nunca fui nada mejor, tampoco he sido un gran amante
[...]y aún así alzo mi copa hacia el cielo
(Nacho Vegas)
ultracallemos por
si el pasillo se molesta ante el crujido, deslustremos el vidrio y el
parqué macerando la piel en ritmos alternos, ascensos y descensos y
giros, me ausenta el vapor de otras estaciones en las que nunca nos
detenemos, como la que cruzaremos ayer, porque es unívoco el
sentimiento invernado, me inventaré todas las voces que quieras
mientras me tengas atado e implosionemos en vólvulos, obviemos las
despedidas en estaciones del metro y las breves obscenidades
permitidas por el egoísmo. Nadie creerá que dejamos fuera de la
persianas las helíadas y las heladas, nuestras pieles heliotropas
que son el nido del sol de diciembre que tanto me gusta, cómo lo va
a creer nadie si nadie nos ve de día, somos sólo nocturas aladas
que malgastamos somieres y sostenes y soliloquios y sorbos y sueños
y sudores y sustos y sumarios cuando te siento en las noticias te
siento lejos intuyendo que no eres, o no estás me gritan las
interferencias cuando yo no estoy y sueno por los altavoces de tu
habitáculo, recipiente ocasional de mi fracaso e intentos. Visité
la caballería roja, las tinieblas de Goya y la época azul de
Picasso, corrí decenas de kilómetros, quemé los libros y luché
con mi propia voz que me rebotaba en el occipucio hasta vencerme,
pero te hice reír y cuando te hice reír nos reímos de esa forma
que es humo de hoguera inhalado, es decir, que no suena pero calienta
la casa y otoñece el paisaje, fue en ese momento cuando volví del
cruce subterráneo para cruzarte como siempre quise, qué fácil era
y nosotros sin sabernos, convirtamos ahora que podemos cada atardecer
en llamas y agua y aire que nos ensucie, que nos deje marca, que nos
estire y nos acorte; yo sé que es lo simple y lo común y lo vano y
lo fácil, pero quién va a creerme si cuento que cada vez que
arrastro un pie contigo doy un salto lunar, será porque arriendo el
espacio entre tus escápulas para mis misiones espaciales y al final,
en esta meseta que somos llegará el invierno estepario pero, dime,
quién nos encontrará congelados si nadie sabe dónde estamos, si no
queremos que nadie sepa dónde estamos, si quizá ni siquiera nos
congelemos sino que encontraremos la playa mientras ya, despacio, nos
llueve y nos vamos, despacio, quedando dormidos y apagamos, despacio,
muy despacio, los ojos y las luces, despacio.
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