Para la musica ligera.
"Si hubiera tenido que apostar dinero, seguro que habria perdido, pensó mientras cruzaba el Potomac, abandonando de esta simple y llana forma el estado de Maryland, y entrando en Virginia. Bah, el viaje no será largo, se dijo, y cerró los ojos mientras encendía el iPod y lo dejaba en sesión aleatoria. Camino de Nueva York, donde las calles no tienen nombre.
Algún algoritmo matemático del reproductor se alió con la casualidad y empezó a cantar Paul Simon, en el mejor estéreo en 50 millas a la redonda. Como quien no quiere la cosa, por supuesto. Se le dibujó la media sonrisa a medida que se iba quedando dormido. Y despertó un tiempo indeterminado después, con el tren traqueteando a medida que tomaba una ligera curva a la derecha, sin recuerdos de haber soñado, y sin sombra de descanso en las bolsas que subrayaban sus ojos.
Manhattan tomaba forma varias millas adelante, la ciudad en la que nadie es de nadie, y nadie es de allí. No habría otra palabra mejor para describirlo que Skyline, ppensó, recreándose en la forma puntiaguda de la "k" y la "y", que parecían pintadas de gris brillante contra el cielo que se oscurecía poco a poco.
El Barrio, así llaman ahora los que lo pueblan al Harlem, escenario de tantas obras. Teatro y calles agujereadas, amplio sentido de la palabra, pero tantas y tantas veces dramas más que comedias. Ahora era el metro plateado y de formas suaves el que ahorraba sus pasos. No pudo sino reverenciarse al pasar por la parada del estadio de los Yankees, lo más cerca de la superficie del Bronx que iba a estar en mucho tiempo, y es que hay lugares en los que quizá es mejor entrar directamente en profundidad, hay ocasiones en que son preferibles 12 antes que 6 pies bajo tierra. Y algún apeadero, claro está.
Se bajó en la Séptima, sin saber lo que buscaba, pero sabiendo de sobra lo que podía encontrar. No, aquella no era la noche, cuántos se han hundido por menos. Un boxeador, pero un luchador más bien, por su negocio, de pie ante tanto trajín, ante la ruina y la gloria que a menudo no están separadas más que por un escalón y tres cuerdas de goma. Y una toalla, y un mundo.
No había aire frío, era septiembre e incluso taan al norte aún se permitían lujos climáticos como posponer el otoño. Central Park abría el pulmón a la calle doscientas yardas más allá, a la izquierda. Pasó al lado del Dakota estremeciéndose y evitando mirar al escaparate, como si temiera el reflejo de unas lentes redondas, y siete u ocho balas. Un maldito cargador, sólo eso, y miles de sueños imaginados, rotos. Dios, pensó, dónde estabas entonces. Y siguió caminando.
Entró en el parque, hacia la explanada que coronaba todas las héctareas con lomas suaves y árboles importados; el dinero no lo es todo, pero aún puede darle la vuelta al mundo. Y se sentó en un banco, pensando en el día de veintisiete años atrás en que medio millón de personas volvieron a romper el sonido del silencio. Hay cosas que sólo pasan una vez en la vida, y no todas las vidas tienen el derecho a pasar por una sola cosa.
People hearing without listening
People writing songs that voices never share
Hay veces que compartir, es mucho más que vivir."
No hay comentarios:
Publicar un comentario