Las moscas acechan a los viejos en Noviembre. Los acechan en las habitaciones del Hospital. Reconocen los números de las habitaciones. Huelen la muerte y las úlceras. He visitado depósitos de cadáveres más felices. He visto la sangre reventando contra el suelo en una explosión de felicidad, un niágara de desechos. He estado corriendo siempre para evitar este momento y aquí estoy, justo de frente. Ahora la explosión es entre mis costillas y la combustión agota el aire, porque todo ha vuelto aunque sólo fuera durante una milésima de segundo, y sólo dormido. Cómo puedes detenerlo si aparece en un sueño. Allí estás indefenso, allí no hay estrellas de rock y tú sólo te dedicas a correr entre la multitud con los brazos en alto. Allí no tienes una coraza, la que te has puesto cada día desde entonces. Corre si puedes. Corre porque puedes. Corre por los que no pueden. Tengo las manos empapadas. En un sueño sólo puedes ser el espectador de lujo de la comedia o de la tragedia, ¿a dónde quieres ir si no puedes escaparte? Nadie te avisó de cómo acababa esta película. A mí nadie me avisó de cómo empezaba. Me cortaré el pelo y huiré al oeste, al este, al sur, al norte. Daré las vueltas que sean necesarias, siempre corriendo, ahora que puedo correr. Pero nunca puedes detenerlo, nunca puedes huir si está en medio de un sueño. Cuántas vueltas hemos dado, cuántas nos faltan aún. Está todo escrito por si alguna vez se me olvida. Si alguien lo leyese, nunca lo creería. Lo dejo bajo llave para que lo encuentren los próximos inquilinos y se imaginen una historia diferente. Quién sabe, quizá somos sólo las historias que otros imaginan por nosotros. Eso es parte de otro sueño, y allí nunca puedes cambiar ninguna pieza del puzzle. Cantaremos canciones que no son la nuestra, visitaremos centros comerciales en domingos por la mañana. La tarde es para la partida de cartas. La intersección se va quedando atrás, quemaré los mapas y seguiré corriendo. Sudaré hasta quedarme sin agua. Me he despertado sudando, porque incluso en el sueño ya estaba corriendo. Tengo el pelo más corto, conozco las carreteras y los parques siniestros de madrugada, pero siempre acabo volviendo al lugar del crimen. Si me ve la policía pensará que soy el asesino. Sabes, las moscas han dejado de oler a los viejos y huelen ahora mi sudor, aunque mi puerta no está marcada con ningún número. Ha sido un placer encontrarnos de nuevo, incluso si sólo ha sido un sueño, pero ahora me voy. Tengo que seguir corriendo.
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