Sucedió que sobrevaloré la imposibilitud de los hechos. De tal modo, me convencí de hacerme grande entre los nopodermientos de la vida. No podremos comprar ese barco de Playmobil. No podremos viajar a la playa en vacaciones. No podremos seguir viviendo en este piso. Sobrevaloré todo lo que no pude hacer ni tener, lo convertí en mitos, mitos para mi día a día. Mitos con los que contruí realidades parecidas pero paralelas, siempre diferentes, líneas de funciones asintóticas que se aproximan hasta el infinito sin llegar a cruzarse nunca. Así hice dos vidas, hice grandes los imposibles y pequeñas las realidades, hasta que me desalimenté por completo de todo lo que tenía, de lo que conseguía, de lo que era para sólo querer ser. Soy consciente de todos mis errores, pero, nena, no cometas el error de recordármelos en mi propia cara. Ahora hago lo que puedo en pisos francos, zumos y soledades que no son la mía, vampiro reconocible con los pies en la Tierra, con cambios de juego, disparos al aire y el ancla echada en una bahía pasada. Sucedió que siempre sobrevaloré la imposibilitud de los hechos, pero una vez cometí un error muy caro, y hay caras que no puedo olvidar por la noche allí donde estoy indefenso, que es cuando sueño, cuando nadie puede rescatarme de mis propias garras y me golpeo la cabeza contra la pared. No valoré las probabilidades de que las bombas exploten, pero ni los más valientes salen indemnes. Luego queda el consuelo, la maleta llena. Todo lo que no nos robarán jamás, todo lo que hemos hecho y deshecho. Las cicatrices. El paso nunca descrito que convierte la materia imposible al estado sólido. ¿Hasta cuándo necesitaremos las válvulas para no asfixiarnos? Viajando en el espacio exterior, el mayor peligro es el que no se ve: el vacío absoluto.
Una vez, viajando, el hombre que más admiro me confesó que sólo había una canción capaz de hacerle llorar.
1 comentario:
No me digas, pero yo creo que "imposibilitud" se dice imposibilidad.
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