Él me dijo:
- Lo que le pasa es que sabe dar buenos consejos para todos los demás y con él siempre la caga.
Ella sólo me dijo.
- Pues adiós.
Yo me pasé dos horas de verborrea estúpida, y aquí me tienes. Ella y él se quedaron hablando mientras yo me iba hacia el semáforo en rojo sin mirar atrás, porque eso sí que lo he aprendido de todos mis relatos bíblicos, las estatuas de sal y todo eso. Hagas lo que hagas, gilipollas, no vuelvas la cabeza. Porque no sirve.
O quizá sí que sirva, pero es que nunca acierto cuando se trata de mí.
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Y ella luego dijo:
¿Se habrá enfadado?
Y miró atras y sólo vió un semáforo en rojo.
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