Nunca tengo claro por qué, pero hay veces que me levanto en pie de guerra.
me levanto en pie de guerra, nena, y no hay nada que tú ni tu escudo antimisiles
podais hacer para detenerme
porque he declarado una ruptura unilateral de la tregua que nos mantenía a ambos lados de esta frontera, de esta zanja con hormigón, de estas trincheras húmedas a las que me había desacostumbrado ya, lo tengo todo preparado: consejos de guerra, sobornos al tribunal de La Haya, artillería ligera, pesada, caballería, fuerzas aéreas, marina, alfiles, peones, dados y baraja francesa del tarot.
Supongo que no podrás hacer otra cosa que ver en los telediarios mi continuo bombardeo, leer en los diarios mis partes, oir en la radio mis canciones, hasta que termine por extenuar tus defensas, hasta que tus muros de ciudad abierta sean grises y viejos y quemados y tristes y sólo polvo, sólo polvo nos separe, nos junte. Entonces procederé a la invasión,saltaré sobre todo lo preestablecido: los años de silencio insistente de mi lado de la frontera, la censura autocrática que ha gobernado tu lado; lo haré buscando el mayor bien, un propósito justo tras el cual, como cualquier otra guerra y siguiendo una bienaventurada costumbre de la estirpe humana, sólo primará mi interés.
Será una guerra de desgaste, pero estoy preparado con refugios nucleares y latas de sardinas y carne seca y leche en polvo para cualquier eventualidad, aunque no tengo secretario de estado oculto en algún lugar del territorio por si me destrozas, y es que al fin y al cabo esto es una guerra [puede ser que te ganen, o que ganes] O que no ganemos ninguno, pero nos lo habremos pasado tan bien callando a gritos que algún día lo contaremos en cientos de páginas autobiográficas amarillentas amarillentas
y todos mis misiles no valdrán para nada, y se habrán cubierto de polvo, pero nunca llegará la paz.