viernes, 23 de diciembre de 2011

nuestra erótica postmoderna

nunca fui nada mejor, tampoco he sido un gran amante
[...]y  aún así alzo mi copa hacia el cielo
(Nacho Vegas)


ultracallemos por si el pasillo se molesta ante el crujido, deslustremos el vidrio y el parqué macerando la piel en ritmos alternos, ascensos y descensos y giros, me ausenta el vapor de otras estaciones en las que nunca nos detenemos, como la que cruzaremos ayer, porque es unívoco el sentimiento invernado, me inventaré todas las voces que quieras mientras me tengas atado e implosionemos en vólvulos, obviemos las despedidas en estaciones del metro y las breves obscenidades permitidas por el egoísmo. Nadie creerá que dejamos fuera de la persianas las helíadas y las heladas, nuestras pieles heliotropas que son el nido del sol de diciembre que tanto me gusta, cómo lo va a creer nadie si nadie nos ve de día, somos sólo nocturas aladas que malgastamos somieres y sostenes y soliloquios y sorbos y sueños y sudores y sustos y sumarios cuando te siento en las noticias te siento lejos intuyendo que no eres, o no estás me gritan las interferencias cuando yo no estoy y sueno por los altavoces de tu habitáculo, recipiente ocasional de mi fracaso e intentos. Visité la caballería roja, las tinieblas de Goya y la época azul de Picasso, corrí decenas de kilómetros, quemé los libros y luché con mi propia voz que me rebotaba en el occipucio hasta vencerme, pero te hice reír y cuando te hice reír nos reímos de esa forma que es humo de hoguera inhalado, es decir, que no suena pero calienta la casa y otoñece el paisaje, fue en ese momento cuando volví del cruce subterráneo para cruzarte como siempre quise, qué fácil era y nosotros sin sabernos, convirtamos ahora que podemos cada atardecer en llamas y agua y aire que nos ensucie, que nos deje marca, que nos estire y nos acorte; yo sé que es lo simple y lo común y lo vano y lo fácil, pero quién va a creerme si cuento que cada vez que arrastro un pie contigo doy un salto lunar, será porque arriendo el espacio entre tus escápulas para mis misiones espaciales y al final, en esta meseta que somos llegará el invierno estepario pero, dime, quién nos encontrará congelados si nadie sabe dónde estamos, si no queremos que nadie sepa dónde estamos, si quizá ni siquiera nos congelemos sino que encontraremos la playa mientras ya, despacio, nos llueve y nos vamos, despacio, quedando dormidos y apagamos, despacio, muy despacio, los ojos y las luces, despacio.

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