martes, 7 de febrero de 2012

Manual de soledades para una Grimaldi


Los días que han pasado no nos dejan más que sombras. Hemos visto rodar las nubes, juntos y separados. Guardamos libros que leímos y escribimos en algún rincón y compartimos, siempre que podemos, las noches. Creímos una vez tener tanto en común que nos la jugamos y saltamos a un vacío que, efectivamente, estaba vacío. Sin embargo hoy, mucho después, volvemos a encontrarnos. Nos encontramos casi sin querer, casi sin saber, sin saber que es ahora, cada uno en una esquina del cuadrilátero, cuando más tenemos en común, un tesoro, una lápida, una bendición y un castigo.

Nuestro tesoro es todo lo que nadie nos ha dado. Por eso estamos aquí, porque somos los que esperamos y deseamos. En otra parte del mundo, lejos o cerca, existen las existencias que tenemos olvidadas a propósito. Existen las historias que nos cuentan y nos queman en el estómago cuando recordamos. Vivimos de un modo paralelo a ellos, pero la historia es una red, y no una vía, lo que nos obliga a cruzarnos de frente al miedo, al deseo, a un destino que nadie ha escrito para nosotros, a las complicidades hirientes, a la melancolía de saberse similares, de saberse correspondientes e incluso correspondidos pero nunca, quizá ese es el defecto, nunca enfrentarse al miedo.

Todos los pesos parecen tristes, tristes tardes, tristes bolas de cadena al tobillo. Luego, de algún modo inexplicable, esos mismos pesos que nos atan nos hacen encarar los instantes con el desencanto de quien intuye que no tiene nada que perder, porque nada tiene y, por eso mismo, al final ganamos. Ganamos instantes de pequeña e inmensa felicidad para bebernos la vida en noches eternas, en mañanas de sol y tardes de lluvia que siempre son martes. Aparecen las perlas al borde del camino, el alma se calienta cuando menos lo esperas y así, de forma inconsciente, vamos siempre avanzando.

El camino no es uno, son miles. Pero cada camino es propio, personal, intransferible. Caminamos solos aunque a veces nos encontremos. Caminamos solos por decisión propia, al fin y al cabo somos los dueños de nuestro destino, no podemos culpar a nadie salvo a nosotros mismos de haber grabado las letras y los nombres a fuego. Quien lo entienda y quien no lo haga nos mirarán desde fuera sin saber, o a veces sabiendo y sin entender, o a veces incluso entendiendo que el querer que gastamos es un crédito limitado, que todo el oro lo tenemos en una cuenta cerrada de un paraíso fiscal y no sabemos si la policía nos renovará el pasaporte para salir del país y daremos vueltas en la terminal con el billete en la mano.

Las de estos caminos no son historias, por tanto, tristes ni alegres; eso depende del día. No son historias de soledad, porque en ocasiones son historias de grandes compañías. No son historias que buscan una palmada en el hombro, no buscan la épica ni la gloria, es sólo un poco de paz y siempre quieren un rato de buena conversación. No tratan en ningún momento de olvidar y superar, porque eso sería caer en una dinámica de perdedores que se destruyen. No intentan, estas soledades acompañadas, ser cantadas en canciones épicas, lo que intentan es ser íntimas, es formar parte algún día de un buen recuerdo. Son infinitesimales y no responden a las leyes de la física que tanto nos han sometido. Se escapan y crecen en múltiples dimensiones más allá del espacio-tiempo. Se toman un descanso y, cuando menos lo esperas, vuelven en boomerangs decorados.

Las historias que contamos no caben en pequeños manuales, y no son mejores ni peores que cualquier café. Sólo son soledades muy bien acompañadas que se rebelan porque se saben incompletas y no encaran batallas por el miedo a cansarse y agotar ese sublime componente que es la paciencia. Mientras tanto, mientras no nos falle, vamos poco a poco, paso a paso, siempre por delante, con la maravillosa convicción de que lo sabemos todo de antemano y, de esa forma, siempre nos sorprendemos y podemos sonreír cuando descubrimos que, en realidad, no tenemos ni idea de lo que nos espera a nosotros que tanto y tan poco sabemos.  

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