Las tetas de Patricia Conde en la pantalla plana del salón, veinte céntimos contra el SIDA, el despacho del Jefe de Servicio de Cardiología, bibliotecas atestadas, un ordenador sin apenas batería, las redes inalámbricas de internet flotando en el patio interior, comida de madrugada descongelando en el fregadero, chispas en la sartén, los eslabones más débiles de la cadena alimentaria, frío en mayo, las gafas de sol olvidadas en el coche de mi hermano, té con limón en la máquina de la facultad, apuntes mal escritos, peor subrayados, conversaciones incoherentes de la que no escucho la mitad, variaciones sobre el mismo tema, folios en sucio, ropa acumulada que tiñe de mal olor mi habitación, un cepillo de dientes naranja nuevo, libros que no leo, malas noticias políticas y económicas en la radio al despertar.
Todas esas cosas que, a día de hoy, a esta hora, me importan una mierda.
Venga, va. Él iba 5º y no bajó los brazos.
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