martes, 13 de marzo de 2012

Sólo un Fado

Un fado son cien patadas en el alma. Un fado es salir a la calle un día de lluvia y pisar encima de todos los charcos en los que te reflejas para ver cómo se desfigura tu rostro. Un fado es echarte un pulso en el espejo y perder. El fado es la voz de un Portugal que le canta al dios a quien un día se encomendó, y que hoy le ha dado la espalda. Portugal, con ironía y tristeza, que no es gris ni amarilla ni azul, mirando al mar hace sonar la guitarra. Hay sol y ropa tendida nas ruas de Lisboa. Un fado son todas las miradas que se te han escapado mientras te callabas. Un fado habla de todas las discusiones que has perdido y de aquellas en las que, venciendo, no ganaste nada. Un fado para el día que te vas de casa, un fado para el despido improcedente, un fado para el futuro que no te ofrece esperanza. Un fado para celebrar las tardes felices, para ponerte en el lugar que te corresponde debajo del cinturón de Orión. Un fado entre amigos y buen vino, un fado que suene mientras limpias tu casa o cocinas para ella. Un fado son todas las horas de una semana metidas en un metrónomo que se balancea arriba y abajo en lugar de a izquierda y derecha. Un fado son todas las palabras que eres capaz de contextualizar en un silencio milenario. Un fado son fotografías gastadas por el paso del tiempo halladas en un cajón, un fado son las historias que viviste y más aún, las que dejaste por vivir. Un fado es capaz de llorarte todos los sentimientos que nunca podrías dibujar, y mientras lloras, un fado es el foco transverso de luz que deriva en arco iris la cortina de agua. Un fado por los que ya no están, un fado por los que vendrán.

Un fado son cien patadas en el alma pero, si cierras bien los ojos, un fado es el recuerdo que tienen tus labios cuando guardan el beso más bonito que nunca has dado.


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