I. “Soplaba un viento espeso, más frío que las cenizas de un amor perdido”
El antiguo gerente había muerto. Me enteré por rumores del viejo grupo. Paul estaba en Noruega, Vicky en Finlandia. Mine en Budapest. Sólo quedábamos en la ciudad Mickey y yo, que nos veíamos de vez en cuando. Ese lunes fue de vez en cuando, y nos vimos. Mickey me pagaba cervezas a las siete de la tarde, quizá porque tenía sed, quizá porque conoce mi locuacidad cuando bebo. Yo no tenía más dinero, necesitaba algo. Algo como una pelirroja, algo como un billete acertado de lotería, algo como alpiste, o algo como el rumor de que el antiguo gerente había muerto. Ahí se me curó todo. Abrí los ojos, escuché a Mickey como si me acabara de decir que tenía en el bolsillo la única pluma que el Espíritu Santo dejó abandonada cuando se posó en el hombro de Jesucristo, y hubiera escrito con ella una tesis sobre la existencia de Dios, uno y trino.
- Ha muerto. Creo que fue un infarto. Estaba gordo, fumaba, tenía deudas con todo mundo. Sale ganando, lo mires por donde lo mires.
- Hasta en la tumba tuvo suerte ese cabrón. ¿Qué fue de tu dinero? -apostillé, sabiendo que tenía que darle cuerda.
- Nunca lo volví a ver. No fue sólo a mí, creo que hubo otros quince a los que no se lo devolvió jamás, y no había forma de reclamar.
Sonaba victimista, pero la verdad es que Mickey tenía razón: no había forma de reclamar contra aquel gordo que se paseaba por la ciudad en su Alfa Romeo negro sin un solo rayón. Un tiro entre las cejas habría sido una buena reclamación, pero todos sabíamos que detrás de aquel tiro entre las cejas a nosotros podrían caernos diez. Todos lo temíamos, por eso nos fuimos todos, aunque en su momento alegásemos cualquier excusa para abandonar su protección. Ninguno tuvimos suficientes huevos para reconocer que nos había ganado, que de todas nuestras zancadillas y rebeldías, algunas le hicieron tropezar, pero ninguna fue un tiro de gracia. Lo que nosotros ignorábamos es que no éramos los únicos, lo que ignorábamos era que no sólo a nosotros, sus paganos, nos había convertido en sus enemigos, sino que había ido coleccionándolos por todas partes, principalmente entre sus socios. Y sus socios no se iban a ir cabizbajos como nosotros habíamos hecho.
- No lo había visto en todo el año pasado. Ni siquiera sé si murió rápido o lento, sólo he oído lo del infarto y lo de la nueva gerencia- acabó farfullando Mickey ante un poco de insistencia por mi parte.
Daba igual: con eso me bastaba para empezar.
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