martes, 11 de mayo de 2010

el día de los valientes

A veces una canción te eriza la piel, te devuelve a otro tiempo y este lunes de mayo por la noche se convierte en aquel sábado de octubre por la mañana, a veces el recuerdo más simple puede desdoblarse, atraparte; quizá no hay nadie, pero nunca estás solo. La recuerdo a ella: ella nunca estuvo aquí, sólo su recuerdo. Luego ella, y ella, y ahora ella. Otra canción, otras guerras. La casa está vacía. El fracaso huele a rocanrol, como la mitad de lo que hago. La otra mitad huele a agua. Cada vez que viajo a Jerez me dejo algo en medio, descubriendo en cada parada, en cada fito que se echa mi hermano, en los pueblos de Cáceres tendidos al atardecer sobre la falda de montañas que no hay en esta meseta, que no es la meta, sino el propio camino lo que importa. Apunté todos sus consejos en una libreta, y no podré poner en práctica ninguna de sus frases lapidarias, pero. A veces una canción te eriza la piel, y te devuelve las ganas de llorar, o de ser grande. La luz sobre esos campos, y la imposibilidad de agarrarla entre las manos, la certeza unívoca del final de la vida, que no es la muerte, sino el final de la vida. La constatación de todos nuestros defectos, y los defectos de los seres a los que amamos. Vamos dejando atrás las horas, los kilómetros, los cigarros. Yo no fumo, ni follo, sólo bebo. Bebo vino de Jerez en Jerez con mi abuela de 87 años. Me emborracho hablandole de mujeres a mi abuela de 87 años, que me pregunta si hay alguna chica. Suena peor de lo que es, ojalá vierais cómo sonríe. Querría hacerla feliz, decirle cosas de su pelo negro y de cómo sonríe y se pinta las uñas por fuera de la línea. A mí, le cuento a mi hermano, me llevará un infarto con 50 años, no ves cómo me palpita el pecho. A ellas las engaño, les digo que es la emoción de abrazarlas o tenerlas muy cerca. A veces es eso, a veces es una canción, a veces es Toni Elías cerrando todos los huecos posibles en la última vuelta. Si no sabes cómo suena una Moto2, para qué vas a alabar a Vivaldi en la Plaza Mayor. La gente debería viajar para encontrarse con toda la inutilidad de su propio ser vista en perspectiva. A veces una canción te eriza la piel, y te devuelve al día de los valientes: amaneceres poblados de helicópteros en Apocalypse Now, los parkings atestados el día de la carrera y el polvo masticado durante 40 minutos de paseo al sol del sur. Mi hermano habla de mujeres, yo escucho. Me río, las desmenuzamos hasta convertir su piel en pergamino, las deconstruimos como un meccano, y no lo sabemos ni él ni yo, pero la victoria sigue perteneciendoles a ellas, pues nosotros hablamos. Meando bajo una cascada en la cuneta de Hervás, este cielo debería estar registrado comercialmente para poder ser usado 300 días al año. Todo queda lejos según nos acercamos al sur, y la radio cuenta historias que para nosotros son meras anécdotas. Si no has visto a Toni Elías llorar, qué canción pretendes cantar para nosotros. Betty era negra, el Clío es granate, qué coño sabe nadie de lo que se esconde detrás de cada uno de los años, de cada una de las noches. Me gusta el hospital porque me ayuda a entender que todas las personas tienen una historia que probablemente nunca cuenten, porque es una historia de miserias. Somos una miseria, pero Toni Elías entra de lado en Dry Sack, cómo va a ser esto una miseria si estoy empapado en agua y cerveza y sin camiseta, me tiemblan las piernas. Cómo va a ser esto una miseria, indignado, me niego, cada nuevo CD de rocanrol da más vueltas, suena mejor. Porque este es un viaje de rocanrol por la Ruta de la Plata. Nos vamos superando, y cada vez que vuelvo, me dejo un poco detrás. ¿No has aprendido nada? Somos miseria, somos un final, somos fruto de errores y aciertos, somos hijos de los que nos quieren y de los que nos odian, porque somos capaces de querer y odiar, de diseccionar cada breve segundo. Las rayas blancas van pasando bajo el coche, las botellas de agua y los bocadillos y el chocolate derretido que ha reconstruido el aire acondicionado. En ocasiones nos la jugamos, algún día de toda esta miseria se convierte en el día de los valientes, y por muchos trenes que pasen, que se vayan para siempre, por muchos vagones que hayamos visto descarrilar, hay días en los que estás ahí porque algo lo ha querido. A veces una canción te eriza la piel, te devuelve el pasado. Pero no, no te engañes, el pasado no vuelve nunca. Sólo vuelven los fantasmas de los días felices. Deberías prestar atención: en este camino el destino no vale de nada, sólo vale lo que pasas. Pueblos de Cáceres tendidos al sol, dehesas a la sombra, ríos y montañas. Sólo vuelven los fantasmas de los días felices, de los días de los valientes que, contra todo lo que se ha escrito, todavía son muchos.

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