Corrí y corrí y corrí por autopistas semimojadas con amigos a las 4 y media de la mañana en utilitarios de cinco puertas buscando todo lo que nunca hemos dejado atrás, corrí y corrí y corrí por canchas de asfalto de barrios marginales de mi pequeña ciudad para quemar todo el carbón que se te va acumulando dentro durante meses de sentar el culo en sofás acolchados; corrí y corrí y corrí de biblioteca en biblioteca buscando el silencio que se callara de una vez mi maldita cabeza siempre a punto de estallar con un folio manuscrito más; corrí y corrí y corrí de pueblo en pueblo por la meseta deseando encontrarme el lugar donde no se respirara más que aire de jara y tierra reseca de verano; corrí y corrí y corrí de corazón en corazón en una tregua que pusiera fin a la lucha armada de mi bien contra tu mal sabiendo que no voy a ganar nunca; corrí y corrí y corrí entre multitudes que corean letras en conciertos bajo techo y a cielo abierto de estrellas y con estrellas para sentirme tan anónimo como el título; corrí y corrí y corrí de bar en bar por ver si en algún lado estaba la cerveza que me fuera a tumbar y por el momento sigo de pie, ya ves, a lo mejor aún no se ha fermentado; corrí y corrí y corrí por parques urbanos, cuestas arriba y empedrados de lluvia de la misma tarde y nada de lo que dejé atrás pareció quedarse quieto, sino más bien venirse conmigo.
Corrí y corrí y corrí. Y aquí estoy, sentado, escribiendo las palabras que dicen que me tengo que quedar quieto de una vez por todas. Pero es que no puedo parar, nunca puedo parar.
1 comentario:
no tienes porque parar
porque al fin y al cabo
el movimiento
o su inercia
es lo que nos hace sentirnos vivos
o no...
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