Todas las historias de este año que hoy termina me caben en los libros que esperan mis amigos, y que jamás voy a escribir. No es ni por las ganas de olvidar ni por dejadez, porque no guardo ninguna de esas dos sensaciones. Este año tiene muchas historias, puede que algunas ya las sepais, y las que no sepais, si os interesan, me podeis encontrar en algún bar, y os las contaré. Quizá no son gran cosa, pero son mi parte de historia.
Un año que empieza donde siempre y acaba como siempre puede no sonar atractivo. Eso es cierto. Sin embargo, importa lo que hay en medio. Importan las noches que no hemos dormido, las que hemos dormido solos y las que hemos dormido separados. Las noches que nos cambian la vida, nunca me canso de repetirlo. Los días son aburridos. Lo que hemos vivido acompañado eternamente de la sombra que deja lo que nunca hemos vivido. Los años siempre rotos en dos, una cuesta arriba y una cuesta abajo, aunque no sigan ese orden. Luego están las canciones y el amor, o sólo las canciones, o sólo el amor. Cómo puedo hablar del amor en los años impares.
Luego, al final, según van yendose, todo lo que uno recuerda de los años no es cómo los ha pasado, sino con quién los ha pasado. Los años impares se hicieron para los que somos tremendamente primos. Si me encontrais por ahí en este 2012, tan par y tan bisiesto que tanto bueno y tanto malo nos puede traer, entretenedme un rato, dadme conversación, sentadme en una mesa o echadme en una cama, porque puede que sea el día antes del fin del mundo, y tanto vosotros como yo lo estaremos malgastando sin saberlo. Ya nos reiremos en el 2013.
PD: Un año son muchas canciones, pero 2011 es Benvolgut
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