sábado, 17 de septiembre de 2011
el hombre, el mito (II)
[...]De algún modo todo es cíclico e incompleto. El ojo de cristal de Johnny era redondo y concreto, pero sólo tenía una función estética que ya no admiraba nalgas cuando paseaba por las puertas de los colegios ojeando maduras apetecibles. Tampoco le servía a la hora de vigilar enemigos por el retrovisor, ni de esquivar los golpes que le llovieran por la izquierda en alguna pelea. Johnny, de vez en cuando, sacaba el artefacto de su órbita y lo hacía girar en su mano, degustando con los dedos la esfera fría y perfecta, igual que si metiera la nariz en una copa de vino e intentase adivinar si estaba criado en roble francés o americano. Johnny veía por la mano, pero si la mentira de que todo es cíclico e incompleto fuera cierta, a él le habría gustado volver a tener dos ojos y poder ver las nalgas al completo antes de palparlas con lujuria. [...]
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