domingo, 14 de febrero de 2010

Porto 2.0 (Un día en el mundo)


Las ganas de empezar de cero nos llevaron del metro a la praia de Matosinhos, a correr como gilipollas, a meternos (en el mar) en febrero, a correr más, y a llevar arena en los bolsillos y el pelo. En Porto no venden tanto pan, pero sí navajas, y como en Vente p'Alemania, Pepe, comimos chorizo en el hostal.

Y café, mucho café, ese café. Solo, meio leite, descafeinado. Muy calientes, así es como nos gustan [también los cafés]

Luego el tren y A Bola nos llevaron a Braga, a pasar una tarde de acercamiento a lo que puede ser nuestro futuro. Erasmus. Y el peligroso combustible que es la ilusión, que nunca sabes cuándo se te puede terminar y cuándo te va a explotar en las narices. Pero las sonrisas y los abrazos y los imposibles y las ganas de abrazarte viendo atardecer en el Jardim de las Flores. ¿Eso? Mil y una vidas, como mi gato. O como ese perro de la calle que habeis adoptado. Qué de estereotipos. Los cafés, las birras, los porros, las fotos, la experiencia. Vivir, waht else?

La estación de Sao Bento nos recibió a media noche, y O Piolho allá por la una de la madrugada. Luego fue el vinho verde, la Superbock y los Safari-Cola. Las conversaciones en portuñol con gordas de Bragança y borrachos internacionales, las risas y los camareros parecidos a acordeonistas estonios de las calles de Zamora.

Y en el camino de vuelta de otra noche que se funde con la mañana, las calles de empedrado nos oyen de nuevo. Y cantamos alto, por la vida que tenemos, por la que nos queda, por la que marcamos con chinchetas para que no se olvide.

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