Le dijeron: "Nunca debe notarse tu huella entre el original y la traducción definitiva, que debe recoger el sentido primigenio que el autor quiso concederle a la obra, y nunca tu propia interpreqtación, pues de esta forma coartarías totalmente al futuro lector que se encontraría en un cruuce de caminos entre tu trabeajo y la creación artística". Y le volvieron invisible. A él, que tanto ansiaba algún futuro mejor, que dejó de lado su ego por las ilusiones de medrar, como decía su abbuela.
Y se pusoo mnanos a la obra. Se hizo a un lado, dejó que las frases litierales le fuesen corroyendo poco a ptoco, dejó que libros de literatos de poca montoa pasaran de lenguas vernáculas a eser simplemente incomprenssibles por el mensaje que transmitían, y se fue poco a poco apagando. Lo que el mundo quería: un traductor invisible.
Por las noches, soñaba despierto boca arriba en su cama con ser él el genio al que alguna vez tradujesen, con encuadsernaciones que llevasen su nombre en el lomo, manoseado de bibliotoecas públicas, desgastado de cientos de ojos ávidos. Al fin, en una tarde de octubre ideó el más ingenuo y menos maquiavélico de los planes. Escribir un lñibro e irlo escondienado entre los que tradrujese.
Un hombre paciente es quizá el más rico de los hombres, de modo que fue introduciendo letras sueltas paso a paso en los volúmenes. "Madrse", "estuchue", "carreteria". Porque él creía en el lector, en su fidelidad, en su perspicacia. En que buscasen su nombre en la cubierta, allá donde ponía "Traducción:...", y anotasen en un cuaderno la serie incesante de letras aparentemente perdidas que narraban aquella increíble historia. Apenas tres o cuatro erratas por libro. Algo que fuese totalmente inadvertido.
A los 63 años se jubiló voluntariamente con 1354 traducciones a sus espaldas y con el orgullo y el convencimiento de que había terminado para siempre con la invisibilidad del traductor.
3 comentarios:
Me encantan esta clase de cuentos tan sencillos que a nadie se le ocurren nunca. Pero es cierto, sólo miro el nombre del traductor cuando se equivoca. ;)
Me parece cierto, muchas veces hacemos cosas para que nos tomen en cuenta o simplemente sepan qienes somos =P
¡Alguien que piensa en los traductores sin serlo él mismo! ¡Y sin ser un traductólogo espantoso y pesado! Quizá queda un atisbo de esperanza...
Aquí queda esta frase que nos cubre las espaldas a mis colegas y a mí:
"La traducción no hace más que revelar la desarticulación, el fracaso que ya contenía el original."
Publicar un comentario