sábado, 18 de agosto de 2012

Nunca sentireis las avenidas

"Hubo un tiempo de inocencia, de confidencias;
hubo un tiempo, hace mucho, 
de cuerpos como museos"
(Víctor Balcells, No sentir las avenidas)

Tejemos remedos con hilo de esparto para las armaduras de plata, por si al reflejaros sentís la necesidad aberrante y vampírica de retirar la cara, de no poderos mirar a los ojos, tejemos remedos con hilo de esparto para los agujeros que dejó el óxido en la bacía, por si algún día tenemos que salir de esta sombra y aprieta el sol, por si tenemos que cruzar caminando el desierto.

Nos teneis refugiados en las palabras y en oscuros rincones de vuestras mentes a los que acudís de tarde en tarde cuando ya ha terminado todo lo que tenía que terminar en la televisión, aparecemos desdibujados por la bruma que forman miles de otros rostros cuyos nombres se parecen entre sí. Salimos a flote en las tormentas, igual que los cadáveres en el Cabo de Buena Esperanza.

Es posible, quizá es eterno, que nunca os desperteis sudando con nuestra voz en vuestro oído. Es factible que nunca os desperteis con nuestro odio, porque aprendimos a amaros nada más, y todas las demás lecciones se imparten en colegios que no son el nuestro.

Es posible que nunca sintais una punzada a la altura del estómago al pasar por alguna esquina, escuchando una canción o bebiendo más de tres copas. Quizá es eterno el daño que pasa de largo por vuestras puertas y sin embargo pasa las tardes en nuestro barrio.

De todo lo que podría pasar, lo único que tenemos seguro es que, aunque visiteis esas playas con ceniza, esas ciudades abandonadas, los lugares a los que huímos, por muchos paseos que seais capaces de dar, nunca sereis capaces de sentir, como hicimos nosotros, las avenidas.

No hay comentarios: