espíritus. Hay trenes que se pierden en la niebla de noviembre, la que nos vio nacer y a la que adoramos.

Hay trenes que pasan, pero nadie nos ha contado jamás que algunos trenes tiene que arrancarlos uno mismo, y el billete puede que no tenga retorno, pero siempre hay cruces de vías. ¿Y si este fuera el bueno?

En la vida hablan de trenes que pasan, pero nadie nos ha contado nunca que tenemos que subir en el Tren del Gol, en esta vagoneta número 23, porque puede que sea la buena, aunque nunca la definitiva.

Felicidades, sir Kronen.



El Tren del Gol

domingo, 7 de noviembre de 2010

Marlowe sigue vivo, me lo dijo un amigo (Parte XII)


Enlace a partes anteriores

XII.Tu belleza no te salvará

Como es de lógica, ese jueves tenía resaca, y tenía que preparar el paripé del viernes. Le daba vueltas a todo lo que me contó Alfie. Quería pensar que era mentira, todo mentira.

De camino al Parklife pasé por la Central. Yo antes no era melancólico. Ahora sí, ya ves. Subí al último piso. Miré al sur. Atardecía. Te equivocas, no me eché a llorar, aunque pagaría por haberlo hecho. Esa sensación de nunca haberme ido, esa sensación de que durante dos años había querido tapar algún agujero en mi barriga, o en mi culo, yo qué sé. Desde allí arriba pensé más y mejor en toda la historia. En el jodido Joe el Gerente, en cómo nos la había jugado a todos incluso muriendo. Me estaba acojonando con toda la basura que había debajo de la alfombra.

Alguien sabía que yo iba a estar en el Parklife, lo cual no me sorprendía. Si Alfie había hablado para mí, no veía el motivo para que delante de otros se hubiera callado. Alguien sabía que yo iba a estar ahí porque me estaba esperando el psicópata de la libreta y el lápiz. A estas alturas me la traía al fresco. Me senté en una mesa a oscuras. Bee-bop-a-loola. La banda suena de miedo esta noche.

- La banda suena de miedo esta noche -dice una voz.

Tengo al psicópata a mi izquierda. En guardia. Si algo está claro, es que de aquí no salgo. Hoy canta Eileen. You can remember this, a kiss is just a kiss. Ahora lo veo todo mucho mejor. El psicópata, aunque abrió el fuego, no creo que acepte conversación, y lo que mejor se me da es hablar. Puedo hacerle daño a un tipo atado, pero contra este estoy muerto. Llamo al camarero, y pido dos gin-tonic. Nunca bebo gin-tonic, así que me la juego con el psicópata. Incluso los asesinos en serie tienen ganas de echar un trago.

- ¿Ves a la tía que canta? Una vez estuvimos juntos. Luego ella se largó, hizo bien.

El psicópata me sorprende probando la bebida. Mierda, debí echarle veneno, como en los libros de Agatha Christie. Me va a atravesar el pecho con un lápiz de madera y encima le he pagado una copa, soy gilipollas. Y entonces se acaba la canción y Eileen, que me ha visto, baja a nuestra mesa a besarme en la mejilla, mientras se sienta en mi regazo.

- Phil, amor, ¿cómo te va?

Joder, Eileen. Quiero contarte que estoy más solo que la una, que anoche te habría llamado y te habría dicho te quiero unas cinco mil veces, que este tipo no me va a dejar salir del bar, que estoy metido hasta las cejas en un lío por culpa de otros, un lío de los gordos.

- Bien -si dices eso, y sonríes, a la gente le vale-. ¿Conoces a mi amigo? Mira, esta es Eileen, creo que te he hablado alguna vez de ella.

Por primera vez en cinco años una mujer hacía algo bueno por mí sin pedir nada a cambio. Ella se sentó entre el psicópata y yo. Yo echo un trago, y según bajo la mano hacia la mesa, le tiro la copa a la cara a ese cabrón dandole de lleno, mientras salgo por patas del local, dejando a Eileen en sus manos. Lo siento, cariño, siempre te dije que tu belleza no te iba a salvar.

Después paseé por la ciudad de noche con el corazón en la boca. Me gusta, me encanta la ciudad de noche. Me tranquiliza. Bajé al río y tiré piedras. Si Joe el Gerente quería acojonarme, no lo iba a conseguir.

Sí, he dicho Joe el Gerente.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Marlowe sigue vivo, me lo dijo un amigo (Parte XI)

Enlace a parte X y anteriores

XI. No hay peor soledad que la soledad compartida

Alfie estaba acojonado. Le faltaban los 40 kg que le sobraban al sargento. Tenía culpa en los ojos, lo había hecho él. Ahora yo sólo quería saber:

- ¿Por qué?

Me paso la vida preguntándole a la gente el por qué de sus acciones. Es un buen medio para ganarme el pan, pero detrás de eso está el puro vicio por la contemplación, un voyeurismo no sofocado. Un por qué detrás de otro, y tienes el puzzle, tienes la historia.

- No lo sé.
- Sí lo sabes. Sabes qué pasó con el negro, sabes qué hacías en casa de Rose Black, sabes de qué la conoces y sabes muy bien qué pintas en toda la historia del Joe el Gerente. Cuéntamelo.
- No lo sé. No te lo voy a decir.

No soy violento. No me gusta. Pero venía coleccionando unas ganas impresionantes de partir la cara de alguien desde hacía unos días. Se lo hice saber a Alfie con una patada en la entrepierna que lo tiró al suelo. Pobre, daba pena verlo así, tan desmejorado, hecho un ovillo sobre su ombligo y retorciendose. Necesitaba que cantara. Y por mis cojones que iba a cantar. Lo levanté por las solapas. No grité, no me gusta gritar. Puedo pegar, pero no hace falta gritar, eso es de nenazas y verduleras. Dos hostias más bien pegadas eran mejor que cualquier tónico revitalizante para la memoria. Y empezó a soltarlo todo, después de unos escupitajos de sangre y mocos. No me repetí, no me gusta repetirme, pero se lo avisé de nuevo:

- Siempre supe que ibas a acabar mal, Alfie.

Me fui dejando un billete de 20 en la mano de Jimmy, el Sargento, que los utilizará para comerse diez hamburguesas más en Gino's, para engordar, para convertirse en un ser aún más inútil para la ciudad y un poco más útil para mí. Me fui haciendome el duro, y pensando que era inmune, pero a media tarde descubrí que no. Que estaba solo, que estaba hecho una mierda, una basura. Que Alfie tenía los barrotes y un guarda al otro lado, que Rose Black tenía pañuelos y chuloputas, que Mickey tenía una trompeta, que Eileen tenía a su cantante, Joe tenía su ataúd. Y yo qué cojones tenía aparte de una buena historia, una historia como un puño al estómago, una historia que me deshacía, una historia abierta donde ni siquiera tenía un papel. Sólo hilarlos a todos.

Empecé a emborracharme como un cerdo a eso de las 5 en el Nirvana. Saqué la libreta del bolsillo interior del abrigo, donde guardaba una chapa de cerveza por cada efeméride de triunfo. Valoré uno a uno todos los nombres a los que podía telefonear esa noche de miércoles. Cada vez estaba más mamado, cada vez pensaba menos. Elegí al azar desde la cabina del Nirvana. Ella no se opuso. No sé quién era ella. No recuerdo quién era ella. No quiero recordarlo. La chupaba con los ojos abiertos, sólo las putas lo hacen así. A las 8.30 de la mañana me daba asco, desnudo encima de la cama sin dinero y con resaca, solo. Solo. Y con una buena historia como un puño al estómago, ¿lo he dicho ya? No me gusta repetirme.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cuá, cuá

Merece la pena levantarse con la resaca, pero pronto, para que mi hermano me lleve a 150 con la moto. Merece la pena salir de bares y dejar el dinero para compartir el tiempo que nunca hemos de perder, sea de día o de noche. Merece la pena comer como bestias siempre que sea en familia, porque la familia siempre tiene algo que decir. Merece la pena helarse si dentro hace un poco más de calor. Merece la pena llegar hasta aquí, pero, sobre todo, merece la pena seguir adelante.

El Comando Videmala sigue informando un año más. Y mejor, siempre mejor.