Septiembre, en el fondo, uno nunca sabe si es un mes de mierda o es la polla. Pero creo que lo que tiene en realidad Septiembre, es que es justo. Porque lo que te quita, te lo devuelve. Y lo que te da, te lo quita. De modo y manera que llegarán las doce de esta noche, y me acordaré de cómo estaba el uno de Septiembre. Y de lo rápido que se han pasado estos treinta días, y de todo lo que te da tiempo a sentir, y de lo que te quedas con ganas. Y ahora viene el otoño, con todas esas mariconadas tan bonitas de días grises y lluviosos, de hojas caídas por las aceras, de esa poesía de desamores, y demás que no es a mí al que le corresponde escribir ni describir.
A mí el otoño que me gusta es el de las noches negras como la boca del lobo, de hogueras en la calle del pueblo, de levantarme por la mañana al mismo tiempo que se levanta la niebla, y de tener dolor de garganta por el frío de la meseta, el que cura los chorizos y a mí en vez de curarme me jode. El otoño de salir a coger setas [en la ciudad y en el monte], el de las liguillas de Champions por las noches, cambiar la hora de nuevo, y seguirme levantando con sueño. Qué injusto, no sé si me gusta u odio el otoño. Sólo sé que lo que te quita Septiembre, Septiembre te lo da. Y que mi mes es Noviembre, por algo será.
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