viernes, 16 de enero de 2009

Entre el ombligo y la reyerta

"No te lo vas a creer, pero la verdad es que sabía de sobra a dónde apuntaba, mi mano manchada me miente mientras matamos miles, moribundos, maltratados montones de nueve que nos cubrió los hombros y después se nos fue a la sien, y ahora no somos nosotros sino lo que queda de nosotros. Empañados los cristales, los hielos y la bebida, empañadas las gafas para no vernos más de la cuenta, empañados los ojos para sentir sólo lo oscuro, sentir la luz apagada con el filo del oído, sentir que se acaban las horas y todo lo demás va para atrás.

Yo, como decía, supe de sobra a dónde apuntaba, aunque pareciera que lo hice a ciegas, como si ya lo hubiera visto todo en el mundo [que, verdaderamente va cada vez a menos: el mundo y lo que me queda por ver] y lo que haya que hacer a estas alturas sea bajar desde la cumbre hasta la cuesta que queda entre mi ombligo y tu reyerta, el campo de batalla que aún me queda por ganar.

Me tomarás por un inconsciente, yo, con tres días de más y un año y pico de menos, metido entre todos tus asuntos pendientes que se me quedan tan grandes como la gabardina de Bogart, llevo sombrero bajo techo por pura [mala] educación, y porque las bombillas desnudas me asustan lo suficiente como para no querer ni poder dormir en toda la noche, tan suavemente como oir la Emisión Pirata sentado frente a la ventana, escribiendote a mano estas líneas que no vas a leer nunca, estas palabras que se van apagando porque saben que si encendí el mechero no fue para mí, y que si te apagué el cigarro no fue para esto, sino todo lo contrario: lo apagué queriendo tener una nueva excusa para darte fuego y acercarme a ti empapado en gasolina. Mis sábanas están hasta los huevos del sudor en soledad, muñeca, y yo tengo combustible para rato."

No hay comentarios: