viernes, 9 de abril de 2010

El turismo es un gran invento


Podría pasarme horas mirando el fuego, podría pasarme tantas horas que seguramente mis pulmones se llenarían despacio de monóxido de carbono. Muy despacio, tanto que ni me enteraría, me iría durmiendo dulcemente, y despertaría rodeado de setenta y dos suríes de senos turgentes, en una tierra que manase leche y miel. Pero eso todavía no ha pasado, ni entra en mis planes. Ahora mismo estoy mirando cómo arden dos pequeños troncos en el fuego. Pase lo que pase, en esta época siempre hace frío, como si el hecho de que mi madre preparase torrijas en la sartén de porcelana atrajese las olas de frío polar. Supongo que en el Círculo Polar Ártico se pasarán el año entero comiendo torrijas. Pobrecillos. Alguien debería prevenirles, pero en lugar de eso nos lucramos enviandoles mensajes turísticos que tienden a los subliminal, que lo que consiguen es que vengan a nuestras playas, se intoxiquen con todas las sustancias adictivas que les echan a las paellas en los chiringuitos.

Yo siempre he pensado que el truco está en el colorante. Eso no puede ser natural. Las naranjas son naranjas, no verdes. Nadie se comería una manzana azul, Ni un tomate fosforito. Entonces, ¿por qué nos comemos las paellas, insultantemente amarillas, sabiendo que el arroz original es blanco? Siempre quedarán esos puristas del arroz que vendrán alegando que el basmati es negro cual sobaco de grillo, pero no hemos venido a entrar en esos banales debates sino a defender la dignidad de los habitantes del Círculo Polar Ártico, que año tras año, como vulgares aves migratorias bajan al sur...¡en verano! ¿Es posible que nadie se haya dado cuenta aún? ¿Es posible? Según lo que aprendí de lógica en 1º de bachillerato, si en invierno hace mucho más frío que en verano, y ellos lo que huyen es del frío, los finlandeses deberían venir a la costa en invierno, no en verano.

Aquí hay algo oscuro, no acabo de ver la relación. Sin embargo, el dato más revelador nos lo debería aportar la demografía interno-turística de nuestro país. ¿Quiénes habitan la costa mediterránea en verano? Los finlandeses. ¿Y en invierno? Los pensionistas.

Amigos, hermanos, compañeros, yo no quiero señalar a nadie, pero puede que estemos ante una de las más espeluznantes y descorazonadoras revelaciones de los últimos tiempos. Hay alguien interesado en que nos deshagamos lenta pero inexorablemente de los Viejos y de los Habitantes Polares. Una vez aquí, os preguntareis el por qué de esa conclusión. Pues bien: observad los índices de suicidios invernales en países nórdicos y los índices de mortalidad entre la población mayor de 65 años en las ciudades en el periodo de junio a septiembre, ambos incluidos.

Habrá a quien le resulte horrible, macabro, siniestro, cruel. No es tan terrible como parece si constatamos que detrás de eso la sociedad se preocupa de que en verano sean felices los finlandeses sean felices en la costa, con adictivas paellas y soma de sangría, y los viejos en invierno haciendo sus últimos ligues y bailes “agarraos” en hoteles con todo incluido. De esta manera, ambos grupos sociales cruzan la barrera hacia el inframundo, si lo hubiere, con una sonrisa en la boca y unos agradables recuerdos de lo que esta basura de tránsito por el mundo consciente está llamado a ser.

Llegados a este punto, quiero ir cerrando, exponiendo mis acojonantes conclusiones al respecto de lo poco que hemos avanzado desde que Aldous Huxley propusiera su Mundo Feliz, en el que nos desharíamos suavemente de todo aquello que nos era contingente, y manteniendo contento y distraído al personal necesario para que la sociedad avanzase en un modo más o menos engrasado. Todo esto nos conduce inequívocamente a lo que probablemente ya sabíamos antes: que hay alguien que, a nuestras espaldas, o por encima de nuestras cabezas, mueve los hilos, ya sea de un modo interesado, como puede ser el lucro de los fabricantes de colorante amarillo para paella, o más altruista, como pueden ser las Hermanitas de la Caridad.

Cómo me gusta observar el fuego, los dos pequeños troncos ardiendo lentamente, exhalando monóxido de carbono que muy despacio me va haciendo pensar cada vez más lento, y pienso que ojalá vengan ya esas torrijas y que nunca he estado en Finlandia...

1 comentario:

Nagore Ares Amaya dijo...

Qué grandes verdades, jajaja. Acabo de descubrir tu blog y no ha hecho falta decidir que volveré a menudo porque sin ninguna duda lo haré.
Muy bueno