jueves, 20 de agosto de 2009

La noche del fin del mundo

Eramos los de siempre, y quizá los de nunca más. Eramos los mismos, y sin embargo habíamos cambiado tanto que apenas nos reconocía. En el aire flotó toda la tarde ese cóctel amargo, muy amargo, pero por eso nos la pasamos corriendo de un lado para otro, para engañarnos, para no ver la verdad. Nos mirábamos a los ojos y sabíamos que se acababa. Sabíamos que era un solo gesto, que era algo simbólico, que no era ni de lejos el fin, pero a la vez sabíamos de sobra que jamás, por muchos principios y finales, volvería a ser lo mismo.

Me pasé toda la noche haciendo mi papel preferido, que es el de bufón. El que se disfraza de la estúpida felicidad, el de payaso que tan bien se me da, sin tener que pintarme la cara. Es mi defensa, no podría haberme pasado tantas horas juntos sin al menos haber visto una sonrisa, tantas horas de silencio, para qué evitar lo inevitable. Pero, claro, lo inevitable se llama así por eso. Porque nada de lo que digas, hagas o quieras, podrá cambiarlo.

Yo, sin ir más lejos, renegué este domingo de Fito y su nuevo single, y sin embargo llevo 24 horas pegado a la letra que cada vez me encoge más el estómago, o el corazón, yo qué sé. Era de noche, era la noche del fin del mundo, y ahí estábamos, ni sobrios ni borrachos, ni serios ni tristes. Como si hubiera sido un sueño y no la hubieramos visto marchar. Como si no supieramos lo que esto tan simple significa. O en realidad, como si no lo quisiéramos saber.

Anoche ellas mojaron, como dice la canción de la tuna, las piedras de Salamanca con lágrimas. Sin metáforas, una auténtica putada. Anoche teníamos un balón que íbamos pasando como si fuera algo a lo que agarrarse en última instancia, como si de uno en uno fueramos. Y de uno en uno nos la fuimos pasando a ella también. Mi rubia, que ya tenía bastante por una tarde, se volvió a vaciar. Yo traté de decirle de nuevo lo que siempre le he repetido, como ella, que siempre me ha repetido mil veces todo, hasta que consiguiera enterarme. Y, haciendome el valiente, le dije "hasta luego".

Acabé cayendo como menos lo esperaba, con el trago más inofensivo. Con el vaso de agua del grifo en la encimera de la cocina.

Hay una promesa. Que volveremos.

2 comentarios:

Zarziron dijo...

Esta tela de bien..me gusta tu forma de escribir...en cuanto me hice una cuenta en blogger segui tu blog ;me enganche por lo de el cambio a emo...xk yo tbn estaba pensando en hacerlo, me encantan los emos y coincido en gran parte con su filosofia de vida (aunke no e todo)y buscando sobre los emos encontre tu entrada de blog cn ese tema lo lei y me encanto...el tema k escogiste y tu manera de escribir...weno un saludo...jeje; seguire tu blog de cerca XD

Der Wanderer dijo...

Así somos los chicos duros, finalmente caemos como todos.
Un amigo me dijo, cuando me fui:
"Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va."