X.¿Sabes? Me acuerdo de ti cuando oigo aquella canción.
He dormido mal. Soñé con los rizos de Rose Black. Ibamos a un bar. Un bar oscuro, un bar con música de trompeta. Bee-bop-a-loola. Había rostros conocidos, borrosos. Luego corríamos por toda la ciudad. Las farolas proyectan luz redonda. Después hay sombra. Luz. Sombra. Luz, sombra. Y al final, en una sombra, Rose me agarra el paquete y me despierto empalmado. Debería haberme ido de putas hace tiempo, esto me está matando.
Son sólo las siete. Llevo una semana queriendo café y nunca tomándolo. Gino's ya está abierto. Hay historias que me hacen creer en el amor. Creo en el amor cuando le veo las tetas a Gina, la mujer de Rob. Él es un calzonazos, le puso el nombre de su mujer al café, y luego cambió el sexo para parecer que era quien llevaba los pantalones. El autoengaño es un buen complemento para quien no sabe vestirse adecuadamente. Pero eso no significa que el resto estemos engañados. Sólo tienes que ver los que repetimos taza sin pagar. Gira la cabeza: esos tres pimpollos y yo nos la hemos pasado por la piedra. Quizá la semana que viene haya otro más, y a lo mejor el año que viene el bar ya no produce ganancias. Da igual, a Rob le da igual con tal de sentir que tiene a Gina. Esa es la auténtica felicidad para unos, otros con la tercera taza y un sueño húmedo nos conformamos.
El periódico habla de gilipolleces. Hay un gilipollas que manda en el país, hay otro gilipollas que manda en la ciudad. Hay gilipollas que corren detrás de un balón. Escondidas entre tanta paja están las páginas que me gustan, las que me dan de comer y de beber. Esquelas. Anuncios clasificados. Morena, 25 años, tetas grandes. Lulú, me gusta recibir. Joder, esto está lleno de enfermos. Jamie, cubana, griego, francés. Nena, con ese dominio de los idiomas podrías hacerte un máster y salir en primera página, no en las cinco últimas. Y vienen los sucesos. Eso es pura carroña, la gente decente no mira entre las líneas, sólo los que tragamos un poco de mierda nos damos un paseo por ahí.
Esta mañana hay dos asesinatos. Uno no me interesa. Otro sí. Un asesinato en el 345 South Valcabado Ave. Un criado negro. Asalto a una mansión, dos tipos enmascarados, qué extraño. Huelo que no iban a robar. El negro sacó la pipa. No la del medio. La de matar. No, no la del medio. La de matar tíos. Y mató a uno, pero eran dos, y eso, incluso siendo negro, te pone las cosas difíciles. En ningún sitio nombran a Rose. Han cazado al segundo hombre armado un par de manzanas más abajo, herido en la pìerna. Voy a llamar a Jimmy, a ver si aún me queda algún amigo en comisaría. No quiero policía en esta basura, pero a veces incluso ellos son necesarios.
Media hora después estoy en comisaría. Jimmy pesa cuarenta kilos más que la última vez, le han sentado bien los ascensos. Está contento de verme, parece orgulloso de haber pillado a un idiota al que un negro le ha colado una bala en el muslo. Jimmy me explica por encima la historia, y yo escucho como si me ofreciera una enciclopedia que no voy a leer en mi vida. Ahora quiero ver al detenido. Ahí lo tienes, con la cabeza entre las manos, con tres o cuatro morados en los brazos, un ojo a la funerala y la pierna izquierda vendada.
- Alfie, siempre te dije que acabarías mal.
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