lunes, 15 de septiembre de 2008

Ella dijo

Yo no sirvo para hacer las cosas largas
-me decía mi chica-
así que una mañana tomé una decisión
y empecé a reducir el tamaño de lo que hacía.
Los paseos, las siestas, los polvos
las horas, las comidas, las palabras.

Llegó por fin una mañana
-yo no sirvo para hacer las cosas largas-
en que ella se había ido a comprar
y yo tenía el periódico abierto
por sucesos
viendo como la gente se mataba, y pensé
¿es mi vida larga?

Me tumbé a mirar el sol
-en lo que volvía mi chica con el coche-
cerré el periódico,
cerré los ojos.
¿Quién sabe cuánto dura una función de teatro?
Yo no sirvo para hacer las cosas largas.

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