lunes, 13 de febrero de 2012

Fuego griego

Hay fuego en las calles. Dormid tranquilos. Mañana todo seguirá en su sitio. El Estado arreglará todo. Huxley y Orwell os hablan al oído. Os hablan al oído sobre la salvación del mundo, un mundo que, cada día estoy más convencido, en realidad no quiere ser salvado. Un mundo que ya está salvado. Se salva con regalos de amor cada 14 de Febrero, se salva con buenas intenciones al empezar el año, se salva con veranos completos en playas atestadas en costas deshechas por leyes de especulación.

Hay fuego en las calles y no es la primera vez. Pero esto ya no es el pasado. No soñeis. No soñeis con que la policía abandone su puesto en favor de la moral, cruce la colina y se ponga de nuestro lado de la valla, entre nubes de gas lacrimógeno. No soñeis con que mañana todo será distinto. Esto ya no es el pasado. La Bastilla no se podrá desmontar piedra por piedra porque está construida con amianto y pegamento de Prypyat entre sus muros, y nosotros lo queremos todo. Todo salvo morir.

Hay fuego en las calles y nosotros no queremos morir. Queremos vivir a cualquier precio, y puede que no seamos culpables del precio de nuestras cabezas, pero tampoco nos molestaremos demasiado en regatear a la baja. Nadie nos compró, no nacimos en venta. Sólo llegamos aquí cuando ya era demasiado tarde como para bajar a una trinchera de Verdún a llorar por el barro, demasiado tarde para picar piedra en la Sierra de Madrid. Creer ha sido nuestro delito, creer es el delito de nuestros padres. Creer es nuestro delito y nuestra redención.

¿Quién vendrá a redimirnos? Los diarios deportivos auguran que Messi y Cristiano son el advenimiento de Jesucristo y la vigésimo tercera reencarnación de Siddharta Gautama. Y quizá lo son, pienso en esta noche de fuego griego, aquel que se pegaba a los barcos persas y ardía al contacto con el agua. Ojalá ese fuego griego ardiera, pegado a nuestro barco que zozobra, al contacto con la lluvia de mediocridad y conformismo que nos cae encima. Ojalá nos hundamos por completo y entonces, sólo entonces, nos reinventemos de verdad. O antes de eso, que vengan Messi y Cristiano a salvarnos si es que, en realidad, queremos salvarnos, que cada noche lo dudo más.

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