Basado en un relato casi homónimo, pero a mi manera. Para mi madre.
"Llegué a casa, y encima de la mesa había media naranja, medio plátano y media pera, porque mi madre le prepara a mi sobrina la papilla con eso, y con algo de galletas. Es una tarde de calor y verano, así que me apeteció la fruta, y me hice el zumo de la media naranja, pelé el plátano y la pera, y con las mismas, me los comí.
El zumo era pasable, pero la pera y el plátano ya se estaban resecando, lo cual me hizo pensar en las fresas.
Las fresas, como todo lo buenísimo, sólo vienen una vez al año, y cada año la temporada de las fresas se me hace más corta. Ya ven, paranoias. La culpa, como todo, es de la huelga de transportes, supongo. El caso es que como solo vienen una vez al año, la ocasión hay que aprovecharla.
Me encantan, personalmente, las fresas con leche condensada. En mi casa hay variabilidad a más no poder. A mi hermano, con nata, a mi padre y a mi madre solas. En la resi, la gente las come con azúcar. Y las fresas son geniales, porque no sólo es la fresa, sino es ese juguillo que desprenden si se las deja macerar un poco. Pero tiene que ser un momento exacto...porque sino, queridos amigos, las fresas se han pasado, reblandecido, y eso no nos gusta a nadie.
Y las fresas tienen que estar cortadas perfectamente, sin la parte verde, y sin el tallo blanco. Aquí es donde viene la posguerra. Porque las madres, tan preocupadas siempre por la economía familiar, apuran hasta el último milímetro, y a veces uno se encuentra una hoja verde en su tazón de fresas. ¡Oh, tiempos, oh costumbres! Una generación como es la de mis abuelos, y en menos medida mis padres, que han sufrido los rigores de una posguerra que España por suerte se va olvidando, están ascostumbrados a apurar hasta el final. La que se come el filete con más nervios, la que chupa los huesos del pollo asado, la que se come la ensalada que sobró de mediodía, ésa es mi madre.
Y esto vino a mi mente a costa del zumo de naranja. Porque el zumo de naranja a todos nos gusta natural, cuando las naranjas están dulces y jugosas. Pero nos gusta colado, sin esas fibras tan repelentes que se entrometen entre los dientes. Y para eso hay que apretar la naranja contra el exprimidor lo justo para que salga todo el zumo y no quede mucho dentro de la cáscara, pero no tanto como para llevarte al zumo parte de la cáscara. Una dificilísima ecuación. Y las madres, en su afán de nutrición [para ellas siempre estaremos en edad de crecer] aprietan todo lo posible, porque bastante caro es un kilo de naranjas. Y no solo eso...lo peor es cuando el zumo está aguado. Se nota enseguida. No tiene ese sabor fuerte. Es tan fácil como distinguir un whisky aguado de un Chivas 12 años sin mezclar.
Zumo aguado, y con hilillos. Las naranjas de posguerra, fruto de una generación que lo pasó duro. Y ahora dicen que habrá crisis, probablemente. Que habrá que cambiar el mundo por fuerza. O al menos dejarlo como estaba antes. Sólo ruego que a mis hijos no les tenga que hacer zumo con naranjas de posguerra. Ni que se les maceren demasiado las fresas."
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