Hay disturbios en las calles de Grecia, mamá. No sé si me has visto en la televisión con la cara tapada y un cóctel molotov. Yo no quería hacerlo, lo sabes bien, mamá, por algo me conoces. Hoy es tu cumpleaños, me acuerdo de ti desde detrás de un parapeto. Los antidisturbios me van a moler a hostias, pero si yo sigo como puedo adelante es porque he visto hombres en esta vida que no bajan nunca los brazos, y aunque yo tampoco los levanto, están por encima de mi cintura, para todas esas cosas inútiles como abrazar, dar puñetazos o comer una hamburguesa.
¿Para qué sirve nada, mamá? ¿Dónde están los errores que nos han llevado hasta aquí? Pienso en el producto interior bruto y la balanza comercial que se ha ido desequilibrando hasta el más absoluto desajuste mientras lanzo una piedra en llamas al otro lado de las vallas amarillas. Yo estoy callado, mamá, ese es mi estilo, pero me han dicho que se me nota en la máscara. ¿Recuerdas lo que dijo papá aquella vez? Dijo que una huelga general sólo se sostiene si el obrero tiene recursos suficientes, pues las pérdidas subsidiarias son bastante altas, y, por lo tanto, un obrero de un país en crisis no puede permitirse el lujo de una huelga: se hundirá.
Todo me recuerda a Portugal. Nosotros ardemos frente a un telón de ruinas históricas, y ellos, aunque bajan la cabeza entre fados, caerán también; la diferencia radica en que nosotros inventamos la palabra anarquía. ¿Cómo hemos llegado aquí? Inventamos el alfabeto, inventamos el sexo anal, el lésbico, inventamos batallas de Salamina, inventamos los 38 km entre Atenas y Maratón, las Termópilas y las guerras Púnicas, las palabras con tilde, inventamos la democracia.
Hay disturbios en las calles, mamá. Lo he oído, llorando, en las guitarras: estado de emergencia. Mi hermano afirma que debemos luchar contra alguien que tenga lo mismo que perder que nosotros. Yo sólo quería paz, y me encontré la huelga, me encontré el despido improcedente, me encontré la callada por respuesta. Yo no sé tirar un cóctel molotov, mamá, creo que me toca llevarme las hostias de nuevo.
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