domingo, 30 de noviembre de 2008

Síndrome de Estocolmo


"Doctor, no sé si es verdad. Pero creo que tengo el síndrome de Estocolmo. Que me ato a lo que me encierra, que me he quedado pegado a la pared encalada de mi celda. Que tenía tantas ganas de soltar el metal de los barrotes que me he ionizado. Soy magnético y mi mundo de metal, mierda de no tener una nevera para compartir mi vida entre imanes del Telepizza. O para encerrarme en el congelador, como hizo el tío Walt después de dibujar Blancanieves. Yo la única nieve que he conocido vienen sólo una vez al año a mi tejado. O un sábado de cada dos al lavabo del BB+.

Doctor, cúreme este síndrome de Estocolmo que me ha entrado. Yo no quiero ser un rehén, y que me maten. O peor aún, que me cambien por dinero, o por intereses políticos en un territorio armado. Yo lo que quería es ser libre, pero hace treinta y cinco años que se mató Nino en un deportivo en carretera. Como James Dean, pequeño bastardo rompió la suspensión. Yo quiero ser un mito, como ellos, tener un Porsche 956 plateado y recorrer la 66, doctor, haga algo.

Pero es que con el Síndrome de Estocolmo no me puedo mover. Me atenaza los músculos, no tiemblo, sólo busco calor, y en la celda tengo sólo mi sombra y una ventana por la que no podría ni siquiera saltar, por la que llegaría a lanzar mis palabras para limpiar el polvo de debajo de la cama [el de encima hace tiempo que me lo niega el sistema] Yo multiplico mis sílabas, y tartamudeo cuando me echan la comida por debajo de la puerta; me siento pulgoso como aquel gato que se me murió, y que tanta envidia me daba.

Pero usted me salvará, ¿verdad, doctor? Yo le juro que he sido bueno, que me tomé todo lo que usted me dijo, y también todo lo que no. Pero quíteme el Síndrome de Estocolmo, no puedo soportar ni un minuto más este sitio, no la soporto ya. Y sin embargo, ahí está, y yo sigo queriendo quedarme. Hay carceleros a los que te acostumbras con tanta naturalidad que los acabas adorando. Hay celdas que con toda su cal, su frío y su polvo, te tatúan necesidades. Y nada como una necesidad tatuada, como un número. El número de días que me quedan para irme de aquí."

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