La radio clamaba en frecuencias de los extremos ilegales del dial:
-"Extra, extra!! los fumadores, armándose de valor y mecheros han rodeado la sede del Ministerio de Sanidad con teas gigantes y toneladas de nicotina en vena y alquitrán en barriles para sitiar el último refugio de la salud pulmonar con sus nubes de victoria!!!".
Nosotros nos apretábamos los unos contra los otros en nuestro búnker, temblando en aquel soleado diciembre de 2011 con una temperatura media de 24.3ºC, con la llegada del deshielo a los Picos de Europa. Temblábamos con la llegada del anticiclón siberiano y con las hordas comandadas por el bueno de Philip Morris y sus tanques cajetilla de veinte disparos con los que había ido cegando a la población mundial.
- "En el día de hoy vencido y desarmado el ejército blanco, se han alcanzado los últimos objetivos bronquiales. La guerra ha terminado".-proclamaban orgullosos el biznieto tercero de Nobel y la prima hermana de la diosa Fortuna. Había sido un último golpe de gracia a todos los estamentos preestablecidos.
Nuestra pequeña resistencia se había ido quedando mermada, cayendo en ataques salvajes de tos y hemoptisis tuberculosa. Yo temblaba y pensaba que quizá la culpa era de todos. No sé, aquello del miedo a los diferentes, de la segregación. Ya ves, no teníamos que habernos preocupado tanto, quizá no era tan grave que todos viviésemos bajo el mismo techo. Maldito gobierno, una vez más decidiendo por nosotros.
Claro que al principio los tuvimos por los huevos, colega. Y ellos tuvieron que empezar con el cigarrón. Reunirse todos en los parques los fines de semana por las noches para emitir nubes de humo a la atmósfera mientras la polícia desde dentro de los coches los vigilaba con ojos recelosos, ¿qué iban a hacer? ¿qué podían hacer?
No recuerdo bien el momento en el que mutaron, ni mucho menos la causa por la que lo hicieron. Sólo sé que lo hicieron. Y los chutes de nicotina hacían trabajar mucho más rápido sus cerebros y sus corazones, y nos vencían. Y follaban más y mejor, y echaban el cigarro de después, y les entraban más ganas de follar aún, por lo que se multiplicaron a la velocidad de las pequeñas bacterias, y su semen lejos de estar debilitado como anunciaban las cajas. era portentosamente rubio y negro. Mejoraron la especie, aquellos posthumanos de dedos y dientes amarillos.
Y se rebelaron contra la cruelérrima raza humana que sólo trataba de protegerse atacándolos. Y nos vencieron. Escribo estas últimas palabras desde el diario electrónico que me regaló una casa de herboristería gracias a cuyos tratamientos medicinales logré superar la adicción a los cigarros de piña colada.
Los oigo, los escucho acercarse lentamente. Sus pasos, sus voces. Saben dónde estoy y están disfrutando de ello. Y sólo me queda un Golpe Afortunado para ser derrotado. O para unirme a ellos. Adiós, mundo cruel.
2 comentarios:
vivan los posthumanos
Me imagino a los posthumanos como un ejército maravilloso de Donalds Drapers.
Ummmmhhh...It´s Toasted.
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