Até cabos como pude en cuanto acabé de cagar, y miré el fruto de mis entrañas entre mis piernas dobladas; madre de dios, cómo puede un hombre tener eso dentro. Y mi veloz mente me dijo que hay cosas que deberían apuntarse en algún papel de váter y quedar para la historia. Todo el resto fue ponerse a divagar sobre los grandes anales de la historia.
Julio César, seguro que fue el primero de los grandes. ¿Qué patricia o plebeya podría resistirse a que el tirano romano apagara la luz en su trasera? Qué dicha, la picha del César, la Galia a sus pies, y es que la erótica del poder viene de antiguo. Seguro que la siguiente fue Cleopatra, en el reverso contrario de la fuerza, sintiéndose una diosa mientras alguno rendía su cetro y ensuciaba, literalmente, su honor.
Es reseñable el salto cualitativo durante la Edad Media, con una cultura occidental monopolizada por la Iglesia, si bien Isabel la Católica no le puso a Colón las cosas fáciles, a pesar de ser éste un marinero curtido en mil tempestades, seguro que los vientos huracanados de las fabadas católicas le hicieron marearse más de una vez, hay tramontanas que no aguanta ni el más digno; pero Colón clavo su bandera en la tierra prometida, y es que allí todo era negro menos la arena.
El marqués de Sade, ilustrado donde los haya, pasó a la acción de manera que los libros le guardan un rincón apartado, pero bien apartado. Cuantas mujeres de la corte y cortesanas , que no necesariamente tienen por qué ser sinónimos, pasaron por sus manos e instrumentos inmisericordes, sólo lo podrían contar Robespierre y otros que ya no tienen cabeza para hablar. Seguro que el enano de Napoleón estuvo encantado de emularlo cuando le contaba a Josefina que tres mil años de historia les contemplaban desde las pirámides. Si el pobre hubiera sabido que Cleopatra se dedicaba a lo mismo...
El siglo veinte, con todo aquello de la liberación fue normalizando las cosas, si bien nuestro país por ser de los que siempre ha tenido esa bandera de centinelas morales del occidente ha tardado más, pero nunca peor, en arreglar las situaciones, ahora una marabunta recorre los medios publicando ya no en pergaminos como César sino en prensa amarilla, radiobasura y programas de JJ Vázquez y de JJ Santos todos los anales a los que diariamente se someten, y nos someten. La diferencia es que estos, al contrario que los del Marqués de Sade y Colón, no pasarán a la historia pero sí a unos cuantos váteres.
anal.
1. adj. Perteneciente o relativo al ano. (DRAE)
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Los Anales
Cornelio Tácito.
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