Nota: Me resulta fascinante la interdependencia entre la física y el corazón. El corazón, esa máquina simplista cuya actividad electrofisiológica puede resumirse en un solo trazo alternante, que sube y baja independiente a nuestro control voluntario. Una línea de tinta negra sobre un papel milimetrado. Y perdón por los términos médicos incomprensibles.
Las pinzas de colores en tus muñecas y tobillos. El pecho desnudo para que nada se interponga entre tu precordio y la electricidad que te mueve. Dónde está tu eje, me pregunto. Estudio todas tus derivaciones sin darme cuenta de que debería comenzar a diseccionarte por tu frecuencia. Empiezo a contarte en milisegundos, y deslizando el dedo por encima de la tira de papel pronto veo que eres arrítmica, caótica, que tu línea de base saltatoria no responde a ningún estímulo previo, que vas a contratempo y tu metrónomo está bailando más allá de tu aurícula derecha, por eso tu nodo sinusal sólo puede activarse intuitivamente. Así que deduciendo que eres pura fibrilación me dedico a medir seis segundos en centímetros, a dividir en diez cada uno de tus minutos. Qué bueno esto de seccionar los momentos. Determinado el número de veces que lates en sesenta segundos, donde está tu eje, me pregunto. Tú, heliocéntrica y reina del giro copernicano, dónde tendrás el eje. Serán 60º o serán -30º, qué sé yo. Tus derivaciones monopolares me ayudan, así que una vez que encuentro tu isodifásica me coloco perpendicularmente a ella, te sitúo sobre la camilla para que Greenwich, el cabecero y tú traceis una línea perfecta. No te muevas, estás a 45º en el plano anterior, qué me importa tu horizontal. Llegado aquí me detengo. Si te sigo desnudando caeré en tus isquemias. No quiero saber nada de por qué tu onda Q es tan profunda. No pienso mirar tu segmento ST, si sigues conservando infartos transmurales quizá no pueda curarte y nos hundiremos porque no sé nada de cardiología, no me he estudiado la mitad del libro ni sé manejar la digoxina, me ahogaré en todas las cubetas que dibuje tu T invertida, vasos de agua para algunos y océanos para mí. Tu índice de Sokolow está rayando la hipertrofia ventricular, idiotas de aquellos que dijeran que tenías un corazón en el que nada cabía. He tomado mi medicación para prevenir la recaída en taquicardia supraventricular paroxística que me sucede en momentos como este, cuando me pierdo en ti a pesar de que no seas más que una línea jeroglífica que se vuelve indescifrable. Me encantaría descifrarme a mí también, lo reconozco, cuando acelero y cuando freno. Cuando escalo por la R y cuando me desplomo en la S. Pero no soy yo el que está cableado, no soy yo el que se está dibujando en una tira milimetrada, apenas lo recuerdo y de pronto vuelvo a la realidad, veo que tu tiempo de consulta se está acabando, que me sigues resultando incomprensible, que no te he puesto tratamiento y que me falta poco para enamorarme de ti, que por ahora no eres más que líneas en un papel.
1 comentario:
Creo... espera que lo compruebo. Si, has puesto todos los términos del electro en un sólo texto. Muy guay
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