sábado, 28 de marzo de 2009

Mr. G.

La gente suele hablar de las figuras en la sombra como si por generalización constituyeran un colectivo de buena gente, de genios que sostienen ideales, civilizaciones y demás utopías. La gente nombra a las figuras en la sombra como piezas inexcusables de un rompecabezas social, la gente habla de figuras en la sombra, pero nunca se preocupan demasiado.

Luego llega un día en el que te preguntas si de verdad existen figuras en la sombra, y entonces la respuesta viene sin más. Y es que no hay figuras en la sombra, sino personas que saben vivir su vida sin buscar el protagonismo estúpido de hacer suyo cada instante, cada chiste, cada copa, cada mujer. Mr.G hoy hace veinte años llevando esa parte de la vida, haciendo su vida y no la de nadie más.

Supongo que es complicado hacer un resumen de veinte años, y más cuando no los he visto todos, sino que le llevo siguiendo la pista desde los trece más o menos. Un buen tipo. Un grande, dicen por ahí. Y lo lleva sin más. Lo vereis en cualquier biblioteca, en cualquier calle, en un frontón o encima de una bicicleta de montaña negra, subiendo al infierno [en Villaflor] o bajando al cielo [en los Adiles].

David, pegado al número 19, ahora se pasa a los veinte años, y sabe dios cómo le irá. Ahora que hace su vida, ahora que le pierdo un poco la pista, me alegro más aún por él. Ocupa un estudio en Salamanca, hace vida de bohemio sin escribir ni beber ni fumar [ni follar, pero de eso ya hablaremos], así que en el fondo lo que le hace bohemio es el hecho de ser solitario. Pero le veo enredarse por ahí, y pienso que le irá genial si hace lo que yo llevo tanto tiempo sin saber hacer, jugármela.

Hace un año, le felicité los 19 debajo de la Torre Eiffel, hoy anda en cualquier lugar, aunque ya me lo encontraré por ahí. De vez en cuando, después de un mes o dos sin vernos, nos llamamos y me sigo dando cuenta de que nunca ha habido figuras en la sombra, lo que pasa que hay gente que no es capaz de mirar hacia la luz. Él sí, dice que quiere ser astrónomo. Le queda bien, cerca de su lugar.

Otras veces le he escrito algo pastoso, carameloso. Hoy no quería caer en ese error, y lo siento si lo he hecho. Pero bueno, es lo que hay. Veinte años de los que ya son casi siete llenos de recuerdos, casi todos buenos. Y otros amargos, como la noche en que se fue a dormir escuchando esta canción, y que no se nos olvida nunca.

Grande, jefe.

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