viernes, 18 de diciembre de 2009

Temporada de transición

J. B. Toshack y Bobby Robson en diciembre de 1989 se encuentran una fría noche en un bar de copas. J. B. Toshack tiene al equipo en descenso directo y Robson está manteniendo el tipo, pero flirteando con la promoción de descenso.

Robson trata de parecer entero, pero no puede cuando ve a Toshack algo rendido, sin oficio ni beneficio. Sabe que todo lo que el bueno de J. B necesitaba no era Ballantines, sino aquel chavalito que aprendió a jugar en las favelas y por el que estuvo ya varios veranos peleando, dando ofertas que caían en saco roto. Pero eran otros veranos mejores, que eran sucedidos por temporadas exitosas, y no pasaba nada. La directiva tiraba adelante, y no se preocupaba.

Ahora la afición pide la dimisión, y Toshack está vendido. No puede hacer nada, porque sabe que en el mercado de invierno, que se alimenta de restos, no está la estrella que él y la afición necesitan para recuperar la ilusión y el buen juego. Toshack ha ido a su psicoanalista. Ha dejado la música y la bebida casi por completo, porque sabe que hacen daño. John Benjamin sabe lo que se hace, es perro viejo, pero incluso los perros viejos son apaleados.


El caso de Robson es diferente. Robson está haciendo una temporada sin brillo pero tampoco va tan mal. La cuestión es que todo mundo sabe que podría ir mejor. O quizá no, pero las expectativas creadas siempre fueron grandes, y ahora el británico de la flema y el pelo canoso está mirando al futuro, pensando que ésta solo va a ser una temporada más de transición. Bobby tuvo atado en verano al Balón de Oro de la pasada temporada, pero el último día del mercado de fichajes, éste decidió echarse atrás y seguir en su club de confianza. Robson entonces tuvo que subir a un canterano. El canterano empezó con fuerza. Subió y bajó la banda con bellos sprints, arrancando aplausos de tribuna. Pero luego algo falló, y no dejó de ser uno de tantos. No el crack que el club pedía.

Robson se ha dado por vencido, y como no puede cederlo con opción de recompra, decide venderlo. Ha hecho otro intento de acercamiento al ex-balón de oro, pero ahora ya no es lo que quería. Ahora sólo es un gallito que podría poner patas arriba un vestuario ordenado, y hundir años de trabajo bien medido.

Robson y Toshack se miran, se abrazan. Beben algo, pero menos que antes. Tienen frío, normal, es diciembre. Se miran, se abrazan. Se abrochan la cremallera, ponen dirección a los hoteles de esa ciudad donde se hospedan, y piensan que al menos es una suerte que jueguen en ligas diferentes, y no tienen que enfrentarse directamente por una sola bala. Otro año de transición.

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