Los que leais asiduamente este blog sabeis que me encanta opinar sobre asuntos en los que no tengo ni idea. Bien, hoy también voy a opinar sobre cosas que no tengo ni idea, véase Coca Cola y la publicidad. ¿El por qué? Porque esos cabrones de la agencia que sea han vuelto a clavarla.
Tratad de hacer una lista mental de anuncios que recordeis. De entre los miles de anuncios que hayais visto, que hayan resbalado por vuestras mentes engrasadas con indiferencia, y estoy seguro de que al menos uno de ellos es de Coca-Cola. Y sino lo recordais, al meno seguro que recordais haber parodiado, imitado, adulado, alguno de esos anuncios. Uno, dos, o tres al año. El clásico de navidades. El de los veranos. Y luego, entre medias, otro u otros dos, que son en los que entra la magia de la emoción.
El último vuelve a hablar del tema más manido de la historia de la publicidad. La felicidad. Otro día si eso ya os hago un ensayo sobre la felicidad, hoy ese no es el tema. El caso es que en el último anuncio se vuelven a tirar a degüello sobre la fibra sensible. Y saben cómo hacerlo, cómo emocionarte. Saben tirar a dar. Y no quiero decir con esto que vayan a vender más Coca Cola [¿es posible vender más aún?] sino que humaniza más y más la marca, como un sinónimo de felicidad, de buenos sentimientos. Wishful thinking que dirían en Harvard, según Leopoldo Abadía.
En este caso, un anciano de 102 años se dirige a una niña de pocas horas, en esos términos que sólo te da la senectud, pero con toda la naturalidad del mundo. Hablando sobre [nada más ni menos] que la Vida. Y llega, llega dentro a poco que te pongas. Otras veces es la familia la vena sensible que atacan. Otras veces el amor, juvenil o maduro. Y no suelen fallar. Qué agencias. Y qué indefensos estamos ante ellos, que con sólo un minuto y medio de metraje nos pueden dañar más que muchas películas. Es la doble lectura, más allá de me gusta o no me gusta.
Se tiran a por nosotros con mensajes de optimismo, con la felicidad que puede estar a sólo una botella de Coca Cola de distancia, con todo eso que no nos atrevemos a decir o hacer, hacen que nos veamos reflejados de manera inequívoca, nos hacen sentir diferentes. Bien o mal, pero diferentes. A mí este último me ha emocionado, a pesar de que puede que sólo sean palabras vacías con el fin de vender más y mejor.
En fin. Pseudofilosofía y Coca Cola, supongo que tan peligroso como mezclarlo con Johnnie Walker. Pero igual de bonito, en ambos casos. Y yo sólo espero que ninguno de los dos deje esa desagradable sensación de la mañana siguiente.
El último, al que me refiero:
Y otros de interés:
1 comentario:
Personalmente el anuncio me parece cursi, amanerado y sensiblero, que no sensible...Los creativos españoles deben estar mal pagados, ellos y los guionistas de series...en fin.Yo me quedo con los argentinos que deben de darle al pellote candela porque sino no me lo explico.Loca me tienen.
Me emociona tu emoción y casi lloro cuando he leido lo de Johnnie Walker...pero que bonito si señor.Por cierto, no se el tuyo, pero el que yo bebo no deja resaca.
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