miércoles, 7 de abril de 2010

Anarkía en Zirujía

- ¡¡¡Varón, 35 años, ,inconsciente, respiración superficial, pulso débil e inconstante, politraumatizado, presenta un shock hemorrágico, posibles fracturas de tibia derecha, cúbito y radio izquierdos, hematoma subcutáneo abdominal, desgarro anal!!!

- ¿Desgarro anal? ¿Desgarro anal?

- Joder, presenta un estado general con un ECOG de 4, está moribundo. Está moribundo, ¿¿no lo entiendes?? No quiero un puto fiambre en mi guardia esta noche, que se lo queden los de por la mañana.

- Pero tiene un desgarro anal. Algo habrá hecho. Algo habrá hecho. No te digo nada y te lo digo todo.

No me quedó más remedio que soltarle un par de hostias, que provocaron una encendida mirada de odio e incomprensión, igual que esas que reflejan las fotografías del Holocausto, sólo que Andrea pesaba unos 40 kg más y su pijama era verde, de quirófano. Me vinieron más frases sueltas a la cabeza.

- Quirófano, no me jodas, este tío hay que llevarlo a quirófano. Prepara las cosas.

El ínclito Andrea, con su chepa y su pelo pajizo y desmadejado empujó las puertas de doble bisagra del quirófano revelando un panorama tchernobyliano. Tres enfermeras y un auxiliar de enfermería jugaban al mus con cápsulas de Nolotil en lugar de amarracos encima de una camilla, mientras dos celadores preparaban cubatas de Four Roses sacando hielos de las neveras donde se transportan los órganos donados. El suelo soñaba con la asepsia de 1974, cuando los entonces Príncipes de España inauguraban el Hospital Clínico. El suelo soñaba sin pegajosos charcos de sangre coagulada. ¿Por qué me sabía la boca a sangre coagulada? ¿Por qué tenía sangre coagulada en el pijama? ¿Por qué se reía Andrea? Le solté otra entre las orejas para callarle la boca.

- Andrea, coño. Haz algo.

Andrea, ínclito pero diligente, encorvado, barrió de un manotazo la partida de mus a falta de una mano completa por jugarse, elevando de este modo el tono de voz entre el inferior y evidentemente menos cualificado personal sanitario que poblaba la sala de quirófano. Yo los veía como sombras informes del inframundo que revoloteaban a la altura de mis rodillas, y, autómata, me movía hacia el lavabo sobre raíles de dos noches sin pegar un ojo. Perdía campo de visión del lado izquierdo, de modo que choqué con uno de los celadores, tirándole al suelo medio cubata. Suerte, pensé, que no operamos en el suelo.

- Va, venga, al grano.- Trataba de animar. Animarme. Nadie me escuchaba. Ellos hacían su vida. Las enfermeras y el auxiliar habían comenzado una partida de parchís. Menos mal que no les ha dado por empezar una orgía en la sala de reanimación.

A ver. Cómo se hacía esto. Intúbalo. Vamos, tú puedes. Con esa cosa que era como un piolet. Esfingo...No, espectro...no, quieto: laringoscopio. Eso es, laringoscopio. Pero espera. Espera.

- ¡Andrea!

- ¿Qué coño pasa? - Andrea se rebelaba. Dios, si hay un dios. Dios, esto se viene abajo.- ¿Ya no se puede fumar un pito agusto?

- Andrea, llama al anestesista.

- Pero si ese pollo no se va a enterar ni aunque le metieras el laringo por el culo, que, por cierto, vete a saber cómo se hizo eso. Yo no digo nada y te lo digo todo.

- ¡Que vayas!

Quince minutos después el doctor Muriel entró tambaleante, golpeandose con la puerta giratoria, con la jeringuilla de propofol aún colgando de su antebrazo izquierdo. Todo el equipo se miró en silencio. Vaya hombre, así que eso es lo que necesitaban para dejar los juegos de mesa. Los ojos opacos de ira, de incomprensión, de temor, los ojos con miedo. Como los judíos de la foto, como Andrea. Miedo a un anestesista drogado con su propia medicina que tiene que salvar a una madre en medio de un parto complicado. O a un gilipollas al que se la estaban metiendo por detrás en un coche sin freno de mano bajando del Tibidabo. El doctor Muriel entró tambaleante, con su cara de vampiro, las bolsas de sus ojos llenas de algo que una vez fue colágeno, y que a día de hoy podría ser sin problema una total ausencia de dignidad. El equipo siguió guardando silencio. Yo silbaba, seguía viendo sombras sin oir voces. En el radiocassette del quirófano sonaban los 40 Principales, la temperatura rondaba los 25 grados, la asepsia se daba por supuesta.

- Doctor Muriel. Anestesia general para este paciente. Varón, 35 años, ECOG de 4, abundante hemorragia, shock.- Venga, para huevos los míos. Sábado. 5.25 am. Muriel levantó los ojos que parecían un mapa de carreteras ensangrentado.

- Tú. Tú eres un mierdas. Tú no sabes de lo que hablas.- la voz pausada, más de lo que cabría esperar de un hombre de 59 años que lleva colgando del antebrazo media ampolla de propofol, que no dormía desde hacía 32 horas, que no comía desde la tarde anterior, que no bebía desde las 5 de la mañana. Le escupí en su cara un poco de sangre coagulada. ¿Por qué tenía sangre coagulada? ¿Por qué me faltaba una muela de la izquierda?

Muriel pasó de mí como si fuera alguna parte defectuosa del mobiliario que tenía una pitera por la cual se escapaban sangre e improperios, y se puso a lo suyo. Diligentemente, todo sea dicho, para alguien en su estado. Cuando Muriel terminó, Andrea se puso a vigilar el cacharrito con pantalla de plasma donde se recogían las constantes vitales del amigo. Huy, qué negro. Afanándome por arreglar las cosas cuanto antes, le empecé a coser el culo.

Una de las enfermeras, por fin, se me acercó.

¿Necesitas algo? Lo entendí todo de golpe, entendí toda la noche. Entendí las partidas de mus, la oca, el alcohol, la inutilidad de 32 horas despierto, la futilidad de los striptease. Si yo te dijera lo que necesito. Dímelo. [lascivia en la voz, sé reconocer esas cosas incluso con sangre en la lengua]. Te lo digo en cinco minutos en Reanimación, esperame. Andrea. Vete cosiendo al tío. Dale morfina. Mucha morfina. Dame morfina, dame mucha morfina. Dame un condón. Mejor, dos. Andrea. Coselo bien, ¿tiene familia? Que no se preocupen, lo harás bien. Andrea... ¿qué es este cuarto? Andrea... me has dado demasiada morfina, me estoy durmiendo...¿dónde está esa enfermera?...Andrea...no te bajes los pantalones, no, no, no me bajes los pantalones...

- No te digo nada, y te lo digo todo, Doctor.

- Andrea...otro desgarro más esta noche no, por dios...que no quiero que Muriel me ponga una epidural...

2 comentarios:

Der Wanderer dijo...

Eres bueno, Prieto, eres bueno.

Rebk dijo...

Anatomia de Grey
xD