De don Enrique Jardiel Poncela. Comprada por mi abuelo en aquellos tiempos de España con el brazo levantado. Para muestra de por qué he recuperado el gusto de la lectura y las agujetas abdominales al mismo tiempo, un breve y ácido fragmento:
"Tener fe es masticar sin dientes.
¿Y quién ha dicho que sean imprescindibles los dientes para masticar? ¿Acaso no existen máquinas masticadoras?
Se puede no tener fe, y sin embargo, creer.
Se puede no tener fe, y no obstante, llevar dentro arraigado, letal, innato e inconmovible, el sentido de lo religioso.
Sentirse, a veces, triste o desvalido o melancólico significa religiosidad.
Reir sin ganas es religiosidad.
Disculpar la estupidez ajena; soportar el contacto de personas insoportables, alzarse de hombros ante lo indignante, es religiosidad.
[...]
Considerar el egoísmo como una de las facultades del alma [memoria, entendimiento, egoísmo y voluntad] es religiosidad.
Fumar tabaco español sin pensar en cambiar de marca, es religiosidad.
No tener dinero y simpatizar con el capitalismo, es religiosidad también.
A veces, al dejar el lecho después de habernos entregado con una mujer que jura querernos, a un goce delirante, sentimos unas ganas de llorar hasta el hartazgo, de llorar todo cuanto tenemos de delicado, de tierno, de puro, de noble y que cada amor nuevo pisotea, envilece y ensucia un poco más.
Pero reaccionamos, porque la vida es reacción, y sonreímos, y silbamos un couplet cualquiera, y cuando aquella mujer pregunta.
- ¿Estás contento?
Respondemos:
-¡Figúrate!
Eso también es religiosidad. "
1 comentario:
Una suerte ser atea entonces...
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