Beelzebu has a devil put aside for me;
for me.
(Queen)
Última noche en París para este tango polar del que se ha ido cada hielo, estamos cercados y no lo sabemos, rodean nuestras posiciones, pero las radios dan el fútbol, ni siquiera dan el fútbol, huyamos de nuevo a los tejados. Desde allí veremos chimeneas, te lo prometo, veremos chimeneas como dedos hirientes con uñas manchadas de escarbar colillas para rellenar cigarros, te prometo que veremos brillar las lámparas de la Torre Eiffel como la primera noche que vi atardecer en esta ciudad. Luego engañaré a cuatro músicos del metro para que vengan a la azotea del hostal y toquen La vie en rose, y les echaré las monedas que guardo para la cena, así que sólo podremos cenarnos juntos, y devoraré tu sexo hasta que sea la mañana, te llamaré amor y no te dejaré correr, porque no hay ningún sitio al que huir, ¿no ves, amor, que estamos cercados? Nos han rodeado, nunca escaparemos de esta habitación y yo sólo puedo hacerte el amor igual que hacen las huelgas los controladores aéreos, de la forma más absurda, impertinente y atemporal, para que me recuerdes en reuniones sindicales por debajo de tus braguitas, todos hablarán a tu alrededor y tú dejarás de escuchar, sólo podrás oír la caracola que te palpita entre las piernas, que me llama. Pero yo no la podré oír, porque estaré lejos, y lamentandome. Yo te lamentaré entre miles de lamentos más, el lamento por el payaso de la nariz roja al que habría reventado a patadas pero con el que compartí una copa, el lamento por la mujer que quiso besarme pero se fue a defender los derechos laborales, el lamento por un amigo que ahora cruza las arenas en solitario, el lamento por los hermanos abandonados, el lamento por los poblados a la sombra de los Alpes que fueron desterrados a la Meseta, el lamento por las centrales hidroeléctricas controladas a distancia y las turbinas y el vapor de agua. Te prometo que veremos chimeneas y de ellas no saldrán humo ni palos de escoba, por ellas saldrán aviones de papel, te dejaré que delires igual que yo deliro ahora que lo veo todo perdido, porque lo entiendo todo perdido, porque lo sé todo perdido, y si bien una vez me acercó a ti la total ausencia de miedo a perder, ahora hay un balcón entre nosotros y debajo, muy debajo está la calle. Nos derretimos, el tango se acaba, las monedas se acaban, los conceptos abstractos como tiempo y distancia son sólo parte de una catedral tópica que se eleva sobre la mezquita reconquistada donde se ha profesado un culto tan cercano y tan diferente que sólo si te alejas se puede distinguir, el paternóster es el mismo, la tipografía de los neones a la entrada es la misma y el dueño del puticlub es el mismo, soy yo, que permito que dentro de mí se ejerza el oficio más viejo del mundo, que me llevo años masturbando en cuerpos ajenos, esta historia no es nuestra porque no es ninguna historia, así que ahora te pido que me mires, porque te voy a ser sincero: no hay ni ha habido ni habrá chimeneas para nosotros, arderemos en un infierno totalmente diferente, a campo abierto. No hay un París que nos espere, y la cena de esta noche será sólo nuestro último acto de canibalismo, nuestro último acto de amor, pero no de amor mutuo, sino de amor a la humanidad, a la que libraremos de nuestra colisión fatal. Y cuando despertemos, en las paredes del hostal simplemente habrá papel encolado con hojas de helecho, nos miraremos y no nos reconoceremos, tus bragas y los controladores habrán regresado de la huelga para devolver los días perdidos y yo, en el transporte púbico cantaré La vie en rose a pesar de que no sé francés, muy al contrario que tú.
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