Todos, y digo todos, los domingos de resaca deberías amanecer solo en tu propia casa, sin tiempo para desayunar. Y después tener que bajar a comer a la terraza del ático de ese hermano con el que hablas cinco veces al año, pero que cada una es una perla que debes guardar con cuidado. Todos los domingos deberías tener una cuñada que te quiere y que es capaz de hablar tanto como de escuchar, que te pone infusiones debajo del toldo, que le gustara cómo cantas. Y hablar de la familia, del cielo y la tierra, aceras y armarios, conciertos del Boss a horas y deshoras, incluso de viajes que tú nunca supiste que existieron. Un hermano que se sienta detrás de la mesa y canta Pardao a pelo, que te cuenta de cuando su vocalista se fue en mitad de un concierto delante de 3000 personas en Portugal, y eso fue el final del grupo, mucho después de que fueran por los pueblos, de que se emborracharan y cantaran Flojos de Pantalón. Y ver más conciertos en el deuvedé, de los Ac/Dc. Tapear en bares de amigos, qué se debe aquí. Invitarles a palomitas parece un precio injusto sin duda. Y volver a casa.
Nadie sabe cómo pasa su vida
Nadie se entera cómo su vida pasa.
1 comentario:
Me ha hecho recordar una de esas tardes de domingo
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